El accidente

—Como solía decir mi padre, cada cual juega con las cartas que tiene.

 

—?Sabes lo que solía decir el mío? —contraatacó Marcus.

 

—Me rindo.

 

—Esa se?ora de ahí tiene un culo espectacular. —Dio una suave palmada sobre la mesa—. A mí me parecía muy gracioso.

 

—Lo siento, Marcus. últimamente no estoy de humor para chistes.

 

—Ya lo sé. Perdóname. Es que me has hecho pensar en mi viejo. Era un hijo de perra. —Sonrió con nostalgia—. Y aun así, mi madre siempre se lo perdonaba todo. Supongo que porque, muy en el fondo, por mucho que se esforzara para hacernos pensar lo contrario, nos quería. —Su sonrisa pareció desvanecerse y entonces lo vi algo perdido.

 

Como se quedó callado, dije:

 

—Supongo que algo te ronda la cabeza.

 

—Sí, supongo que sí.

 

—Algo de lo que no quieres hablar con Fiona. —Sí con la cabeza—. ?Quiere eso decir que tiene que ver con mi suegra?

 

—Estoy preocupado por ella —dijo—. Se está tomando todo esto muy a la tremenda. Perder a su hija y demás.

 

—Por suerte, tiene a quien echarle la culpa: a mí. Eso debe de ayudar.

 

Marcus sacudió la cabeza.

 

—Delante de ti nunca lo demostraría, pero yo creo que se culpa a sí misma tanto como a ti. Quizá más.

 

Saqué la botella de whisky y dos vasos. Nos serví dos dedos a cada uno y le pasé un vaso. él lo vació de golpe. Yo no tardé mucho más.

 

—Sigue —le dije.

 

—Se mete en el dormitorio y cierra la puerta y la oigo llorar ahí dentro. Una vez la oí decir, entre sollozos, que era culpa suya. Le pregunté por ello más tarde y negó haber dicho nada parecido, pero yo creo que se ha estado preguntando a sí misma lo mismo que te pregunta a ti: ?por qué no vio las se?ales?, ?por qué no se dio cuenta de que a Sheila le pasaba algo?

 

—A mí nunca me ha parecido que esté dispuesta a compartir conmigo ni un poco de esa culpa con la que tengo que cargar.

 

—Fiona puede ser una mujer difícil —dijo Marcus—. Eso ya lo sé, Glen. Pero debajo de ese exterior tan duro, tiene un corazón.

 

—Seguramente se lo arrancó a alguien del pecho para hacerse con uno —comenté.

 

Torció el gesto.

 

—Sí, bueno. —Sacudió la cabeza—. Hay algo más.

 

—?Sobre Fiona?

 

—Sobre Fiona. —Hizo una pausa—. Y Kelly.

 

—?Qué?

 

—Un par de cosas, en realidad. Primero, esa idea que tiene Fiona de que Kelly viva con nosotros entre semana y vaya a una escuela de Darien. A mí me parece bien, pero…

 

—Eso no va a suceder —dije, dejando las cosas claras—. No quiero que esté fuera de casa cinco días de cada siete. Es algo que no entra en mis planes.

 

—Bueno, yo estoy más o menos de acuerdo contigo, pero por un motivo diferente.

 

—?Qué motivo?

 

—Fiona tiene problemas de dinero.

 

Me serví otro whisky. Marcus me tendió su vaso y yo lo complací.

 

—?Qué sucede, Marcus?

 

—Supongo que has oído hablar de ese tal Karnofsky.

 

El genio inversor de Wall Street que montó esa estafa piramidal a gran escala. Muchísima gente perdió millones de dólares y no iba a recuperar ni un solo centavo.

 

—Veo las noticias —dije.

 

—Fiona tenía gran parte de su dinero invertido en esa empresa.

 

—?Cuánto?

 

—Como un ochenta por ciento.

 

Sentí que mis cejas salían disparadas hacia arriba.

 

—?Cuánto ha perdido?

 

—No comparte conmigo todos los detalles sobre sus finanzas, pero, por lo que yo sé, estamos hablando de unos dos millones, mil arriba mil abajo.

 

—La madre que me parió.

 

—Sí.

 

—Y ?qué va a hacer?

 

—Aunque pierda esos dos millones, no se morirá de hambre. Pero va a tener que recortar bastante en gastos. Todavía le queda parte de sus ahorros, pero sabe que tendrán que durarle unos cuantos a?os más. Así que, cuando empezó a hablar de enviar a Kelly a una escuela privada… Glen, ?te haces una idea de lo que cuestan esas escuelas?

 

—Más de lo que cobro yo por construir una casa cada semestre.

 

—Más o menos. Así que, si no te gusta la idea, creo que solo tienes que insistir un poco. En cierto modo, para ella también será un alivio. Se habrá ofrecido y se sentirá bien por ello, pero tendrá que acatar lo que tú digas.

 

—Antes has dicho que había un par de cosas.

 

—Sí, bueno, ayer Fiona estuvo presionando bastante a Kelly para enterarse de lo de la otra noche en casa de su amiga y lo que sucedió allí.

 

—?Ah, sí? ?Por qué?

 

—No lo sé, pero Kelly se puso nerviosa. Me tuve que poner firme con Fiona y decirle que aflojara un poco. La ni?a ya ha sufrido bastante, y Fiona no estaba siendo precisamente de ayuda al someterla a ese pu?etero interrogatorio.

 

—?Por qué haría algo así? —pregunté.

 

Marcus vació su segundo whisky y dijo:

 

—Ya conoces a Fiona. Siempre tiene algún plan oculto.

 

Cuando Kelly bajó de su habitación, no le importó demasiado que Marcus se hubiera marchado sin despedirse de ella.

 

—Parecía cansado —comentó—. Me dijo que hablaríamos de muchas cosas, pero casi no me ha dicho nada.