El coleccionista

—Mierda. O sea que ya estás sacando conclusiones, ?no?

—Creo que podría saber algo.

—Tate, puede que esté enfermo, o que tuviera que ausentarse porque otra persona estuviera enferma.

—En cualquier caso, quiero hablar con él.

—No importa lo que tú quieras hacer. Seremos nosotros los que hablaremos con él.

—Joder, Carl, te he llamado para contártelo, tal como me pediste, ?recuerdas? No te estoy ocultando nada. No me dejes al margen de esto.

—Te llamo luego —dice antes de colgar.

La facultad de psicología tiene un edificio propio. De hecho, el departamento de psicología es uno de los más importantes de la universidad, lo que resume bastante bien cómo es Christchurch. Todos los pasillos son como los de los hospitales, con suelos de linóleo y pintados en colores pastel. Otra profesora me cuenta lo mismo que los estudiantes, que Cooper Riley lleva dos días sin venir. Le pregunto si puedo ver el despacho de Riley y me responde que tengo que pedírselo a Cooper.

—?Cómo puedo ponerme en contacto con él?

—Podría llamarlo por teléfono, supongo —dice—. O mejor dicho, podría intentarlo. Tiene el teléfono desconectado.

Me proporciona tanto el número de móvil como el fijo e intento llamarlo mientras camino de vuelta al coche, pero un mensaje me informa de que el teléfono está desconectado o fuera de cobertura. Cuando llamo al fijo salta un contestador que me promete devolverme la llamada.

Vuelvo a llamar a Schroder, pero comunica. Pido prestada una guía telefónica, compruebo que el número fijo que me han dado corresponde al de Cooper Riley y anoto su dirección mientras me pregunto, solo me pregunto, si no habrá sido él la última persona que vio a Emma Green con vida.





16


Empieza un nuevo día. Su segunda madre solía decirle que cualquier cosa puede ocurrir en un día que acaba de empezar, que levantarse con buen pie te daba la oportunidad de redimirte por todo lo que pudiera haberte amargado el día anterior. Eso jamás lo consoló cuando lo encerraban en la Sala de los Gritos y no tenía la oportunidad de comprobarlo, pero ahora sí le parece un buen consejo.

Se ha dado cuenta de que Cooper no desaprovecha ni una ocasión para dirigirse a él por su nombre. En parte le gusta, le gusta lo mucho que han conectado y cuando lo oye pronunciar su nombre espera sinceramente que la conexión sea real. Su madre apenas lo llamaba por el nombre, solo cuando se metía en problemas, ese tipo de problemas por los que solían encerrarlo ahí abajo.

Al final no está seguro de si Cooper está intentando congeniar o si se está burlando de él. Leyendo sobre todo eso aprendió que si alguna vez te ataca un asesino en serie y sabes cómo se llama, deberías dirigirte a él por su nombre tantas veces como sea posible. Eso es lo que está haciendo Cooper. No lo sabe con seguridad y no le gusta esa incertidumbre. De hecho, más que no gustarle, le da rabia. Intenta pensar en algo que solía decir su madre, pero lo único que se le ocurre es: ?Hay que librarse del ce?o fruncido, porque es un enemigo?. Cooper tiene la esperanza de humanizarse para que Adrian no le haga da?o; pero, por supuesto, no piensa hacerlo. No se ha tomado tantas molestias para luego hacer sufrir a lo que más quiere en el mundo.