—?Alguien ha visto algo? —pregunto.
—Mucha gente oyó el disparo —dice Schroder—, y la mayoría de ellos salieron a sus ventanas a mirar. Tenemos muchas descripciones coincidentes que encajan con Adrian Loaner, junto con la descripción del coche.
—?Eso es todo?
—Eso es todo lo que hemos podido conseguir. Al menos esta vez no se llevó todos tus expedientes.
—Recuérdame que se lo agradezca —digo—. O sea que no sabemos nada más de lo que ya sabíamos, ?es eso lo que me estás diciendo?
—No es cierto. Sabemos que está obsesionado contigo.
—?Y no podría alguien bajarla de allí? —digo, se?alando a la chica muerta con la barbilla.
—Todavía no.
—Dios, Carl, ya lleva suficiente tiempo allí arriba.
—Todavía no, Tate. Ya sabes cómo van estas cosas.
—Maldita sea —digo cuando me sobreviene otra náusea y tengo que agacharme para no perder el equilibrio.
—?Estás bien?
—No, no estoy bien —digo en un tono de voz que no solo suena cabreado, sino que intenta sonar así—. Antes te he llamado porque quería contarte algo. Maldita sea, era importante.
—Ya lo recordarás.
Cierro los ojos. Odio que la gente diga eso, pero todavía odio más olvidar algo que estoy a punto de decir antes de que pueda decirlo. Y ahora tengo exactamente esa sensación. Cierro los ojos aún con más fuerza con la esperanza de que eso me ayude a recordar. Estoy en el jardín, hablando por teléfono con Schroder, pensando en Emma Green, en Grover Hills, en lugares en los que Adrian podría tener escondida su colección. Grover Hills… durante un tiempo Christchurch utilizó ese lugar para mantener ocultos a los enfermos mentales, hasta que un día se dieron cuenta de que iban a necesitar centenares de clínicas como esa y decidieron clausurar las tres que había y soltar a todo el mundo.
Las tres que había…
?Todas a poca distancia en coche las unas de las otras!
Abro los ojos de golpe. Todos los músculos de mi cuerpo se tensan llenos de energía.
—Ya sé dónde está —le digo, casi agarrando a Schroder y sacudiéndolo, aunque sin llegar a hacerlo.
—?Qué?
—Emma Green. Eso es lo que quería decirte. Sé dónde está.
—?Dónde?
—Voy contigo —digo mientras me dirijo al coche de Schroder. Durante los dos últimos minutos han aparecido un par de furgonetas más con eslóganes de cadenas de televisión impresos en los laterales. Vuelvo a sentir náuseas—. Y tendremos que librarnos de esos buitres —digo mientras asiento en dirección a las camionetas.
—Tú te quedas aquí, Tate. Dime, ?cuál es tu teoría?
Abro la puerta del pasajero y subo al coche.
—Vamos —le digo, haciendo caso omiso a sus palabras—. Y pide refuerzos. Vamos a necesitarlos.
44
Su madre solía decir que solo las chicas lloran y que cuando bajaba al sótano y volvía con lágrimas en los ojos, eso lo convertía en una chica. él nunca lo creyó así. Siempre creyó que lo que lo convertía en una chica era lo que a veces le hacían esos dos camilleros, cuando lo desnudaban o cuando lo trataban como a una chica, aunque no está seguro de cuál de las dos cosas era. Pero ahora mismo está llorando. Ha detenido el coche ya lejos del vecindario de Tate y se agarra la pierna con fuerza mientras las lágrimas brotan por sus ojos en abundancia. No solo llora debido al dolor, también llora de frustración. Nada le sale bien. Siempre tiene que luchar para conseguirlo todo en esta estúpida vida y no parece que las cosas vayan a cambiar. ?Por qué no podría tenerlo todo más fácil como le pasa al resto de la gente?
?Por qué no gusta a la gente?
Tiene las manos cubiertas de sangre. En el coche no hay nada con lo que pueda vendarse la herida y si se quitara los pantalones para hacerlo quedaría casi desnudo. Le pica la pierna, pero la herida está demasiado tierna para rascarse. Baja la cabeza y contempla el agujero, las lágrimas se funden con la sangre e imagina que vuelve a estar en su habitación de Grove y camina por el cuarto, contando los pasos, dando preferencia a los pasos pares sobre los impares, empezando con el pie izquierdo y acabando con el derecho. Luego piensa en los gatos, en los chicos que se mearon encima de él y que lo pegaron y luego imagina que los entierra y los vuelve a desenterrar y acaba con sus vidas del mismo modo que ellos arruinaron la suya.
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
- Helsinki White
- Love You More: A Novel