El coleccionista

La llaman Melissa X. No es un número romano, no es la décima Melissa de la ciudad que ha matado a un poli, ni la décima Melissa que se ha convertido en asesina en serie y sigue suelta, ni la décima Melissa que ha llenado lo que imagino que deben de ser cajas y cajas de pruebas almacenadas en un archivo policial. La llaman X porque no saben quién es. Los medios de comunicación, con su habitual rapidez a la hora de inventar nombres con gancho para referirse a crímenes y asesinos, la han apodado la Asesina del Uniforme. Se hizo famosa cuando se descubrió un vídeo que tenía el Trinchador de Christchurch, un asesino en serie llamado Joe Middleton al que atraparon el a?o pasado. En él aparecía Melissa clavándole un cuchillo en el pecho a un agente de policía que había desaparecido. El Trinchador de Christchurch fue arrestado el mismo día que maté al asesino en serie que estuve persiguiendo el a?o pasado, un tipo apodado el Asesino Enterrador. En el mes que pasó entre el accidente que provoqué, la sentencia y mi ingreso en prisión, pude ver en los informativos que Melissa seguía activa y era sospechosa de haber cometido otros homicidios. Por aquel entonces ya era noticia y supongo que ahora debe de serlo aún más, puesto que la policía sigue sin saber dónde está ni quién es realmente. Un día más, un asesino en serie más: el siguiente siempre intentando superar al anterior. Durante los últimos a?os, la ciudad se ha visto asediada por el Trinchador de Christchurch y ahora le toca a su amiga.

Abro las ventanas del estudio y dejo que entre el aire. Es aire cálido, pero al menos ventila el ambiente. Para hacerlo circular levemente, saco un ventilador de un armario, lo enchufo y la gruesa capa de polvo que cubría las aspas enturbia el aire durante los primeros diez segundos y me provoca un ataque de estornudos que dura sesenta segundos más. El contenido de la carpeta ocupa cinco centímetros de grosor que distribuyo sobre la mesa en varias pilas. El ventilador levanta las esquinas de las páginas cada veinte segundos, cuando oscila hacia ellos. Hay informes, declaraciones y copias de pruebas forenses. También hay fotografías de magulladuras, cortes y sangre y un DVD con una grabación de Melissa X asesinando al inspector Calhoun. Cuatro cadáveres, mucho papeleo y Melissa sigue suelta. Tienen muestras de ADN, huellas dactilares e incluso secuencias filmadas de la mujer, pero aun así, sigue siendo poco más que un fantasma. Su rostro ha llenado las primeras páginas de los periódicos. Se han dedicado tres episodios de Los más buscados de Nueva Zelanda a intentar recabar información sobre ella. Han recurrido incluso a médiums. Sin embargo, nadie sabe dónde está y, lo que es más extra?o, no ha aparecido nadie que la haya identificado. No hay familiares, ni amigos, ni compa?eros de trabajo o de clase, ni médicos ni profesores que hayan tratado con ella en el presente o en el pasado y la hayan reconocido. Podría ser que se llamara Melissa, pero también podría ser que no. En un momento durante la investigación del Trinchador, llegó a personarse en comisaría para contribuir a la identificación de un sospechoso. En realidad dio información falsa para ayudar al Trinchador a evadir el arresto. Se identificó como Melissa Graves y en ese momento nadie tenía motivos para dudar de ella. El nombre, por supuesto, no es real. Desde entonces ha quedado reducido a Melissa X, aunque muy probablemente ni siquiera se llame Melissa, en realidad.

Unos días después atraparon al Trinchador, y a partir de ese momento nadie ha vuelto a ver a Melissa. La opinión generalizada durante las primeras semanas tras el arresto del Trinchador era que Melissa X había pasado a engrosar el número de víctimas de este y que, por tanto, estaba muerta. Luego empezaron a salir los cuerpos y Melissa X, que había pasado de sospechosa a víctima, volvió a recuperar su condición de sospechosa.

Desde que arrestaron al Trinchador hace cinco meses, se han llevado a cabo muchos intentos para que aporte información acerca de la mujer, pero todos han sido en vano. Melissa X es un monstruo que lleva las manos manchadas con la sangre de al menos cuatro personas. No culpo a Schroder de que quiera obtener un punto de vista lo más alejado posible.

El informe detalla cada uno de los homicidios, empezando por el de Calhoun. Los otros tres tipos llevaban uniforme, aunque no los encontraron cerca de los cadáveres, que aparecieron en ropa interior. Dos guardias de seguridad y un agente de policía. Al agente lo hallaron en un parque, desnudo. Lo habían torturado. A uno de los guardias de seguridad lo encontraron en su casa y, según el informe, la única cosa que faltaba era el uniforme. Al otro guardia lo hallaron en el campo de golf por el que patrullaba. Su cuerpo casi desnudo no estaba muy lejos del hoyo catorce y presentaba los mismos signos de tortura que los de los otros hombres: un testículo completamente aplastado, la misma herida que Melissa le produjo al Trinchador de Christchurch. No se ha encontrado ninguna relación entre los tres hombres aparte de la manera como les rajaron la garganta y del hecho que a los tres les faltara el uniforme que solían llevar. Y no había nada que los relacionara con el Trinchador. Circulan dos teorías acerca de por qué los despojó de sus uniformes: o bien por una cuestión práctica y poder así hacerse pasar por uno de esos hombres, o bien porque constituían un trofeo para la asesina. Se desconoce el motivo de las torturas, pero una vez más hay dos hipótesis: una de ellas es que intentaba conseguir información y la otra que lo hizo simplemente para divertirse. Miro el DVD en el salón y concluyo que los hería por pura diversión. El inspector Calhoun aparece atado a una silla dentro de un cuarto de ba?o y tiene la boca tapada con cinta americana. Tiene manchas de sangre en la camisa y la piel que rodea la cinta está seca y muy magullada. Su mirada es de auténtico terror, con los ojos muy abiertos, tiene la cara empapada en sudor y parece que no haya dormido en una semana. Las imágenes se tomaron dos días antes de que capturaran al Trinchador.