El coleccionista

Atraviesa el pasillo corriendo y sube las escaleras hasta el primer rellano, golpea la pared con la cadera y la radio se desprende de su cinturón y cae al suelo. No quiere prenderle fuego a Cooper, es el sentimiento de frustración el que le hace pensar de ese modo e intenta convencerlo de que haga algo estúpido. Se agacha para recoger la radio y se siente aliviado al ver que no se ha roto. Rebobina la cinta un poco y escucha la voz de Cooper, luego la rebobina del todo para poder grabar encima. No le apetece volver a oír la conversación.

Si quisiera, podría darle a Cooper el regalo que tenía preparado para él, a ver si así limaban asperezas, pero quería que fuera una sorpresa para ma?ana. Abre con cuidado una de las puertas del dormitorio para ver si el regalo de Cooper está durmiendo y ve que así es. Hay otras habitaciones y quizá serían más adecuadas para ella, pero le gustó la idea de que estuviera cómoda, de que pudiera tener una cama. Tiene las manos atadas a los barrotes de la cabecera, en el mismo lugar en el que se las había atado dos noches antes. Tiene la piel enrojecida, seca e irritada alrededor de los labios y de la boca le cuelga una pajita de plástico. En el suelo, junto a ella, hay una jarra de agua con la que le da de beber, pero desgraciadamente no hay ningún ba?o, y no quería correr el riesgo de desatarla para que fuera a orinar, por lo que la habitación huele fatal, porque se lo ha hecho encima y el olor le recuerda a sus días en la escuela. Eso le hace sonreír, pero luego recuerda el día que lo apalearon hasta dejarlo en coma y la sonrisa desaparece. La chica no debe de tener ni veinte a?os, piensa; no está seguro de cómo se llama y el momento de preguntárselo habría sido antes de pegarle los labios con cola y dejar espacio solo para la pajita, pero había tenido que pegárselos antes de que empezara a decirle cosas malas. Parecía una de esas chicas que pueden llegar a ser realmente desagradables si se lo proponen. Ahora, en cambio, le parece fea y no cree que a Cooper le guste ese regalo cubierto de sudor y orina, por lo que tendrá que hacer algo al respecto. Probablemente la lavará con la manguera y la dejará desnuda. A Cooper le gustará de ese modo.





9


Donovan Green me deja el coche que ha usado para llegar hasta aquí y toma un taxi para volver. Es un vehículo de alquiler, un sedán de cuatro puertas de color blanco que debe de tener alrededor de un a?o. Eso me hace sospechar que Green ya sabía que yo aceptaría el caso, que no tengo coche y que, desde el momento en que se dio cuenta de que su hija había desaparecido, acabaría poniéndose en contacto conmigo si ella no aparecía. De haber tenido alguna duda al respecto, habría decidido que la suerte o el destino jugaban un papel en el asunto. Su hija desaparece treinta y seis horas antes de que yo salga de la cárcel, algo de eso debe de haber. Gracias a Dios, las cosas habían sucedido en ese orden y no al revés, porque en ese caso en lugar de venir a verme para pedirme ayuda habría venido a culparme de su desaparición. Me ha entregado mil dólares en efectivo para los gastos y me ha prometido más si llego a necesitarlos. El dinero servirá para engrasar cualquier engranaje que pueda chirriar por el camino. Me ha dado la pistola con la que me amenazó el a?o pasado y los recuerdos salen a flote. La escondo bajo el colchón, en el lado en el que solía dormir mi esposa. Me ha dado una foto de Emma a los diez a?os, tomada durante su fiesta de cumplea?os. Me ha pedido que la lleve encima hasta que la encuentre. Quiere que esa foto me arda en el bolsillo, que me recuerde constantemente que debo encontrar a Emma. Como si necesitara que me lo recuerden. La doblo y me la guardo en la cartera. Me ha contado cómo cree que reaccionaría Emma. Es una chica lista, me ha dicho, quería estudiar psicología porque pensaba que se le daba bien deducir cómo piensa la gente. Me ha dicho que sea cual sea la situación, su hija se adaptaría e intentaría sobrevivir. Yo he asentido en todo momento con la esperanza de que tenga razón, pero a sabiendas de que no había muchas chicas jóvenes como Emma que pudieran contar cómo habían escapado de la situación en la que las había metido un maldito enfermo.