El coleccionista

El vendaje le aprieta, pero nota que la herida está mucho mejor así y Adrian agradece la ayuda. A la se?ora Riley le ha hecho lo mismo que le hizo a su hijo y se la ha llevado en el maletero del coche de la misma forma. Cooper habría querido que la tratara peor, pero por supuesto nunca lo admitiría. Sin embargo, no ha sido necesario utilizar la Taser. Solo ha tenido que apuntarla con la pistola y ponerle el trapo en la cara, solo eso ya ha sido suficiente. La madre de Cooper debe de tener unos cien a?os, no estaba en condiciones de oponer resistencia y no lo hizo, menos aún cuando le dijo que se la llevaba a ver a su hijo.

Debería haber pensado en ella antes, especialmente después de la conversación que tuvieron con Cooper esa ma?ana. Pero en lugar de eso se había quedado aparcado en la cuneta durante veinte minutos antes de que el nombre de la anciana apareciera de repente en su cabeza. Esta vez, tal como Adrian había previsto, no había ningún coche frente a la casa. Ha aparcado en el camino de entrada y ha pensado en lo que diría, pero al abrirse la puerta las palabras se han enredado en su boca y no ha conseguido articular nada que tuviera sentido. Por eso ha acabado gritando y apuntándola con la pistola, le ha dicho que la mataría si no lo ayudaba. Cuando ha terminado, Adrian ha encontrado unas cuantas piezas de ropa en el fondo de un armario y las ha cogido antes de meterla en el maletero del coche junto a la otra chica.

A estas alturas, la policía ya debe de haber desenterrado unos cuantos cuerpos en Grove. No sabe cuántos deben de haber. Grover Hills llevaba más de cincuenta a?os abierto cuando él ingresó allí e imagina que los historiales de los que habían pasado por allí debían de estar tan perdidos o enterrados como algunos de sus pacientes. Podría ser que hubiera habido otros camilleros, otros ?Gemelos? que se hubieran dedicado a atormentar a otros pacientes y a meterlos bajo tierra. Podría haber cien cadáveres allí sepultados. Jamás llegó a ver ningún fantasma, pero tampoco ha creído jamás en ellos y sospecha que las dos cosas están relacionadas, que solo puedes ver aquellas cosas en las que crees. Tiene que acordarse de preguntarle a Cooper acerca de eso. Si los fantasmas existen, ?es posible que los fantasmas de los Gemelos estén persiguiendo a los fantasmas de sus víctimas, que unas almas estén atormentando a otras? Desde esa primera visita a la Sala de los Gritos, los Gemelos no han parado de atormentarle. De hecho, no fue hasta que los mató cuando finalmente lo dejaron en paz. Se lo llevaron al sótano ochenta y siete veces a lo largo de los veinte a?os que pasó allí. Adrian no sabe cuántas veces al a?o es eso. En ocasiones era una vez al mes. Otras, dos veces al a?o. Un a?o solo lo bajaron al sótano el día de su cumplea?os. Ochenta y siete veces. No le gusta que la cifra acabara siendo impar. Era la arbitrariedad de esas cosas lo que más lo asustaba. Que nunca sabías cuándo sucedería. En cualquier momento podían aparecer para llevársete.

Y entonces fue Adrian quien se los llevó a ellos.

Primero a uno y luego al otro. Llamó a la puerta y descargó el martillo con todas sus fuerzas en cuanto estuvo abierta. Se abrió paso hacia el interior, aunque entonces tampoco le costó demasiado. Acabó con uno de los Gemelos y luego se sentó tranquilamente a esperar a que el otro volviera a casa. Les hundió un martillo en el cráneo. No fue necesario discutir. No le importaba lo que tuvieran que decirle, durante a?os ellos no habían hecho más que ordenarle que se callara. Los Gemelos vivían juntos, ninguno de los dos estaba casado y compartían una moderna casa de tres habitaciones en un barrio agradable, con una puerta de garaje que se abría automáticamente al tocar un botón: era algo que no había visto jamás hasta entonces. No había nada allí que sugiriera que fueran tan mezquinos y crueles. Nada que sugiriera que habían echado de menos Grove hasta el punto de haberse construido su propia Sala de los Gritos. No, todo eso quedaba encerrado en la granja que tenían a una hora de la ciudad. Adrian lo sabe porque incluso antes de que se le ocurriera pensar en volver a Grove los había estado siguiendo. Había visto la granja desde lejos.