Todavía me daba vueltas la cabeza por la noticia de que, según parecía, Ann Slocum había muerto, cuando oí un coche que entraba en nuestro camino de entrada. Aparté un poco la cortina y vi a Marcus al volante de su Cadillac. Fiona iba sentada a su lado.
—Mierda —dije. Antes de la muerte de Sheila, Kelly se quedaba en su casa uno de cada seis fines de semana. Si me habían informado de que ese era uno de esos fines de semana, se me había olvidado por completo. Estaba desconcertado. Ni Kelly ni yo habíamos visto a Fiona ni a Marcus desde el funeral. Yo había hablado con mi suegra por teléfono unas cuantas veces, pero solo hasta que Kelly descolgaba el supletorio. En todas esas ocasiones, Fiona había dejado muy claro que apenas conseguía mostrarse educada conmigo. Su desprecio hacia mí era como un zumbido que colapsaba la línea telefónica.
Subí la escalera a saltos y asomé la cabeza en la habitación de Kelly. Aún seguía dormida.
—Eh, nena —exclamé.
Se dio media vuelta en la cama y abrió un ojo, luego el otro.
—?Qué pasa?
—Alerta, la abuela. Fiona y Marcus están aquí.
Se sentó en la cama en menos de medio segundo.
—?Aquí?
—?Sabías algo de que iban a venir hoy?
—Hummm…
—Porque yo estoy seguro de que no. Será mejor que te des prisa, cielo.
—Creo que se me había olvidado.
—?Lo sabías?
—Puede, más o menos.
Le lancé una mirada.
—Puede que hablara con la abuela por Skype —confesó—, y puede que le dijera que estaría bien que viniera a verme, pero no le dije ningún día en concreto. Eso creo.
—Como te decía, será mejor que te des prisa.
Kelly se escurrió de entre debajo de las sábanas justo cuando sonaba el timbre de la entrada. La dejé sola vistiéndose y bajé a abrir la puerta.
Fiona estaba al frente, tiesa como una vara y con una expresión pétrea. Marcus asomaba justo por detrás de ella, con cara de sentirse incómodo.
—Glen —dijo mi suegra. Su voz habría podido cortar el hielo.
—Hola, Glen —saludó Marcus—. ?Cómo estás?
—Qué sorpresa.
—Hemos venido a ver a Kelly —dijo Fiona—. Para ver qué tal le va. —Su tono daba a entender que dudaba de que a mi hija le fuera bien.
—?Este era uno de esos fines de semana?
—?Es que necesito que sea uno de ?esos fines de semana? para ver a mi nieta?
—Podríamos no haber estado en casa, y me daría mucha rabia que hubieseis venido para nada. —A mí eso me sonó bastante razonable, pero Fiona se puso colorada.
Marcus se aclaró la garganta.
—Hemos pensado probar a ver.
Me hice atrás con la intención de dejarles sitio para pasar.
—?Has estado hablando con Kelly por internet? —le pregunté a Fiona.
—Hemos charlado varias veces —contestó—. Estoy muy preocupada por ella. Puedo imaginar muy bien por lo que está pasando. Cuando Sheila perdió a su padre, era mayor que Kelly ahora, pero aun así le resultó muy duro.
—La autopista ha sido una pesadilla —dijo Marcus, todavía intentando distender el ambiente—. Parece que estén levantando las carreteras de medio país.
—Sí —comenté—. En efecto.
—Mira —dijo—, yo ya le he dicho a Fiona que, bueno, a lo mejor no era muy buena idea esto de presentarnos sin llamar antes o…
—Marcus, no te disculpes por mí. Tengo que hablar de un tema contigo, Glen —dijo Fiona en un tono que podría haber utilizado MacArthur al recibir la rendición japonesa.
—?Qué quieres?
—Kelly me ha dicho por Skype que no le está yendo muy bien en el colegio.
—A Kelly le va bien. Sus notas son incluso un poco mejores que las del a?o pasado.
—No estoy hablando de sus notas. Estoy hablando de su situación social.
—?Qué le pasa?
—Tengo entendido que los demás ni?os se están portando muy mal con ella.
—No han sido días fáciles para Kelly.
—Sí, bueno, ya me lo imagino, teniendo en cuenta que el ni?o que murió en el accidente era un compa?ero de su mismo colegio. La están torturando. Ese no es un buen ambiente para la ni?a.
—Te ha dicho eso de que los ni?os la llaman ?Borracha?.
—Sí. O sea, que tú también lo sabes.
—Claro que lo sé.
—Y si lo sabes, ?por qué no has hecho algo para solucionarlo?
Sentí ese hormigueo conocido en la nuca. No quería discutir de eso con ella, pero tampoco podía dejar que se saliera con la suya.
—Ya estoy haciendo algo para solucionarlo, Fiona. Quédate tranquila.
—?La vas a cambiar de colegio?
—Fiona, Kelly no me había dicho nada hasta ayer por la noche. No sé cómo eran las cosas en la escuela a la que ibas tú, pero en Milford los colegios no están abiertos los fines de semana. De todas formas, me pondré en contacto con el director a primera hora el lunes por la ma?ana.
Fiona me fulminó con la mirada unos instantes y luego miró para otro lado. Cuando volvió a encontrarse con mis ojos, parecía haber hecho un esfuerzo por suavizar su expresión.
—He tenido una idea que podría evitarte tener que hacer eso, Glen.
—?Qué idea es esa?
—Marcus y yo hemos hablado de la posibilidad de que Kelly vaya a una escuela de Darien.
Marcus me dirigió otra mirada incómoda. Estaba bastante claro que la idea no había salido de él.