El coleccionista

Aparco el coche de alquiler en el camino de entrada a mi casa. No aparece nadie de los medios de comunicación. Muchos de ellos me han gritado preguntas mientras pasaba por su lado con el coche hace un rato, la mayoría de ellos me han reconocido y me han preguntado si vuelvo a estar en activo. En mi estudio abro los cuatro expedientes nuevos, extiendo los contenidos por la mesa y dejo el de Melissa X para más tarde. Por muchas ganas que tenga de encontrar a Natalie Flowers, ella no es quien ha secuestrado a Emma Green, ella no es quien ha secuestrado a Cooper Riley. Este tiene alguna relación con ella, pero no es lo suficientemente relevante como para ayudarnos a encontrar a Emma. Incluso si diera con Natalie en menos de una hora, eso no ayudaría en nada a Emma Green.

Abro una Coca-Cola y empiezo a leer. El expediente de Adrian se reduce a una sola página. En ella consta su nombre, su edad y la fecha en la que fue ingresado en la clínica, pero no dice nada acerca del motivo por el que lo mandaron allí. El secreto profesional de los médicos y todo eso. Lo que significa que jamás sabremos qué fue lo que lo volvió loco. En el expediente aparece la dirección del centro de reinserción como dirección actual.

El expediente de Cooper Riley es el más grueso. Le da un repaso a su historia desde la infancia: la escuela, el instituto, la universidad, se convierte en criminólogo y luego en catedrático. El expediente de Karen Ford es delgado porque no la han dado por desaparecida hasta hace un rato. Era una prostituta conocida, pero puesto que la prostitución no es ilegal en Nueva Zelanda, tampoco tiene antecedentes penales. El expediente de Jane Tyrone es grueso. Contiene toda la información que hay acerca de la investigación de su desaparición, hay una fotografía suya en la que aparece sonriendo y con aspecto feliz, una chica en la flor de la vida. Le echo un vistazo al expediente de Emma Green, pero no encuentro casi nada que no supiera ya. Sabemos quién se la llevó del mismo modo que sabemos quién se llevó a Cooper Riley.

Si presionara a Ritchie Munroe, si lo amenazara con apartarlo de Melina, ?sabría algo más acerca de su mejor amigo? Me pregunto si a Adrian debió de costarle mucho llegar a Grover Hills. Me pregunto si Cooper tuvo problemas con el trayecto las primeras veces. Jonas Jones no: seguramente ha utilizado su capacidad adivinatoria. Pero para el resto de nosotros, encontrar el camino de vuelta es todo un reto. Me imagino que Cooper debía de conducir hasta Grover Hills y de allí a otra clínica para seguir haciendo entrevistas y ahorrar gasolina.

—Maldita sea —exclamo a la vez que golpeo la mesa. ?Cómo no me he dado cuenta antes?

No me he dado cuenta por el mismo motivo por el que no se ha dado cuenta nadie más, aunque eso no es excusa. Cojo el móvil. Hay dos edificios más que fueron centros psiquiátricos y que además se encuentran en la misma situación que Grover Hills. Los dos están abandonados. Y Cooper Riley eso lo sabe mejor que nadie. Barlow ha dicho que Adrian querría volver a algún lugar que ya conociera y, aunque Adrian no estuvo en ninguno de los dos otros centros, el parecido podría ser suficiente. De hecho, esa similitud es lo único que tiene. Y respecto a Cooper Riley, ?qué mejor sitio que uno de esos dos para tener encerrada a Emma Green? Podría haber otras salas como la Sala de los Gritos y sin duda alguna habrá celdas acolchadas.

Marco el número de Schroder. Camino por el vestíbulo hasta las puertas acristaladas. Schroder responde y abro la puerta para salir a la terraza con la intención de ventilar la casa, llena de aire caliente.

—Mierda —digo.

—?Tate?

—Está aquí —digo, y las palabras salen con dificultad, quedan atascadas en mi garganta.

—?Qué? —pregunta.

—Barlow… —Me tapo la boca con la mano—. Barlow tenía razón.

—?De qué estás hablando?

—Pero no era por las mascotas por lo que teníamos que preocuparnos.

—?De qué estás hablando?

—Jane… Jane Tyrone —pronuncio su nombre cubriéndolo del sabor del vómito.

—?Qué pasa con ella?

El cadáver tiene el mismo pelo, pero más allá de eso está hecho un asco, sus rasgos faciales están emborronados por cinco meses de podredumbre y descomposición.

—Está colgando de mi tejado —digo mientras me agacho y vomito sobre el césped por uno de los lados de la terraza.





42


Adrian se encuentra mejor. Los picores han desaparecido, ya no le arde la piel y está relajado y tranquilo. Desenterrar a la chica muerta ha sido una experiencia nueva y debe admitir que ha sido mucho más gratificante de lo que esperaba. Hubiera preferido que no estuviera tan hecha polvo y que no oliera tan mal, pero al fin y al cabo desenterrar gatos no es más que un juego de ni?os comparado con lo que ha supuesto desenterrar y colgar a la chica muerta.