El coleccionista

Ella no responde. Tiene que darle agua, pero tiene miedo de que, si se la da ahora, la chica recupere las fuerzas e intente escapar. Se la lleva fuera. Ella gime un poco pero no llega a decir nada. Tiene la piel caliente. Le cuesta meterla en el maletero del coche porque aún lleva el cadáver de la otra chica dentro, pero con perseverancia consigue acurrucarlas a las dos. No le ha quitado la cinta americana que le tapa los ojos para que no vea el cadáver, pero sabe que sin duda notará el hedor.

Antes de cerrar la puerta del maletero, agarra el trapo que tiene en el asiento delantero, lo empapa con el líquido que adormece a la gente y luego lo sostiene frente a la cara de la chica. Ella no ofrece resistencia, un instante después ya está dormida. Adrian cierra el maletero con cuidado, no quiere pillarle los dedos o un brazo, y vuelve a salir a la carretera. Conduce en medio de la oscuridad de vuelta hacia su nuevo hogar y ya casi no siente picores, solo le queda una cosa más por hacer antes de volver a su nuevo hogar con Cooper.





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Me pregunto si Jane Tyrone y Emma Green se conocían. Me pregunto si tenían algo más en común aparte del hecho de ser jóvenes y rubias, el tipo de chicas que a Cooper le gustaba violar y asesinar. Intento no pensar en el infierno que Karen Ford debió de pasar aquí con un tipo mentalmente inestable y otro absolutamente loco. Sea cual sea el tipo de relación que hay entre Cooper Riley y Adrian Loaner, no hay duda de que Karen Ford tuvo que sufrir. Su cuerpo está demacrado. Tiene restos de pegamento y piel desgarrada en los labios y del inferior le cuelga una pajita de beber. Intento no pensar en sus últimos cinco minutos de vida, pero es lo único que tengo en la cabeza: qué cruel, morir en un sitio de mierda como este.

El equipo de la policía encargado de rastrear la zona ha crecido en número durante la última hora. Hasta el momento solo han encontrado un cuerpo más y según el forense también llevaba varios a?os enterrado, al menos veinte. La escena del crimen ahora está iluminada por docenas de lámparas halógenas de gran potencia. Las mariposas de la luz vuelan a toda velocidad alrededor de las lámparas y algunas impactan contra ellas y se queman, otras disfrutan del calor de los focos mientras danzan por el aire. Desde lejos parece una especie de excavación arqueológica, o un grupo de científicos desenterrando un hallazgo extraterrestre. Todavía no hay ni rastro de Emma Green. Las huellas dactilares que hallaron en su piso, en su cepillo y en los libros que estaba leyendo se han comparado con las huellas encontradas en Grover Hills y no han coincidido. Grover Hills es el refugio de Adrian Loaner, pero no el de Cooper Riley.

Schroder ha estado llamando al personal que trabajaba en Grover Hills. La primera llamada que ha hecho parecía ir bien hasta que ha mencionado a los Gemelos. Entonces se ha cortado en seco. La mujer con la que estaba hablando ha dicho que quería un abogado. Todas las llamadas posteriores han seguido un patrón parecido.

—No quieren hablar si no es en presencia de un abogado —me dice Schroder—. Intentar sacarles algo es como pedirle peras al olmo. La razón es que sabían que ahí dentro pasaban cosas. Tendremos que empezar a conseguir órdenes judiciales y a efectuar interrogatorios. Esta mierda se alargará mucho más de lo que debería.

Durante los últimos treinta minutos han empezado a aparecer furgonetas de medios de comunicación, de las que salen hombres y mujeres vestidos con ropa cara para esperar en los caminos sin asfaltar, puesto que no se les permite cruzar el cordón policial que han colocado justo antes de que llegara la primera furgoneta. Otros están rodeando el perímetro, se dirigen a los árboles de la colina cercana con la esperanza de conseguir una perspectiva mejor, deseando desesperadamente ser los primeros en compartir la tragedia con el resto del país, que sean los suyos los rostros sonrientes que aparecerán en las noticias de las diez y media para hablar de horrores desenterrados, todos ellos conscientes de que cuantos más cuerpos encontremos, más impactante será la historia, más tiempo podrán exprimirla y más altos serán los índices de audiencia. En este punto no tienen ni idea acerca de la historia que están cubriendo, solo saben por la cantidad de dispositivos policiales que se trata de algo grande. Emma Green y Cooper Riley son nombres que se transmitirán por las ondas mientras los presentadores de las noticias debaten teorías en directo con los periodistas que se encuentran al pie de la noticia. Mientras los observo, un BMW que no ha cumplido ni un a?o se detiene y de él baja Jonas Jones, el adivino ha venido a ?predecir? que hay cuerpos en las tumbas. Me permito una breve sonrisa mientras imagino qué ocurriría si un peque?o terremoto abriera una brecha en el terreno justo debajo de los medios y de repente la ciudad tuviera dos docenas de periodistas menos, pero la sonrisa desaparece cuando me doy cuenta de que simplemente vendrían más para sustituirlos, aunque entonces tendrían más cosas que contar, las sonrisas serían más amplias y las audiencias, más altas.