El coleccionista

Que sea un enfermo mental no es tan malo. De hecho, dadas las circunstancias prefería ser el prisionero de alguien como Adrian que de un asesino frío y calculador. El hecho de que esté desquiciado convierte a Adrian en impredecible y peligroso, pero la otra cara de la moneda es que le ofrece más margen a Cooper para intentar jugar con él, ganarse su confianza y convencerlo de que le deje salir de la celda. Aunque si se tratara simplemente de ser más listo que Adrian, ya habría conseguido salir de allí. Eso significa que debe confiar en su suerte y, desgraciadamente, Cooper nunca se ha considerado especialmente afortunado. Esto de hoy es un ejemplo perfecto de ello. Ha tenido que tratar con gente realmente enajenada a lo largo de su vida y, por muy listos que fueran o que pueda serlo Adrian, lo importante es sacar el sentido común de la ecuación y sustituirlo por suerte, porque sin eso acabará muriendo ahí dentro. O aún peor, conseguirá sobrevivir ahí dentro durante veinte a?os. Cooper imagina a Adrian emocionado al principio por la idea de llevarle comida y agua cada día. Luego imagina a Adrian harto de todo eso, imagina raciones cada vez más escasas y espaciadas en el tiempo porque lo de tener un ?asesino en serie? ha dejado de ser una novedad para él. Bueno, de lo que no tendrá tiempo será de cansarse de ver cómo se muere de hambre, es algo rápido. El dolor de estómago, la deshidratación… No tiene sentido pensar en esas cosas.

En lugar de eso, decide centrarse en Adrian, al fin y al cabo es lo que puede ayudarlo a salir de allí, pero acaba en un círculo cerrado, porque inmediatamente imagina que un día Adrian podría salir y ser arrestado por cualquier cosa, o podría atropellarlo un camión, o sufrir un ataque al corazón, o recibir un disparo mientras compra leche en el supermercado. En cualquiera de esos casos, nadie llegaría a saber que Cooper se estaría muriendo de hambre ahí abajo, en ese sótano frío y a oscuras, ahogado por su propio hedor. Los casos de secuestro suelen tener un marco temporal de unas veinticuatro horas en las que puede resolverse el delito. Pasado ese período de tiempo, empiezan a buscar el cadáver. No sabe si sucederá lo mismo en su caso.

—Dios… —susurra—. Una colección. Formo parte de una maldita colección.

Si tuviera su bloc de notas, lo rompería ahora mismo. Todo lo que ha leído, todo lo que ha aprendido y ense?ado a lo largo de los a?os, de golpe queda desdibujado, los textos y referencias se los lleva el torbellino que tiene lugar dentro de su cerebro, esparce todos los datos relevantes, los dispara en todas direcciones a demasiada velocidad para atraparlos al vuelo, duda que puedan servirle de ayuda. Se levanta y se acerca a la puerta. Vuelve a alzar los pu?os y está a punto de emprenderla a golpes con la puerta de nuevo, quiere dar rienda suelta a su frustración, pero de algún modo… de algún modo consigue mantenerla a raya. Cree poder oler el bocadillo en la habitación contigua, pero sabe que es poco probable que así sea. No podría haber elegido un día peor para saltarse el desayuno. Incluso si la comida no estuviera esparcida por el suelo, incluso si pudiera alcanzarla, no está seguro de si debería tocarla. Imagina que puede pasar veinticuatro horas sin comer. La gente lo hace y no le pasa nada. Hay gente en otros países que pasa días enteros sin comer nada. Los sin techo parece que se las arreglan.

Su estómago empieza a quejarse. Tiene que controlar su entorno y, lo que es más importante, controlar al tipo que lo ha encerrado ahí abajo. En el sótano. De una casa. Como un objeto en exposición. En el país de las maravillas.

Comienzan a surgir preguntas del torbellino y él empieza a atraparlas al vuelo. ?Adrian es la única persona que verá esta colección? ?O se trata más bien del guardián de esta especie de zoológico que otros vendrán a ver? ?Lo estará buscando la policía? ?Se habrán enterado ya de que ha desaparecido? ?Quién es Adrian? ?Qué ha hecho en el pasado? ?Han muerto más personas dentro de esta habitación? ?Alguna de esas personas llegó a admitir asesinatos múltiples con la esperanza de que así se ganarían la confianza de Adrian, o lo habrían negado hasta el final?

Se da cuenta de que el pánico vuelve a apoderarse de él. Empuja la puerta y las paredes y la emprende a patadas contra los bloques de hormigón, pero es absurdo. Saca una de las monedas que tiene en el bolsillo, intenta ara?ar con ella la junta que une dos de los bloques de hormigón pero solo consigue desprender una minúscula partícula de mortero y el borde de la moneda queda redondeado. Supone que si dispusiera de mil dólares en monedas podría llegar a abrirse paso por ahí al cabo de un par de a?os.

Apoya la cabeza a la ventanilla y se hace la gran pregunta: ?qué debe hacer a continuación? Desde su punto de vista, tiene dos opciones: puede adoptar el rol de profesor e intentar minar la versión de la realidad de Adrian o puede seguirle la corriente. No cree que Adrian se tome bien cualquier intento de demostrarle que se equivoca. Lo mejor que puede hacer es seguirle el juego hasta ganarse su confianza. Le dirá a ese lunático lo que quiere oír. Lo intentará de ese modo, para probar, a ver qué tal.

Si le gustara apostar, se jugaría tres contra uno a que consigue salir de allí. Su coeficiente intelectual debe de duplicar el de Adrian. Cooper sabe de qué habla y Adrian no. Tiene que ganarse su confianza. Halagarlo. Pasito a pasito. Debe dirigirse a él por su nombre tanto como pueda para intentar que se forme una conexión. Contarle historias sobre lo bien que se siente uno cuando mata. Tienen que hacerse amigos. Luego será el momento de empezar a pedir privilegios. Al principio, poca cosa, como pedirle cierto tipo de comida. Cambiarse de ropa. Ir aumentando la importancia de sus peticiones hasta que pueda convencer a Adrian de que lo deje salir para ver el sol.

?Podrá conseguir todo eso en tan solo veinticuatro horas? No lo cree. Tal vez en cuarenta y ocho.

Se tiende en la cama y espera a que le pase el dolor de cabeza y a que Adrian vuelva. Ahora lo único que puede hacer es tener paciencia. Pasito a pasito. Intentará avanzar tan rápido como pueda. Y ahora que ha trazado un plan, ya se siente más tranquilo. Ya no tiene la sensación de que sus posibilidades de salir de ahí son de tres a uno, han pasado a ser más bien de dos a uno. Tiene probabilidades de conseguirlo. Apostaría por ello.





11