El accidente

—A lo mejor había algo que le preocupaba —repuse.

 

Ya había sacado la lasa?a del horno y se estaba enfriando encima de los fogones. Kelly la inspeccionó y arrugó la nariz.

 

—Se supone que debería tener salsa por encima —dijo.

 

—Bueno, pues yo le he puesto queso en lugar de salsa.

 

Cogió un tenedor del cajón de los cubiertos y lo clavó en el centro.

 

—?Dónde está el ricotta? ?Lleva queso ricotta?

 

—?Ricotta? —pregunté.

 

—Además, has utilizado una fuente que no es la de la lasa?a —insistió mi hija—. Si la has hecho en una fuente diferente, tendrá un sabor raro.

 

—Es la única que he encontrado. Bueno, ?quieres comértela o no?

 

—No tengo hambre.

 

—Pues yo voy a probarla. —Me serví un poco en un plato y cogí un tenedor del cajón. Kelly se sentó a mirarme, como si fuera un experimento científico o algo así.

 

—Ha pasado una cosa que te hará enfadar —dijo.

 

—?Qué ha sido?

 

—La abuela me ha llevado a ver un par de escuelas a las que podría ir. Pero solo he podido verlas desde fuera porque es fin de semana.

 

—No estoy enfadado.

 

—Si fuese al cole en Darien, ?vendrías tú a vivir conmigo a casa de la abuela y Marcus? Mi habitación es muy grande. Podrían poner otra cama allí dentro. Pero entonces no podrías roncar.

 

—No vas a ir al cole en Darien —dije—. Buscaré algún otro colegio aquí, en la ciudad, si es que todavía quieres cambiarte.

 

Kelly lo pensó un momento.

 

—Y… ?el padre de Emily estuvo aquí ayer? —dijo entonces.

 

—Eso es.

 

—?Vino a darnos una invitación para el funeral?

 

—No. Además, no es exactamente así como funciona. La gente no va por ahí invitando… No nos preocupemos por eso ahora.

 

—Entonces ?para qué vino?

 

—Quería asegurarse de que estabas bien. Como eres la mejor amiga de Emily…

 

Kelly asimiló esa información, pero de todas formas parecía inquieta.

 

—?No quería nada más?

 

—?Como qué? —pregunté.

 

—?No quería recuperar nada?

 

Fijé la mirada en ella.

 

—?Como qué?

 

De pronto Kelly parecía muy angustiada.

 

—No lo sé.

 

—Kelly, ?qué podía querer recuperar?

 

—Ya me he metido en un lío gordo por estar en su habitación. No quiero meterme en más líos.

 

—No te has metido en ningún lío.

 

—Pero me meteré en uno seguro —dijo mientras se echaba a llorar.

 

—Kelly, ?te llevaste algo del dormitorio de los Slocum?

 

—Fue sin querer —se excusó.

 

—?Cómo pudiste llevarte algo sin querer?

 

—Cuando estaba en el armario, había un bolso junto a mi pie que me molestaba, así que al ir a retirarlo y ver que dentro había una cosa que hacía ruiditos, lo saqué, pero estaba demasiado oscuro para ver qué era, así que me lo metí en el bolsillo.

 

—Kelly, por el amor de Dios.

 

—Solo quería saber qué era, y esperaba a que Emily me encontrara y hubiera luz para ver lo que era. Pero como no entró Emily, sino su madre, pues se quedó en mi bolsillo. Y entonces, como abultaba mucho, pues me puse la mano delante del bolsillo para taparlo cuando la se?ora Slocum me obligó a quedarme en la habitación.

 

Cerré los ojos con cansancio.

 

—?Qué era? ?Una joya? ?Un reloj? —Sacudió la cabeza—. ?Lo tienes todavía? ?Está aquí?

 

—Lo he escondido en mi bolsa de los zapatos. —Tenía los ojos grandes y llorosos.

 

—Ve a buscarlo.

 

Corrió a su habitación y volvió a bajar en menos de un minuto, sujetando por el cordel de cierre una bolsa de algodón azul con un velero estampado.

 

Me la dio. Lo que fuera que había dentro pesaba más de lo que yo había esperado. Sentí el objeto a través de la tela antes de abrir la bolsa y supuse que Kelly se había marchado de casa de los Slocum con un par de pulseras.

 

Metí la mano dentro y las saqué. Pesadas, brillantes y relucientes, con un acabado niquelado.

 

—Son unas esposas —me informó Kelly.

 

—Sí —dije—. Eso son.

 

 

 

 

 

Capítulo 19

 

 

—?Crees que el se?or Slocum vino aquí porque quería recuperarlas? —preguntó Kelly—. ?Estás seguro de que no te preguntó por ellas?

 

—Estoy segurísimo de que no. —Estaba examinando las esposas, que tenían una llave minúscula pegada con un trozo de celo. Le devolví a Kelly la bolsa de los zapatos—. Si estaban en el bolso de su mujer, puede que él ni siquiera supiera que las tenía.

 

—Ella no es policía.

 

—Ya lo sé.

 

—Pero puede que ayudara al se?or Slocum cuando hacía de policía.

 

—Supongo que es posible.

 

—?Se las vas a devolver? —preguntó. Sonaba asustada.

 

Respiré hondo.

 

—No —dije—. Creo que nos olvidaremos de esto y ya está.

 

—Pero es que hice una cosa mala —dijo Kelly—. Es como si las hubiera robado, pero en realidad no ha sido así. Yo solo quería que la madre de Emily no se enterara de que se las había cogido del bolso.