El coleccionista

—Otra distinta —dice Cooper—. Ha matado a muchas.

—?Y qué pasa con el pulgar? ?Les corta los pulgares a sus víctimas y los colecciona en tarros de cristal! ?Yo lo he visto!

—Eres tú quien se dedica a cortar dedos —se defiende Cooper.

Adrian levanta la pistola y Cooper se adelanta de nuevo frente a su madre. Todo podría acabar ahora mismo. Entonces, Adrian sonríe.

—Ya entiendo por qué haces todo esto —dice Adrian—. Es porque tienes miedo.

—Todo irá bien —susurra la madre de Cooper mientras le agarra la mano con fuerza—. No llores —le dice. Cooper no era consciente de que estaba llorando, se da cuenta y se seca las lágrimas con una mano—. Conseguirás que nos saquen de aquí —le dice.

—Lo siento —se disculpa Cooper.

—No es culpa tuya que estemos aquí —dice ella—. No puedes ser responsable de los actos de los demás, especialmente de los de un joven tan trastornado.

—?No soy un trastornado! —replica Adrian—. Díselo, Cooper, cuéntale lo de la chica que encontré y que tú secuestraste. ?Cuéntaselo!

—?Qué chica? —pregunta Cooper sabiendo que Adrian probablemente había encontrado a Emma.

—La chica que dejaste en Sunnyview. Ibas a matarla.

—?De qué demonios hablas? —pregunta Cooper.

—Te lo mostraré —dice Adrian—. Os lo mostraré a los dos. La tengo atada.

—?Tienes a una chica aquí secuestrada? —pregunta la madre de Cooper, dirigiéndose a Adrian.

—Yo la salvé.

—Salvaste a una chica y ahora la tienes atada. ?Tienes previsto hacerle da?o? —pregunta ella.

—No lo comprendes —dice Adrian.

—Porque no tiene sentido —le responde Cooper.

—Tienes miedo de tu madre —dice Adrian—. Siempre le has tenido miedo porque te ha tenido dominado toda la vida. Eso es lo que escribiste en tu libro. Eso es lo que todos escriben, toda la gente que sabe algo sobre asesinos en serie lo dice. Por eso está aquí ahora. Y tú mientes. Yo no maté a mi familia. Jamás tuve una hermana y jamás me puse sus vestidos.

—Deja que nos marchemos, por favor, te lo suplico —dice la se?ora Riley.

—No puedo. Cooper es demasiado valioso —lo mira—. Esperad aquí —dice antes de cerrar la puerta y desaparecer.

—Gracias a Dios que estás bien —dice su madre mientras lo abraza.

—Conseguiré que salgamos de aquí —le dice él—. Te lo prometo.

Lo único que debe hacer es pedirle que no vaya a la policía hasta que él haya descubierto si saben o no que es un asesino.

—Ya vuelve —dice Cooper al oír pasos al otro lado. La puerta se abre hacia fuera y aparece Adrian, todavía con la pistola en la mano, es imposible arrebatársela.

—Estoy haciendo esto para ayudarte —declara Adrian.

—?Haciendo qué? —pregunta Cooper.

—Esto. —Levanta los faldones de la camisa y asido al cinturón lleva un peque?o walkman. Adrian pulsa el play y Cooper puede oír su propia voz y la de Adrian. En ese momento el destino de su madre queda decidido. Con setenta y nueve a?os ya ha vivido bastante. Tiene que aferrarse a eso y quiere pensar que ella se habría sacrificado por salvarlo. Porque ella es así. Lo ama. Pero él ama todavía más la libertad.





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