—?Por qué no las volviste a dejar en su sitio cuando la se?ora Slocum te dejó sola en la habitación?
—Estaba asustada. Me obligó a quedarme allí de pie, en medio de la habitación, y si me encontraba en el armario cuando volvía a entrar, pensaba que me metería en más líos aún.
Le di un abrazo.
—No pasa nada.
—?Y si las metemos en una caja y se las enviamos por correo al se?or Slocum pero no pones en la caja quién se las envía?
Sacudí la cabeza.
—A veces la gente pierde cosas. Si el se?or Slocum sabe que existen, seguramente no las buscará hasta pasado un tiempo.
—Pero ?y si un delincuente entra en su casa de noche y el se?or Slocum va a buscar el bolso para coger las esposas y detenerlo hasta que llegue la policía?
Fue un alivio no tener que explicarle para qué, exactamente, creía yo que habían usado esas esposas en concreto.
—Seguro que eso no sucederá —dije para tranquilizar a mi hija—, y no vamos a hablar más de esto.
Eché a Kelly de allí y fui a guardar las esposas en el cajón de mi mesita de noche. A lo mejor, cuando fuera el día de tirar la basura, las metería en la bolsa con todos los desperdicios y me desharía de ellas. Supuse que, si esas esposas estaban en el bolso de Ann Slocum, no solo su marido desconocía su existencia, sino que en casa de los Slocum nadie las usaba para nada. No me extra?aba que Ann no quisiera que Kelly le contara a su marido lo de la llamada.
Me pregunté qué mu?ecas serían esas que le preocupaban tanto.
Por la ma?ana llevé a Kelly al colegio en coche.
—Y también vendré a buscarte —le dije.
—Vale. —Era lo que habíamos estado haciendo toda la semana anterior, desde que Kelly había vuelto a ir a clase tras la muerte de Sheila—. ?Cuánto tiempo más vas a hacer esto?
—Una temporada.
—Me parece que pronto podré volver a coger la bici.
—Seguramente, pero lo haremos así un tiempo más, si a ti te parece bien.
—Vale —dijo, con una ligera decepción en la voz.
—Y si el se?or Slocum se presenta en el colegio y dice que quiere verte, no hables con él. Si viene, ve a buscar a un profesor.
—?Por qué iba a hacer eso? ?Por las esposas?
—Mira, no creo que haga nada, pero solo por si acaso. Y no vamos a hablar más de esas esposas, y tampoco les vas a contar nada de ellas a tus amigos.
—?Ni siquiera a Emily?
—Sobre todo a Emily. A nadie, ?me has entendido?
—Vale. Pero puedo hablar con Emily de otras cosas, ?verdad?
—Hoy no irá al colegio. Supongo que tardará unos días en volver.
—Pero de todas formas puedo hablar con ella por internet.
Desde luego. Yo ya pensaba como alguien de otro siglo.
—?Vamos a ir al velatorio? —preguntó Kelly; una palabra que no conocía hacía un mes—. Emily me ha dicho que hoy hay un velatorio y que quiere que vaya.
No estaba muy seguro de que fuera una buena idea. Para empezar, me preocupaba que aquello afectara demasiado a Kelly. Ya había tenido que asistir al funeral de su propia madre y se había pasado casi todo el rato llorando. Me preocupaba cómo iba a reaccionar teniendo otro entierro tan pronto. Y, en segundo lugar, no quería que estuviera cerca de Darren Slocum.
—No lo sé, cielo.
—Tengo que ir —insistió—. Al velatorio.
—No, no tienes que ir. La gente lo entenderá, si no vas.
—?Quieres decir qué pensarán que no quería ir? Porque eso no es verdad. Yo no quiero que la gente piense que soy una gallina.
—No eres una… No es eso lo que pensarán.
—Sí que lo pensarán. Yo pensaría que soy una mariquita por no ir.
—?Una qué?
Se ruborizó.
—Una gallina. Y, además, Emily y sus padres vinieron al funeral de mamá.
En eso tenía razón. Los Slocum habían estado allí. Pero desde entonces las cosas habían cambiado mucho y la situación entre los Slocum y nosotros era diferente.
—Si no voy, seguro que Emily me odiará para siempre —dijo—. Si eso es lo que quieres, entonces supongo que no iré.
Me volví hacia ella.
—?A qué hora empieza el velatorio?
—A las tres.
—Vale, pasaré a buscarte al cole a las dos. Iremos a casa, nos cambiaremos y luego iremos al velatorio. Pero este es el trato: te quedarás todo el rato a mi lado. No quiero perderte de vista. ?Está claro?
Kelly asintió.
—Clarísimo. Y no olvides tu promesa, ?eh?
Ya habíamos llegado al colegio. Paré junto a la acera.
—No me olvidaré.
—?Sabes a qué me refiero?
—Sí. Lo de buscar otro colegio para ti.
—Vale, solo quería asegurarme.
Desde ahí me fui al trabajo y le dije a Sally que le había dejado unos cuantos mensajes anotados.
—Hecho —me dijo.
—Y también hay algunos mensajes de voz más…
—Hecho también —dijo—. Bueno, en algunos sitios todavía no había nadie, pero les he dejado un mensaje.
—?Alguien pidiendo presupuestos? —pregunté.