El coleccionista

—Se nos acaba el tiempo —digo y Schroder asiente para darme la razón. Me vuelvo hacia Benson Barlow—. ?Quién mató a Karen Ford? ?Adrian Loaner o Cooper Riley? ?O los dos juntos? ?Y quién la secuestró? ?Lo hizo Riley y luego Adrian se los llevó a los dos? ?O fue Adrian solo? Y en ese caso, ?por qué?

—Es posible que Riley y Loaner hayan empezado a actuar juntos —dice Barlow—. Hay muchos casos de relaciones entre asesinos en las que una personalidad domina sobre la otra. Digo que es posible, pero imagino que es altamente improbable. Riley no le dedicará tiempo a Loaner. Creo que si llega a tener una sola oportunidad de matar a Adrian Loaner, Cooper Riley la aprovechará. Si sigue vivo, Cooper hará cuanto esté en sus manos para manipularlo y conseguir que lo libere. Imagino que Adrian está intentando complacer a Cooper y que la chica fue un regalo para él.

—Dios —digo—. Entonces, ?usted cree que Cooper Riley sigue vivo?

—Mientras Loaner siga viéndolo como una novedad, sí.

—?Y Emma Green?

—Si sigue viva, le quedará poco tiempo de vida. De eso estoy bastante seguro.

—No sabemos nada con seguridad —dice Schroder—. Por lo que sabemos, Adrian podría intentar comerse a Cooper. —Me pone una mano en el hombro para apartarme de las fosas—. Mira, sé que no me vas a dejar en paz, y como tú has dicho, hay cosas que tú puedes hacer y que no están en nuestras manos.

—?Qué me estás pidiendo, Carl?

—No lo sé muy bien —dice, aunque creo que sí lo sabe, es solo que no quiere verbalizarlo. Se vuelve un momento para ver si Barlow nos sigue, pero no es así. Abre la puerta de su coche y busca algo dentro. Saca cuatro expedientes. Uno de Adrian Loaner, otro de Cooper Riley, otro de Karen Ford y otro más de Jane Tyrone. Los apoya contra su pecho—. Mira, Theo, a ti te va esto de encontrar personas y de descubrir cosas sobre ellas, y si Emma Green realmente sigue viva… bueno, no sé, quiero decir que haz lo que haga falta. Supongo que es eso lo que te estoy pidiendo. Haz lo que haga falta, y tratándose de ti, un poco menos.

Asiento y me da los expedientes. El que lleva el nombre de Adrian escrito es de lejos el más delgado. Lo abro y hay una fotografía suya de cuando estaba en el centro. No sé cuándo la tomaron, pero no se parece mucho al retrato robot que arranqué del periódico.

Schroder vuelve a buscar algo dentro de su coche.

—Y este no vuelvas a perderlo —me dice mientras me da el expediente de Melissa X, aunque ahora es más grueso y en la portada hay escrito ?Natalie Flowers / alias Melissa X?.

Me pierdo durante el camino de vuelta a casa. No tiene sentido desperdiciar el tiempo en Grover Hills y no se me ocurre el nombre de nadie con quien pueda hablar a continuación. Es de noche y en estas carreteras no hay más fuentes de luz que los faros de mi coche y la rodaja de luna que hay en el cielo. No se reconoce nada y nada se parece en absoluto a lo que he visto esta tarde. No tengo ni idea de cómo los medios de comunicación han logrado llegar hasta aquí, supongo que para conseguirlo tuvieron que vender sus almas al diablo y este les regaló un GPS de propina. Recorro varias carreteras sin asfaltar equivocadas hasta que por casualidad acabo encontrando el camino de vuelta a lo que considero la civilización. La autopista me devuelve a la carretera que lleva a la ciudad, donde el tráfico es intenso pero fluido, y por primera vez en mi vida consigo cruzar el centro sin encontrar más de media docena de semáforos en rojo.

El centro está lleno de gente que sale el viernes por la noche, tipos con camisetas estrechas, marcando bíceps, y chicas con vaqueros tan ajustados que parecen pintados sobre la piel. Coches relucientes de colores chillones recorren las calles a toda velocidad, los neumáticos patinan en cada cruce y el humo que desprenden queda suspendido en el aire seco. Hay coches aparcados en grupos, en los que se apoyan adolescentes vestidos con sudaderas oscuras mientras ríen, beben cerveza y dedican gestos obscenos a cualquiera que pase por delante de ellos en coche. Todos llevan los vaqueros demasiado bajos, revelando demasiado la ropa interior, incitándome a atropellarlos a todos. Es un mundo tan distinto del que acabo de dejar que estos ni?os no tienen ni idea de la suerte que llegan a tener.