Si la reacción en casa del novio de Emma podría considerarse fría una vez han sabido quién soy, en la cafetería necesito una chaqueta de invierno y una bufanda a pesar del calor veraniego. Sabía que era solo cuestión de tiempo. La gente está al corriente de la desaparición de Emma y saben que la policía está investigando el caso, no quieren hablar con el tipo que mandó a la chica desaparecida al hospital el a?o pasado. Al menos en casa de su novio he conseguido romper el hielo. Después de intercambiar un par de palabras con el propietario de la cafetería, el único hielo que se ha roto es el de la nevera que estaban descongelando en la cocina. La cafetería es un peque?o negocio familiar, con cenefas de cristales rotos en forma de pétalos de flor que dibujan volutas en las paredes chapadas de roble, donde se sirven cruasanes y bocadillos de carne, huevo y ensalada, pollo, pasteles de carne, espectaculares tartas de un palmo de diámetro y delicias de crema, y todo parece estar de muerte después de pasar cuatro meses en el trullo. El café también tiene buena pinta, pero tengo la sensación de que si pidiera una taza tendría que echarle algún antibiótico para contrarrestar lo que el camarero a?adiría mientras estuviera de espaldas. La cafetería está en Merivale, una manzana más allá de la Main North Road, una de las carreteras principales de acceso a la ciudad. Merivale es uno de esos barrios periféricos con un mercado inmobiliario propio, donde se paga mucho más por mucho menos, donde si no conduces un cuatro por cuatro y llevas ropa cara los vecinos te pedirán que te traslades a otro lugar. Todo el mundo se sube el cuello de la camisa y de la chaqueta y muchos andan como si vivieran en un club de campo. Hay un aparcamiento detrás de la cafetería, donde no veo ni rastro del coche de Emma. Me he dado una vuelta por allí antes de entrar y junto a la puerta he visto un rótulo en el que se anuncia una vacante de empleo, espero que no esté anunciando el puesto que Emma ha dejado libre. No lleva ni dos días desaparecida y el mundo sigue girando.
El propietario de la cafetería se llama Zane Reeves. Lleva un tupé que debe de haberle costado lo que gana con ocho tazas de café y es uno de esos tipos que siempre tiene que estar apoyado en algo mientras habla. Apuntala todo su peso concentrado en un pu?o sobre el mostrador, el otro en la cadera y saca barriga. Sonríe durante los primeros cinco segundos hasta que me presento y se da cuenta de que no voy a pedir nada. La cafetería huele a comida caliente y a café y está llena de gente que rondan la veintena por arriba y por abajo, todos bebiendo café caliente en tazas peque?as en un día increíblemente caluroso, envueltos en el murmullo bajo de las conversaciones y el sonido de una guitarra tocando folk tradicional por los altavoces, lo que consigue que empiece a adormilarme. La sonrisa de Reeves se convierte en una mueca antes de pedirme que entre por una puerta a la cocina para seguir hablando.
—Ya he hablado con los polis —me dice.
—Entonces debe de tenerlo aún fresco en la memoria.
—Hable con ellos. Si quieren que usted lo sepa, no tendrán inconveniente en compartirlo con usted.
—?Le dijo algo acerca de algún cliente raro? ?Alguien que la vigilara, o que le diera malas vibraciones?
—Oiga, amigo, todos queremos que Emma vuelva pronto y digamos que no tuvo mucha suerte cruzándose con usted. Emma estará mucho mejor sin su ayuda.
—Eso no es lo que piensa su padre.
—La gente suele tomar decisiones equivocadas cuando llora la muerte de un ser querido.
—?Muerte? ?Cree que está muerta?
—?Y usted no? Oiga, lo último que quiero es que le haya pasado algo malo, es una buena chica y una buena empleada, pero veo las noticias como todo el mundo y no soy idiota.
—?Por eso ha colocado un rótulo ofreciendo un puesto de camarera?
—Váyase a la mierda, ?me oye? —dice, mientras me se?ala con un dedo—. Tengo que llevar un negocio. Tengo que cubrir la vacante que ha dejado. ?Ve a toda esa gente de allí? A ellos les da igual quién los sirve, lo que quieren es que los sirvan. Es una mierda, pero así es como son las cosas. No tiene nada que hacer aquí, amigo. Ya le hizo da?o a ella, no voy a ayudarlo para que le haga da?o también a su familia.
—?Dónde suele aparcar el coche? ?Ahí detrás?
—Todos aparcamos ahí detrás.
—?Hay cámaras de seguridad?
El coleccionista
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