—?Los Gemelos?
—Eran dos camilleros. Eran idénticos en lo mucho que les gustaba hacer sufrir a la gente —dice—. En un sitio como ese había mucha gente, ?sabe? Y la sala no siempre era una Sala de los Gritos, es lo que usted ha dicho, se utilizaba sobre todo para controlar a los pacientes. Los Gemelos solían recibir dinero de la gente. Buscaban a los parientes de las víctimas a las que los pacientes les habían hecho da?o y les ofrecían la posibilidad de vengarse. Sacaban dinero de nuestro dolor. Otras veces simplemente se nos llevaban ahí abajo para… para lo que debían de entender por divertirse. Al menos debía de resultar divertido para ellos.
—?Esto sucedía muy a menudo? —pregunto.
—No me cree.
—Yo no he dicho eso.
—No hace falta que lo diga. Puedo verlo.
Y tiene razón. No le creo… pero pienso que él sí cree lo que dice. Salir a buscar familiares y cobrarles por permitirles sentir la emoción de la venganza no encaja en la realidad de ningún modo. Demasiadas personas tendrían que haber sido increíblemente buenas guardando secretos para no revelar uno tan gordo. Nada de todo esto me ayuda en absoluto a descubrir el paradero de Emma Green.
—Convénceme —le digo—. ?Esto sucedía muy a menudo?
Se encoge de hombros.
—Continuamente. No paraba de morir gente, ahí abajo. A un paciente lo tuvieron allí durante una hora y subieron su cadáver en una camilla.
—?Y nadie lo sabía?
—Por supuesto que la gente lo sabía, pero a nadie le importaba. No es difícil de creer —dice, pero se equivoca: cuesta creerlo—. Si yo hubiera matado a su hermana y le hubieran dado la oportunidad de hacerme da?o por cien pavos o por el dinero que fuera, porque no sé cuánto les cobraban… ?no se lanzaría de cabeza?
No lo sé. Dependería de si la persona hubiera fingido su enfermedad para salir indemne del cargo de asesinato o si realmente estaba enferma. Así es como lo veo ahora. Teniendo en cuenta las circunstancias, ?quién sabe? Otros llamarían a la policía o al servicio de asistencia médica. Una historia como esa no podía mantenerse encerrada por mucho que todo el mundo se esforzara en contenerla. Acabaría filtrándose a los medios de comunicación, que habrían visto una mina en una historia como esa. Habría aparecido en todos los periódicos del país y habría tenido una repercusión internacional. Habría sido un gran titular.
—Define ?continuamente? —le digo.
Se encoge de hombros de nuevo y cae algo de agua de la manguera.
—Una vez cada dos meses, más o menos.
Hago cuentas. Cada dos meses. Seis personas al a?o. En diez a?os serían sesenta personas. No puedo creer que hubiera sesenta personas dispuestas a pagar dinero, bajar al sótano y pegarle una paliza de muerte a alguien con un bate de béisbol o un martillo. No lo veo.
Lo que sí puedo creer es que sucediera una o dos veces. Podría haber algo de verdad en lo que me cuenta. Si así fuera, la persona que obtenía venganza debía de sentirse bien cuando terminaba. ?Cuántos llegaron a casa y lo primero que hicieron fue vomitar? ?Y cuántos desearon poder volver a por más?
—Y tú no se lo dijiste a nadie.
—?Quién me habría creído? Ni siquiera usted me cree.
—He visto la sala —le digo, pero no es suficiente. Creo que hubo gente que sufrió ahí abajo con la cama y las sábanas y la almohada sucias, pero no a cambio de dinero, y no a manos de miembros de una familia en busca de venganza.
—Sí, bueno, yo no se lo conté a nadie. Ninguno de nosotros se lo contó a nadie. Los rumores no tienen mucho peso cuando los cuenta un loco, y la mitad de la gente que salió de ese lugar ya ha muerto, mientras que el resto están aún medio sonados. Después de que el primer tipo muriera ahí abajo, los Gemelos empezaron a llevar más gente al sótano. A veces nos pegaban una paliza. A veces solo nos humillaban. Y nos hacían gritar. Pero nuestros gritos no podían oírse.
—?Y qué pasa con…?
—No quiero seguir hablando de esto.
—Jesse…
—Lo digo en serio. —Me mira a los ojos, levanta una mano y veo en sus ojos ese destello oscuro que ya había visto en ellos hace a?os—. ?Quiere que deje de tomarme la medicación para poder olvidarlo?
—De acuerdo, Jesse —digo con la manguera aún en la mano—. No te haré más preguntas sobre la sala.
—Quiero que se largue. Ahora.
—Tengo que encontrar a Emma Green.
—Era guapa. Me recordaba a… —Se calla y baja la mirada hacia el charco que se está formando alrededor de sus pies.
—?A tu hermana?
—He dicho que quiero que se largue —dice rápidamente.
—?Has vuelto a ver a Pamela Deans desde que te liberaron?
—Jamás.
—?Qué te ocurrió? ?Adónde fuiste?
Jesse suelta la manguera.
—?Qué quiere de mí?
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
- Helsinki White
- Love You More: A Novel