Se masajea los ojos cerrados con las yemas de los dedos y se estremece de dolor cuando palpa un bulto del tama?o de una pelota de golf en la frente. Consigue abrir los ojos y lo ve todo borroso y descolorido. Parpadea enérgicamente para poder aclararse la vista un poco, pero no sirve de nada. Sea cual sea el lugar en el que se encuentra, no hay demasiada luz. Tiene la cara ara?ada, le escuece al tacto. Recuerda que iba andando hacia su coche después de cerrar la puerta del garaje. Llevaba su maletín aunque no recuerda por qué, no debía de tener ningún motivo concreto para ello, y luego fue cuando… cuando… ?qué?
—Dios… —exclama antes de intentar levantarse y de darse cuenta de que el cuerpo no le responde. Consigue incorporarse sobre los codos un momento, vuelve a caer y se golpea el brazo con el borde de la cama al desplomarse, sus nudillos chocan contra el suelo de hormigón y la piel que los recubre le queda magullada. Se los lleva a la boca y el sabor de la sangre le parece dulce. Necesita levantarse. Necesita salir de ese lugar. El tipo. El tipo le había preguntado la hora y luego… y luego perdió el control de su cuerpo. Había quedado tendido en el suelo y el sol le había estado dando en los ojos hasta que el tipo se había interpuesto y lo había ensombrecido. No había podido moverse. Ni siquiera había podido hablar. Junto a su cara, en el suelo, había visto confeti pero no sabía por qué. El tipo se había agachado, le había cubierto la cara con un trapo y él no había podido hacer nada para evitarlo. Y luego… luego esto.
Apoya las manos sobre la cama y empuja. Intenta incorporarse, esta vez más despacio, sin perder el control, intenta desesperadamente ponerse de pie, hace una pausa para sentarse en el borde de la cama mientras el mundo da vueltas a su alrededor. Sus ojos empiezan a acostumbrarse al entorno. La habitación queda enfocada, pero no hay mucho que ver. Es una especie de refugio antiaéreo. La única luz que llega hasta allí lo hace a través de una ventanilla de cristal que hay en la puerta. Lo único que ve es hormigón y acero. Siente unos peque?os calambres y algo parecido a descargas eléctricas a medida que el resto de su cuerpo empieza a recuperar la sensibilidad. Primero nota como unas punzadas, como de alfileres, en los pies y las manos y luego esa sensación le recorre las extremidades hasta llegar al tronco. Se pone de pie. Siente un dolor intenso detrás de los ojos. Está agotado y asustado y no tiene ni idea del tiempo que ha estado inconsciente.
Se da cuenta de que lo han disparado con un arma de electrochoque, una Taser. Por eso había confeti. Las Taser expulsan veinte o treinta trocitos de papel con números de serie impresos cada vez que alguien las dispara. Son para identificar a su usuario. Luego lo drogaron. Recuerda el trapo en la cara, el olor, la oscuridad.
Consigue sostener su propio peso apoyado contra la pared y llegar hasta la puerta. No hay mucha distancia. La habitación es el doble de grande que una celda de prisión y a través de la ventanilla puede ver lo que parece otra celda, aunque esa no es tan oscura, la luz llega hasta allí a través de una puerta abierta de la que solo distingue la parte inferior, puesto que está sobre un rellano algo más elevado. La ventanilla de la puerta está limpia, pero tiene algunos ara?azos por su lado y, aunque estuviera rota, el orificio no sería suficientemente grande como para que pudiera pasar a través de él. La ventanilla se empa?a con su aliento, por lo que la limpia con la mano y, con el pulgar, recorre algunos de los ara?azos. No quiere pensar en las personas atrapadas a ese lado de la puerta que los hicieron; aún no, en cualquier caso. Fuera hay una estantería pero no consigue leer los títulos de los libros. Hay un sofá con unos agujeros tan grandes que puede verlos desde allí, igual que los muelles que sobresalen por ellos. Vuelve a mirar la librería. Sigue mirándola fijamente y cada vez distingue las formas con más claridad… Ojalá hubiera un poco más de luz. En el estante superior le parece ver el pulgar que ha comprado en la subasta y de repente todo cobra sentido dentro de su cabeza: la subasta había sido una trampa. La persona que le había vendido el pulgar, quienquiera que fuera, nunca tuvo la intención de desprenderse de él. De hecho, el vendedor quería a?adir más pulgares a su colección. Junto a la librería, con el cuero ara?ado y uno de los cierres retorcidos, está su maletín.
Las náuseas le sobrevienen como un pu?etazo en el estómago. Se da la vuelta y todo se oscurece hasta que se aparta de la ventana. No hay lavabo ni váter, tan solo dos cubos. Hay una taza para beber y un cepillo de dientes, lo que indica que el vendedor no se ha propuesto asesinarlo; al menos no inmediatamente. Recoge el cubo vacío, se sienta sobre el borde de la cama, vomita dentro del recipiente y se limpia la boca con el faldón de la camisa cuando ha terminado. La cabeza está a punto de estallarle y el hecho de tener que entornar los ojos para poder ver algo no es que le ayude mucho. Se palpa el pecho con una mano y encuentra los dos peque?os orificios que le produjo la Taser, aunque su agresor ya le ha sacado las dos puntas.
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
- Helsinki White
- Love You More: A Novel