El accidente

—El sobre. ?Lo has encontrado? ?Por eso querías llamarme?

 

Hacía mucho que no pensaba en eso.

 

—No, es por otra cosa.

 

Pareció aún más afectada que cuando habíamos visto a las ni?as consolándose una a la otra.

 

—?Qué? —preguntó George al volver a mirarnos.

 

—Nada —dijo Belinda—. Solo estaba… Glen, me he alegrado de verte. —En su voz no había nada que hiciera pensar que fuera así.

 

Se llevó a George en otra dirección para mezclarse con la gente. Tuve la sensación de que Belinda sabía perfectamente de qué quería hablar con ella. Quería dedicarle unas cuantas palabras excelsas acerca de su decisión de ayudar a Bonnie Wilkinson a machacarme económicamente.

 

Me quedé allí de pie, sin nadie a quien reconociera a primera vista para hablar. Había varios hombres altos, de espaldas anchas y con el pelo corto, hablando juntos. Compa?eros de la policía (no había que ser un genio para darse cuenta). Pero Darren no estaba entre ellos. Me acerqué a una mesa en la que habían preparado un poco de café y mi hombro chocó con el de una mujer de color, algo bajita, que iba a hacer lo mismo que yo.

 

—Perdone —dije.

 

—No importa —contestó—. Me parece que no nos conocemos.

 

—Glen Garber. —Dejé mi taza con platito para poder darle la mano.

 

—Rona Wedmore —dijo ella.

 

—?Era amiga de Ann?

 

Dijo que no con un gesto.

 

—No llegué a conocerla. Soy del cuerpo de policía de Milford. —Inclinó la cabeza en dirección a los hombres en los que acababa de fijarme—. No trabajo directamente con Darren, pero de vez en cuando coincidimos. Soy detective.

 

—Encantado de conocerla —dije, y luego a?adí—: Siempre me ha parecido tonto decir ?Encantado? o ?Un placer? en ocasiones como esta.

 

Rona Wedmore asintió con comprensión.

 

—Es verdad. —Me miró con curiosidad—. ?Cómo me ha dicho que se llamaba?

 

—Garber. Glen Garber.

 

—Su hija se quedó a dormir en casa de los Slocum esa noche.

 

Me pregunté cómo sabía eso y si estaría involucrada de alguna forma en la investigación del accidente.

 

—Bueno, Kelly iba a quedarse a dormir, pero al final no se quedó. —Como Rona Wedmore entornó los ojos, a?adí sin demasiada convicción—: No se encontraba bien.

 

—?Ya está mejor?

 

—Sí, bueno, también está afectada. Emily es su amiga.

 

—?Era esa su hija? ?Era Kelly la que antes…?

 

—Sí.

 

—Parece que la muerte de la madre de su amiga la ha afectado mucho —dijo la detective.

 

—También ella perdió a su madre, mi mujer, Sheila, hace unas semanas.

 

—Lo acompa?o en el sentimiento. Su esposa… —Wedmore parecía estar procesando la información, intentando recuperar datos enterrados en su cabeza.

 

—Un accidente.

 

—Sí. Sí, ya sé cuál.

 

—No fue en Milford.

 

Asintió.

 

—Pero estoy al tanto.

 

—Primero Sheila, ahora Ann —comenté—. Creo que las ni?as son las que más lo sufren. Hablando de las ni?as, voy a buscar a la mía, si me disculpa.

 

Wedmore sonrió mientras yo me alejaba. Con mi café en la mano, me abrí paso entre la gente y fui hacia la puerta. Pensaba que a lo mejor las encontraría en el vestíbulo, pero no estaban allí. La funeraria tenía varias salas de duelo más y, por lo que pude ver, la única que estaba ocupada era la de los Slocum. Avancé por el pasillo, asomando la cabeza en una sala, luego en otra. Oí a alguien correteando detrás de mí y entonces vi a Emily. Estaba sola.

 

—?Emily! —llamé en voz baja.

 

Dio media vuelta.

 

—Hola, se?or Garber.

 

—?Dónde está Kelly? ?No está contigo?

 

La ni?a dijo que no con la cabeza y se?aló a una puerta cerrada.

 

—Está ahí dentro. —Y entonces se fue corriendo.

 

En la puerta decía COCINA y, en lugar de pomo, tenía una plancha de latón. Empujé y la puerta cedió sobre sus bisagras de vaivén. Era más grande que una cocina estándar, sin duda la utilizaban para preparar el catering de reuniones que exigían algo más que un poco de café.

 

—?Kelly? —llamé.

 

Entré en la sala y vi a mi hija sentada en una de las encimeras, con las piernas colgando por el borde. Delante de ella estaba Darren Slocum. Debía de haber levantado él mismo a Kelly para que pudiera estar subida ahí arriba, mirándole casi a la altura de los ojos.

 

—Glen —dijo él.

 

—Papá —dijo Kelly, con los ojos muy abiertos.

 

—?Qué co?o estás haciendo? —pregunté mientras acortaba la distancia que me separaba de Slocum.

 

—Solo estábamos hablando —me dijo—. Solo quería hacerle a Kelly unas preguntas acerca de…