El accidente

 

—Es interesante, eso sin duda —dijo Edwin Campbell, sentado en su despacho de abogado. Se quitó las gafas de montura metálica y las dejó junto a los papeles que yo le había entregado un par de horas antes. Sacudió la cabeza—. Un poco traído por los pelos, creo, pero muy interesante.

 

—O sea que estás diciendo, ?qué?, ?que no tengo de qué preocuparme? —pregunté, inclinándome hacia delante en la silla tapizada de cuero.

 

Edwin había sido el abogado de mi padre durante a?os, y yo seguía acudiendo a él, no solo por tradición familiar y lealtad, sino porque sabía lo que se hacía. Lo había llamado para explicarle lo de la demanda justo después de que me hicieran entrega de la notificación y él enseguida había accedido a recibirme en su despacho.

 

—Bueno, tampoco diría tanto —repuso Campbell—. Hay muchos casos de da?os y perjuicios que han tardado a?os en resolverse y que le han costado a la gente una cantidad considerable de dinero para defenderse. Así que vamos a tener que responder a esto. Tendrán que presentar pruebas de que conocías el problema de Sheila con el alcohol y de que era muy probable que supieras que conduciría en estado de embriaguez.

 

—Ya te he dicho que yo jamás vi…

 

Edwin me hizo callar con un gesto de la mano.

 

—Ya sé lo que me has dicho. Y te creo, pero también pienso…, y seguro que ya lo has hecho…, pero también pienso que tienes que repasar todo lo que recuerdes de Sheila una vez más. ?Hay algo que tal vez se te pasara por alto, algo a lo que quizá no prestaste atención porque no querías reconocerlo? ?Algo que no quisieras admitir ni siquiera para ti? Este es el momento para ser sincero contigo mismo, por muy doloroso que sea. Porque si hay algo, aunque sea un peque?o indicio de prueba, que pueda sugerir que tú podrías haber supuesto razonablemente que Sheila era capaz de hacer lo que hizo, tenemos que admitirlo y enfrentarnos a ello.

 

—Ya te lo he dicho. No hay nada.

 

—?Nunca viste a tu mujer bajo los efectos del alcohol?

 

—?Qué? ?Nunca?

 

—Es lo que te he preguntado.

 

—Bueno, claro que sí, mierda, en alguna ocasión bebió lo bastante como para que le afectara. ?Quién no?

 

—Describe esas ocasiones.

 

—No sé: en Navidad, en reuniones familiares. Quizá en algún aniversario, si habíamos salido a cenar. En fiestas.

 

—?O sea que Sheila tenía la costumbre de beber demasiado en todos esos acontecimientos?

 

Parpadeé.

 

—?Por el amor de Dios, Edwin!

 

—Solo estoy haciendo de abogado del diablo, Glen. Pero ya ves lo deprisa que se pueden volver en tu contra estas cosas. Yo sé, y tú también, que hay un abismo enorme entre tomarse un par de copas en Navidad y coger el volante cuando no se debería. Pero todo lo que necesita Bonnie Wilkinson para empezar a construir su caso es un pu?ado de testigos de esas ocasiones en las que tú también estuvieras presente.

 

—Bueno, pues eso le va a costar bastante —dije.

 

—?Qué me dices de Belinda Morton?

 

—?Qué? Belinda era amiga de Sheila. ?Qué pasa con ella?

 

—He hecho un par de llamadas antes de que vinieras, una a Barnicke and Trundle, el bufete que lleva este asunto para la se?ora Wilkinson, y no les ha dado miedo destapar alguna carta e insinuarme que podríamos preferir cerrar un acuerdo antes de que esto llegue a los tribunales.

 

—?De qué me estás hablando?

 

—Ya tienen una declaración de la se?ora Morton diciendo que, cuando ella, Sheila y otra mujer salían a comer, se ponían bastante finas.

 

—A lo mejor se tomaban alguna copa. Sheila siempre llamaba a un taxi para volver a casa cuando salía con ellas. Normalmente ya se iba en taxi, porque sabía que a lo mejor bebía un poco.

 

—?Ah, sí? —dijo Edwin—. ?O sea que salía a comer plenamente consciente de que iba a beber mucho?

 

—No es que volviera borracha. Solo lo pasaban bien comiendo juntas. Estás exagerándolo muchísimo.

 

—No seré yo el que lo haga. —Se quedó callado—. También está eso otro de la marihuana.

 

—?De la qué?

 

—Por lo visto, Belinda ha dicho que ella y Sheila fumaban.

 

—?Que Belinda ha dicho eso? —?Esa mujer, que se suponía que era amiga de mi esposa?

 

—Eso dicen. Por lo que he entendido, se refieren solo a un único incidente. Hace un a?o, en casa de los Morton, en el jardín de atrás. Por lo visto, el marido llegó y se alteró mucho al encontrarse con esa escena.

 

Yo no hacía más que mover la cabeza sin poder creerlo.

 

—?Qué está intentando hacernos Belinda? ?A Kelly y a mí?

 

—No lo sé. Para concederle el beneplácito de la duda, puede que no se diera cuenta de las consecuencias de sus comentarios cuando los hizo. Me ha parecido entender que ha sido su marido, George, el que ha considerado que Belinda tenía la obligación de colaborar con sus declaraciones.