El accidente

—Han ejecutado la hipoteca. Se han presentado aquí y nos han echado de una patada.

 

—Algo así no sucede de la noche a la ma?ana —dije—. Tienen que haber pasado al menos, ?qué?, ?tres meses de impago de la hipoteca? Y entonces te envían una carta, te dejan un aviso en la puerta y…

 

—?Crees que no lo veía venir? ?Por qué co?o piensas que te pedí ayuda? —Sacudió la cabeza—. Tendría que haber hecho esa llamada para denunciarte.

 

—Todas esas cartas sin abrir, esas facturas —seguí diciendo sin hacer caso de su último comentario—. A lo mejor, entre todo eso había algún aviso.

 

—?Qué cojones voy a hacer ahora? —preguntó mientras agitaba los brazos en dirección a sus cosas—. ?Qué cojones vamos a hacer?

 

—Ah, fantástico. Ahora, ahora, piensas en un plan —le recriminó Betsy—. Qué lástima que no te pusieras a pensar en qué hacer un poco antes, Einstein.

 

Doug la fulminó con la mirada.

 

—Tú no tienes la culpa de nada, claro. Tú no has tenido nada que ver en todo esto, joder. ?Cómo va a ser culpa tuya? Si nunca estás en casa. Siempre estás… ?en el centro comercial!

 

Los ojos de Betsy se llenaron de rabia. Se?aló a su marido con un dedo y lo blandió en el aire varias veces.

 

—A lo mejor tendrías que haberte impuesto un poco y haber cogido la sartén por el mango. ?Quién se supone que tenía que controlar las cosas? ?Eh? ?Quién se supone que es el sostén económico de la familia? Joder, ?tú? No me hagas reír. ?Cuándo has cogido tú nada por el mango?

 

—?Sabes lo que haces tú? —escupió él—. No solo te dedicas a chuparme el dinero, no. También me estás chupando la vida, eso es lo que haces. Ya no me queda nada. ?Nada! Lo tienes todo tú, cari?o. Te has quedado con todo lo que tenía que ofrecer.

 

—?De verdad? Ah, pues será por eso por lo que ahora no tengo nada más que mierda. Porque todo lo que me has dado desde que…

 

Doug se acercó a ella. Iba con las manos extendidas frente a sí. Iba directo al cuello de Betsy. En lugar de correr, Betsy se quedó quieta, paralizada en su sitio con los ojos desorbitados mientras Doug cargaba hacia ella. Le faltaban unos tres metros por recorrer entre ambos, lo cual me dio el tiempo suficiente para atraparlo desde atrás con los dos brazos antes de que consiguiera aferrar el cuello de Betsy.

 

—?Doug! —le grité al oído—. ??Doug!!

 

Intentó zafarse de mí a la fuerza, y tenía mucha. Era un tipo musculoso, como la mayoría de la gente que trabaja en la construcción. Pero yo también estaba en forma; lo rodeé con los brazos y entrelacé los dedos con fuerza sobre su pecho, con lo que conseguí inmovilizarlo. él forcejeó un par de segundos, pero enseguida volvió a mostrarse dócil.

 

En cuanto Betsy vio que lo tenía bajo control, empezó a hostigarlo otra vez y a blandir su dedo en el aire.

 

—?Crees que yo quería esto? ?Crees que me gusta verme en mi propio césped de mierda, sin poder entrar en mi casa, joder? ?Crees que…?

 

—?Betsy! —grité—. ?Calla!

 

—Y ?tú quién te has creído que eres para…?

 

—?Los dos! Callaos un momento.

 

Betsy bajó el dedo mientras yo soltaba a Doug.

 

—Mirad —dije—, os entiendo. Estáis cabreados y queréis mataros. Si de verdad es eso lo que queréis hacer, a lo mejor debería cortar. Dios sabe que ya tengo suficientes cosas de las que ocuparme. Pero esto no va a solucionar vuestro problema. Tenéis que enfrentaros a la situación.

 

—Para ti es muy fácil decirlo —apostilló Doug.

 

Aquello fue la gota que colmó el vaso.

 

—Escúchame, cabrón de mierda. Tú sabías que este día iba a llegar. Puedes echarle la culpa a Betsy, o echármela a mí, o a Sally por no haberte echado un cable, pero el hecho es que sois Betsy y tú solitos los que os habéis metido en este lío. —Me volví hacia ella—. Lo mismo vale para ti. Podéis, o bien enfrentaros a este lío ahora e intentar recuperar vuestra vida, o quedaros aquí de pie, gritándoos el uno al otro. ?Qué vais a hacer?

 

Betsy tenía lágrimas en los ojos.

 

—Doug ni siquiera abría las facturas. Simplemente las escondía en el cajón.

 

Doug contraatacó:

 

—?De qué servía abrirlas? Si tampoco podíamos pagarlas… —A mí me dijo—: Nos han arruinado. Los putos bancos. Nos la han jugado pero bien. Dijeron que podíamos permitirnos este sitio, no sé, sin pagos a cuenta ni nada, y ahora, cuando ha llegado el momento de revisar la hipoteca, se ponen en plan: ?Eh, ya os advertimos de que esto iba a suceder?. Pero no lo hicieron, Glenny, los muy cabrones no nos dijeron nada de eso. Esos banqueros de mierda se quedan con los rescates del gobierno y se pagan a sí mismos unas primas bien gordas, joder, ?y a la gente como nosotros que nos den por culo!

 

—Doug —dije, demasiado cansado para a?adir nada más.