El coleccionista

—Entonces, ?cómo voy a leer?

Adrian vuelve a poner de pie la mesita de centro y deja los libros encima, algo incomodado por una pregunta para la que no tiene respuesta. Hay restos de bocadillo pegados en las superficies contra las que fue a parar y el pan está duro. Ma?ana lo limpiará.

—?Estás enfadado conmigo? —pregunta Adrian, sin levantar la cabeza—. ?No te sientes especial?

—Me siento atrapado —responde Cooper—. Pareces un chico inteligente, tienes que serlo para haber hecho todo esto solito. Debes de tener muchos amigos con los que hablar, ?por qué necesitas tenerme aquí encerrado?

—No tengo amigos —responde Adrian mientras se esmera en disponer los libros de manera que todos los lomos queden perfectamente alineados—. Antes sí, pero ahora ya no me queda ninguno.

—Vamos, eso no puede ser cierto —dice Cooper—. Un chico como tú tiene que tener muchos amigos.

—?Te burlas de mí? —pregunta mientras levanta la mirada.

—No me estoy burlando.

—Deberías sentirte especial —dice Adrian—. Quiero decir que ahora mismo eres la persona más especial de la ciudad. Eres un asesino en serie, si eso no es especial, no sé qué podría serlo.

—?Por qué crees que soy un asesino en serie? ?Qué he hecho para hacerte pensar que lo soy?

—Para empezar, guardas un pulgar dentro de un tarro. Los asesinos en serie coleccionan cosas como esas de sus víctimas.

Cooper sonríe.

—?Crees que le corté el pulgar a alguien a quien había matado previamente?

A Adrian le ha gustado ver que le sonreía y responde a su vez con una sonrisa.

—?No fue así?

Cooper asiente, aún sonriendo.

—De acuerdo —dice—. Basta de mentiras. Me has pillado. Claro que se lo corté a una de mis víctimas.

—?Por qué me has preguntado antes si te lo había vendido yo?

—No lo sé. Me he despertado grogui y confundido. ?Me has disparado con una Taser?

—Sí.

—Y luego me has puesto algo en la cara. ?Qué era?

Adrian no lo sabe. Lo había comprado la semana anterior junto con la Taser. Se encoge de hombros.

—Algo que hace dormir a la gente —responde—. ?A quién le cortaste el pulgar?

—A un tipo que maté.

—?Matas a hombres? Creí que solo matabas a mujeres.

—A veces a hombres y a veces a mujeres —dice Cooper.

—?Por qué lo mataste?

—Porque me apeteció. ?Cómo crees que me he convertido en asesino en serie, Adrian? Pero guárdame el secreto. La policía no sabe que lo soy, o sea que tienes que ser más listo que la policía.

Adrian sonríe. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que sintió esa calidez emocional en su interior y la sensación le gusta, le gusta mucho. Es exactamente por eso por lo que deseaba tener a Cooper. Será su mejor amigo. Cooper puede contarle qué se siente al ser asesino en serie, puede contarle cosas sobre los otros asesinos en serie que ha conocido. Se alegra de haber rebobinado la cinta y de estar grabando sobre la conversación anterior. Espera que la grabación se oiga claramente, tiene la radio bajo la camisa para que Cooper no pueda verla.

—Empecé a vigilarte porque recordé que estás escribiendo un libro —dice—. Viniste por aquí hace unos a?os haciendo preguntas, pero nunca me hiciste ninguna a mí.

—?Aquí? ?Dónde es aquí? ?Uno de los psiquiátricos abandonados?

—Grover Hills —dice Adrian—. No está abandonada porque nosotros estamos aquí. Y no es un psiquiátrico, es una casa. Estabas escribiendo un libro acerca de nosotros. Lo he estado buscando, pero no lo he encontrado por ninguna parte.

—Aún no está terminado —dice Cooper.

—Me gustaría leerlo.

—Claro, a mí también me gustaría que lo leyeras. Me interesa lo que puedas decirme al respecto. ?Cómo puedo conseguirte una copia, Adrian? Está en mi ordenador. Podríamos ir a mi casa y te lo podría mostrar.

—Tal vez —dice Adrian, aunque sabe que Cooper está intentando enga?arlo—. Pero hoy no. A mí no me hiciste preguntas. ?Te acuerdas de mí?

—No, lo siento.

—Solo hablabas con los asesinos, por eso no te acuerdas —dice Adrian—. Eran mis amigos.

—Y ahora ya no están —dice Cooper.

—No, pero yo he vuelto y ya que no los tengo a ellos, puedo tenerte a ti, que los conocías a todos. Tú podrás contarme sus historias; al fin y al cabo, eres un asesino, igual que ellos.

—Cada día desaparece gente, pero no así —dice Cooper mientras contempla su celda—. Lo que tú has hecho es como mínimo… genial.

—Oh —dice, y el elogio va cuajando en él—. ?Oh! ?Genial! —dice, y nota que se está sonrojando.

—Mira, Adrian, me caes bien. Pero me habría gustado que hubieras hablado conmigo antes de traerme aquí. Estoy seguro de que nos habríamos entendido mejor. No habría sido tan… brusco.

Adrian quiere creerlo, pero no cree que pueda. Todavía no.