—No —respondió. Incluso sonrió—. En cuanto le diagnosticaron el cáncer, fue imposible que le concedieran un seguro de vida en ningún sitio.
Wedmore parpadeó. No dijo nada durante unos instantes, después empujó la taza sobre la encimera en dirección a Slocum.
—Gracias por el café. No hace falta que me acompa?es a la puerta.
Capítulo 32
—Tengo que hacer un par de llamadas antes de que nos vayamos —le dije a Kelly.
Ella puso ojos de exasperación, como si nunca fuésemos a salir de casa, y yo bajé a mi despacho. Mi primer impulso fue el de llamar a la policía para informar de la visita de Sommer, pero al descolgar el auricular me pregunté qué narices iba a explicarles. Aquel tipo rezumaba amenaza por todos los poros, pero no me había intimidado con nada en concreto. Era yo el que le había dicho que lo mataría de una paliza si se acercaba a Kelly.
Así que hice otra llamada. A la oficina de la inmobiliaria de Belinda.
—No está —me informó la recepcionista—. Si quiere dejarle un mensaje, yo se lo…
—?Podría llamarla al móvil?
Me dio el número. Colgué y lo marqué. Después de dos tonos, una respuesta: —?Glen?
—Sí, Belinda.
—?Puedo llamarte dentro de un rato? Estoy saliendo para ir a ense?ar una casa.
—No. Tenemos que hablar ahora mismo.
—Glen, si has llamado para recriminarme lo de esos abogados, ya te lo he dicho, lo siento mucho, de verdad. Nunca pensé…
—Dime qué había en el sobre —dije, destapando la caja de zapatos que había guardado debajo de la mesa y sacándolo lentamente de allí.
—?Cómo dices?
—El que le diste a Sheila. Si respondes a todas las preguntas que te haga sobre él, es tuyo.
Silencio al otro lado de la línea.
—?Belinda?
—?Lo has encontrado? ?O sea, que de verdad no estaba en el coche de Sheila?
—Eso depende. Tú dime qué había en él, y yo te diré si lo he encontrado.
Belinda empezó a hacer unos sonidos muy raros al respirar. Me pregunté si no estaría hiperventilando o algo por el estilo.
—Belinda, ?sigues ahí?
Su voz apenas era un susurro:
—Dios mío, no puedo creerlo.
—Tú dímelo.
—Vale, vale, vale, era un sobre. Un sobre marrón de oficina. Y había…, dentro había algún dinero.
—De momento vamos bien. ?Cuánto dinero?
—Tendría que haber… Dentro tendría que haber sesenta y dos mil. —Se sorbió la nariz. Estaba llorando.
Yo lo había contado la noche anterior y la cantidad era esa.
—De acuerdo. Siguiente pregunta. ?Para qué era?
—Era para pagar una mercancía. Unos bolsos. Un montón de bolsos.
—?Qué más?
—Solo…
—Belinda, voy a encender una peque?a hoguera en la papelera y, cada vez que no me respondas a una pregunta, voy a tirar mil dólares a ella.
—?Glen, no! ?No hagas eso!
—?Qué más, aparte de bolsos?
—Vale, vale, bolsos y también unas vitaminas y…
—Estoy sacando el mechero.
—?Está bien! No eran vitaminas, exactamente. Eran más bien medicamentos. Fármacos de prescripción médica. Fármacos rebajados. No es como, no sé, vender crack, heroína ni nada de eso. Son más bien medicamentos que ayudan a la gente. A un buen precio.
—?Qué más?
—Eso es todo, más o menos. También alguna otra cosa, pero sobre todo bolsos y medicamentos.
—Y ?de dónde sale todo ese material? —Sentía el auricular caliente en la mano.
—Pues, no sé, de fabricantes de bolsos y de compa?ías farmacéuticas.
—Tengo una idea mejor. En lugar de prenderle fuego al dinero, simplemente me lo quedaré todo.
—Maldita sea, Glen, ?qué quieres que te diga?
—?Todo! —grité—. ?Quiero saber de dónde sacas esas cosas, qué haces luego con ellas, cómo se metió Sheila en todo esto y por qué cojones hay más de sesenta mil dólares en un sobre en mi puta casa, joder! Quiero saber por qué tenía Sheila este dinero, por qué se lo diste, qué se suponía que debía hacer con él. ?Quiero saber qué co?o pasó ese último día! Quiero saber qué hizo Sheila, adónde fue, a quién vio, justo hasta el momento en que detuvo el coche en mitad de esa salida. Eso es lo que quiero que me digas, Belinda. Eso es lo que quiero saber.
En cuanto terminé con mi invectiva, la oí llorar.
—No tengo todas esas respuestas, Glen.
—Pues dame las que tengas. Aquí tengo mucho dinero que quemar.
Sollozó.
—Los Slocum fueron los primeros que se metieron en esto. Darren paró a un tipo que iba conduciendo una camioneta en dirección a Boston una noche, por saltarse el límite de velocidad o algo así. Y al registrar el vehículo, se encuentra con que está lleno de bolsos. De imitación, ?sabes?
—Sí.