—O sea que Adrian tenía a Riley encerrado en el sótano —digo—. Como prisionero. Lo que significa que si no está enterrado aquí, probablemente siga con vida. Tal vez Cooper le hizo algo hace a?os en la Sala de los Gritos, cuando Adrian era un paciente aquí. ?Qué me dices de la sangre?
—Es demasiado pronto para haber encontrado una coincidencia. Sin embargo, parece reciente. Probablemente era de Karen Ford. Pero tenemos más cosas. Ropa, objetos personales, algunos utensilios, incluso platos. Los descubrimos en las cajas de cartón que estaban medio ocultas en la parte del jardín donde la hierba crece más alta, cerca de los árboles —dice—. Parece como si Adrian hubiera tenido prisa por marcharse y no tuviera espacio para llevárselo todo. ?Cómo has descubierto a Adrian Loaner? —pregunta.
Le cuento lo del centro de reinserción.
—?Y tú? —pregunto.
—Fue simple. Hablamos con algunos miembros del personal que solía trabajar aquí. Les mostramos el retrato robot y les contamos lo de tu gato. Nos dieron el nombre de alguien que solía desenterrarlos y que se parecía al del dibujo. Mandé a alguien al mismo centro de reinserción que tú y les dijeron más o menos lo mismo que a ti. Nos enteramos de que ya habías estado allí. ?Por qué has tardado tanto en llegar?
—Problemas con el coche.
—Hemos traído un par de perros de rescate para rastrear los alrededores antes de probarlo con el georradar. El forense piensa que el otro cadáver lleva bajo tierra al menos diez a?os. Hemos empezado a expandir la búsqueda.
Alguien se pone a gritar desde la parte trasera del edificio y unos cuantos agentes acuden hacia allí. Sigo a Schroder en la misma dirección. Le pregunto qué sabe acerca de Adrian Loaner pero no sabe gran cosa. Un grupo de detectives forman un semicírculo y entre los huecos que dejan veo montones de tierra. Cruzamos el límite de la sombra que proyecta el edificio y quedamos resguardados por la sombra de la cara sur, donde el aire es mucho más fresco. Ya hay dos tumbas abiertas en este lado y junto a cada una de ellas hay montones de tierra que llegan a la altura de la cintura; la tierra en el fondo es seca y fina, más gruesa y oscura por la superficie. Los agentes se han agrupado frente a un tercer montón de tierra. Nos unimos al grupo. Todos tienen la mirada gacha hacia la tumba a medio excavar, en la que quedan expuestos un cráneo y parte de un brazo, sin restos de carne. De repente, la historia que me ha contado Jesse Cartman no nos parece tan estrafalaria.
—Dios —dice Schroder—. ?Qué demonios es esto que estamos desenterrando?
Nadie le responde. La persona que se encarga de excavar se ha detenido un momento mientras los demás toman fotos, aunque no posa apoyado en la pala y con gesto sonriente. Se limita a esperar hasta que puede continuar, aunque ya mucho más lentamente. Un sentimiento sobrecogedor se extiende por el grupo, ninguno de los presentes cree que nos vayamos a quedar solo en tres cuerpos.
A unos diez metros de una de las tumbas ya abiertas hay una lona en el suelo sobre la que reposa el cadáver de una mujer con un vestido amplio y una gran mancha de sangre en la parte frontal. Es Karen Ford. Ahora mismo, sus amigos y su familia están buscándola por alguna parte, rezando para que esté viva, rezando para que solo se haya marchado unos días sin avisar, pero tratándose de una mujer que trabaja en lo que trabaja Karen, saben que se ha marchado para siempre.
—Odio este puto trabajo —dice Schroder cuando ve que la inspecciono.
—Sería para alarmarse si no fuera así —responde otro hombre, el que estaba hablando con Schroder cuando he llegado.
—Este es Benson Barlow —dice Schroder para presentarnos.
El peinado de cortinilla de Barlow me queda a contraluz con el sol de fondo y su pelo me parece más fino aún de lo que es. Tiene la cara roja, brillante debido al bronceador. Su voz es profunda y suave, de las que son capaces de convencer a un suicida de abandonar la cornisa. Le doy la mano.
—He oído hablar de usted —me dice.
—?Y usted es…? —pregunto.
—Es un asesor —me dice Schroder.
—Soy psiquiatra —a?ade Barlow.
—Trabajamos juntos durante un par de meses —aclara Schroder—. Puesto que estamos tratando con pacientes de aquí, tenía sentido incorporar a alguien que los conociera para que nos ayudara.
—A algunos estuve tratándolos varios a?os —dice Barlow.
—?A Adrian Loaner? —pregunto.
—Desgraciadamente, no —responde.
—Loaner tiene un psiquiatra de cabecera al que debe visitar dos veces al a?o —me informa Schroder—. El doctor Nicholas Stanton.
—De hecho, conozco a Stanton —dice Barlow—. Es un buen tipo.
—Pero no está disponible —dice Schroder—. Está de vacaciones en algún lugar en un huso horario distinto, algún lugar más fresco. Estamos intentando conseguir una orden judicial para recuperar los historiales de sus pacientes.
—?Y cómo va? —pregunto.
—?Una orden judicial para conseguir los historiales de pacientes de un psiquiatra? Creo que sería más fácil convencer a mi mujer para que dejara de usar la tarjeta de crédito —dice Schroder.
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
- Helsinki White
- Love You More: A Novel