El coleccionista

Hoy le dará a Cooper el regalo. Después de eso, el vínculo que los una será sincero de verdad. El regalo borrará los errores cometidos ayer. El regalo será su redención. Hace a?os aprendió que puedes sentirte mejor dando que recibiendo y hoy sucederá algo así. Seguro que sí. Hace a?os también se dio cuenta de que no solo le gustaba dar, sino también quitar. Como cuando les quitó la vida a esos gatos.

El sol entra por las ventanas que miran hacia el este en su camino hacia el norte. Anoche se quedó dormido después de escuchar la conversación que tuvo con Cooper y algo de música clásica. La radio sigue encendida, suenan las noticias y el locutor está hablando de las temperaturas. Varias personas han muerto ya a causa del calor y Adrian no acaba de entender por qué. La gente no debería salir si tanto les afecta el calor, o deberían beber más agua. Apaga la radio y pocos minutos después se sienta fuera y se toma un zumo de naranja. Le gusta el calor. Ha pasado demasiado tiempo encerrado en habitaciones frías para querer ponerse a la sombra. Los árboles forman una barrera entre él y el solar contiguo, por la calle no pasa nadie, no sopla ni la más mínima brisa y no se ve ni se oye ningún pájaro que pueda crear una ligera sensación de movimiento. Más o menos a un kilómetro de distancia hay un bosque, sobre una colina de poca altura llena de árboles gruesos y viejos, de ramas nudosas y retorcidas. El aire es bochornoso. Una mosca muy insistente intenta posarse sobre él una y otra vez y, después de ahuyentarla varias veces, acaba cayendo dentro de su zumo de naranja. Adrian empieza a preguntarse qué ocurrirá si a Cooper no le gusta el regalo que le tiene preparado y eso lo entristece. Como solía decir su madre, ?La depresión es el placer del hombre triste?. Esta frase se la había repetido muchas veces, pero él jamás llegó a entenderla realmente. Recoge la mosca con un dedo, la contempla unos segundos y luego la deja cuidadosamente sobre el porche. Tiene las alas pegadas. Decide dejarla a la sombra para que no se queme.

Entra en la casa, donde la temperatura es algo más moderada. Hay moscas en las paredes y el techo, nunca ha sabido cómo lo hacen para no caerse. No es que haya muchos muebles sobre los que puedan posarse. Enjuaga el vaso en la cocina y sube por las escaleras hacia el dormitorio que hay junto a su habitación. La chica está despierta. Entra en el cuarto, le sostiene la jarra de agua y la ayuda a inclinar la cabeza hacia delante mientras la chica la sorbe ávidamente por la pajita. Le da diez segundos para que beba y luego vuelve a retirarle el agua. La joven intenta emitir sonidos a pesar de tener la boca cerrada. Adrian piensa que intenta formar palabras, pero no tiene ni idea de lo que quiere decirle y además no quiere saberlo. Vuelve a tenderle la jarra de agua, ella bebe de nuevo y luego baja la cabeza. Tiene la cara y la barriga enrojecidas, casi tanto como los brazos y las piernas, y no sabe si es necesario que le guste mucho a Cooper para que este haga lo que mejor sabe hacer. Podría intentar maquillarla después de limpiarla, pero no sabe cómo hacerlo. Aunque tampoco debe de ser tan difícil.

Cuando baja al sótano, Cooper está de pie frente a la puerta de la celda, mirando por la ventanilla cómo Adrian baja los escalones. El sol aún está bajo, entra por las ventanas e ilumina la puerta del sótano, y durante la hora siguiente, más o menos, mientras la puerta siga abierta, la luz es casi tan buena como solía serlo cuando la electricidad llegaba a este lugar.

—Buenos días, Adrian —dice Cooper—. ?Has dormido bien?

—Pues no mucho —responde Adrian, desconfiado ante la amabilidad de las palabras de Cooper. Desconfiado… pero feliz.

—Es una lástima. Bueno, ?qué haremos hoy?

—Hoy te daré la sorpresa. De hecho, tengo dos. Y una de ellas tendrá que esperar hasta la noche. Es una sorpresa nocturna.

—?Y la otra?

—Todavía no sales en las noticias —dice Adrian—. Cuando la policía se decida a buscarte, descubrirán todas las cosas malas que has hecho.

—Es cierto —repone Cooper—. Eso está bien pensado, Adrian. Excelente. Y debemos hacer algo al respecto, porque me buscarán y acabarán viniendo aquí.

Adrian frunce el ce?o.

—?Por qué tendrían que venir?

—Porque son policías. Me estarán buscando. Descubrirán quién se me llevó, y luego dónde me retienes.

—No, no lo descubrirán —dice Adrian, seguro de sus palabras—. Esa es una de las sorpresas. Mira, no quiero que descubran que eres un asesino en serie, porque luego todavía te buscarán con más ganas. Por eso he decidido incendiarlo todo.

—Incendiar ?qué?

—Si tu casa desaparece, a la policía le quedarán menos cosas por descubrir acerca de ti.

—?Espera! Espera un segundo, Adrian —dice Cooper con una mano sobre el cristal de la ventanilla—. Escúchame. No es necesario hacer todo esto. He ido con cuidado. No encontrarán nada.

—?Pero si es lo mejor! Tú ya no la necesitas, y de este modo estarás más seguro. ?Lo hago por ti! Lo importante es ir con cuidado —dice—. Volveré dentro de una o dos horas y te traeré algo para comer —a?ade.

Sube por las escaleras hacia el piso superior y niega con la cabeza mientras Cooper continúa dirigiéndose a él por su nombre, pensando que quién le iba a decir que ser un coleccionista llevaría tanto trabajo.





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