Son casi las siete en punto cuando levantan mi coche con un gato hidráulico. La espera se hace eterna y acabo caminando arriba y abajo por la acera, mirando al resto de coches que hay aparcados alrededor de la tienda, preguntándome si me costaría mucho robar uno de ellos. Le quitan las cuatro ruedas. Tardan diez minutos en reemplazar cada neumático, luego vuelven a bajar el coche y ya estoy de nuevo en la calle.
Vuelvo a perderme un poco de camino a Grover Hills a pesar de haber estado allí hoy mismo. El sol me da en los ojos durante la mayor parte del trayecto, se cuela justo por debajo de la visera parasol, de manera que cuando doblo una esquina y cambio de dirección veo lucecitas danzando frente a mis ojos. Aparco detrás de uno de los coches de policía que hay en Grover Hills. Un lado del edificio está iluminado por el sol, que se refleja en todas las ventanas, mientras que el otro lado está sumido en la sombra. Tengo que protegerme los ojos con la mano para buscar a Schroder. El edificio no ha sido acordonado porque no hay nadie alrededor de quien protegerlo. Hay unas treinta personas trabajando y la mitad me han visto salir del coche, pero nadie se me acerca. Al parecer saben quién soy, y a pesar de todo Schroder debe de haberles dicho que me dejen pasar. Está junto a un tipo con barba y el pelo peinado en cortinilla para intentar ocultar la calvicie. Interrumpe la conversación y se me acerca. Lleva la camisa arremangada, con los pliegues llenos de polvo y suciedad.
—Dios, Tate —dice mientras niega con la cabeza.
—Carl, ?por qué no dejas de indignarte tanto y aceptas que yo también formo parte de esto? Déjame que te ayude. Eso es lo que querías que hiciera cuando viniste a recogerme a la cárcel, ?recuerdas? Querías que te ayudara, ?no? Pues deja de joderme fingiendo que quieres que me mantenga al margen cuando necesitas toda la ayuda disponible.
Parece dispuesto a discutir y sus manos ya han adoptado los gestos furiosos con los que acompa?aría las palabras, pero luego los deja caer a ambos lados del cuerpo y sonríe.
—Tienes razón —dice—, dejar de tragar mierda por tu culpa me ahorrará mucho tiempo y probablemente un ataque al corazón, también.
—?Qué tenéis?
—Hasta ahora, dos cadáveres.
—?Hasta ahora?
—Sí. Estamos buscando más. Uno de los dos que tenemos es reciente.
—?Muy reciente?
—En el caso del primer cadáver estamos hablando de a?os. El segundo, según el forense, de unas veinticuatro horas. Creemos que es una tal Karen Ford. Todavía esperamos la confirmación de su identidad, pero todo encaja. Era prostituta, esta ma?ana han denunciado su desaparición. Tenía veinte a?os —dice—. Veinte a?os, Dios…
—?Tenéis el arma del crimen? —pregunto.
—Todavía no. Pero aún hay más. Ya debes de haber visto la celda de abajo antes cuando has estado aquí, ?no? Hemos encontrado sangre ahí dentro.
—La vi —le digo—. Los internos la llamaban la Sala de los Gritos.
—?Qué?
Le cuento lo de Jesse Cartman. Schroder mantiene cierta indiferencia durante los primeros diez segundos, pero luego recoge los dedos de las manos hasta formar dos pu?os y niega con la cabeza lentamente. Cuando le explico lo de los Gemelos, está apretando tan fuerte los dientes que me preocupa que alguno de ellos salga disparado en cualquier momento y me muerda a distancia.
—Jesse Cartman no es que pueda considerarse exactamente una fuente fiable de información —dice Schroder, pero también me doy cuenta de que en parte piensa igual que yo, especialmente ahora que empiezan a salir los cuerpos.
—Vas a tener que hacer unas cuantas llamadas —le digo—. El personal sabía lo que ocurría allí dentro. Aunque solo sea remotamente cierto, tienes un montón de casos de agresión, homicidio y solo Dios sabe qué más dentro de esa sala.
—Dios —dice—. Esto será una pesadilla.
—?Y qué pasa con Emma Green? ?Hay algún rastro de que estuviera aquí?
Niega con la cabeza.
—Hemos encontrado huellas recientes en el sótano, en la parte interior de la puerta de hierro. Coinciden con las que hallamos en el despacho de Cooper Riley. Hemos estado buscando en otras habitaciones pero no hemos encontrado ni rastro de Emma Green, solo de Karen Ford. Al parecer estuvo atada a una de las camas. También encontramos papelitos de identificación de la Taser en el suelo del sótano. Había un par de ellos sobre el sofá y un par más debajo, faltan unos veinte como mínimo, por lo que deducimos que Adrian intentó limpiar el lugar.
—?Habéis comprobado los números de serie?
—Sí. Pero es un callejón sin salida. Formaba parte de un lote que fue robado hace cinco a?os en Estados Unidos. Desaparecieron un total de doscientas Tasers que fueron distribuidas por todo el mundo junto con aproximadamente un millar de cargas.
—?Cómo diablos pudo Adrian conseguir algo así? —pregunto.
—Tal vez sea de Cooper.
—?Y recibió un disparo de su propia Taser?
—Quién sabe —dice Schroder encogiéndose de hombros.
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
- Helsinki White
- Love You More: A Novel