El accidente

—Aquí está muy bien pegada —dijo.

 

—?Estás segura de que esto te parece bien? —pregunté.

 

Me miró y asintió con la cabeza. Tenía los ojos tristes, pero también veía en ellos seguridad.

 

—Creo que es lo que mamá querría que hiciéramos —dijo—. Le gustaba ayudar a la gente.

 

—Sí —dije—. Es lo que hacía siempre. —Miré dentro del vestidor casi vacío—. Me parece que esta ya es la última. Será mejor que la bajemos a la puerta. Dijeron que el camión pasaría entre las diez y las doce.

 

Bajé la caja y la dejé junto a las otras cuatro de tama?o similar que había dejado ya en la puerta de entrada. Supongo que podríamos haberlo metido todo en bolsas de basura, pero no me parecía correcto. Yo quería que sus cosas estuvieran bien dobladas; no me apetecía que llegaran a su destino hechas un rebujo.

 

—?Crees que le darán algo a aquella indigente de Darien? —preguntó Kelly.

 

—No lo sé —contesté—. A lo mejor no. Pero seguro que se lo darán a alguien de aquí, de Milford, y si el otro día no hubiéramos visto a aquella mujer y no hubiéramos sentido compasión por ella, entonces habría alguien de nuestra ciudad que no estaría recibiendo todo esto.

 

—Pero ?y esa mujer?

 

—A lo mejor alguien de Darien habrá visto a una persona que necesita ayuda en Milford, o New Haven, o Bridgeport. Así que, cuando done algo de ropa, irá a parar a esa mujer.

 

Vi que Kelly no estaba muy convencida.

 

Entre los dos sacamos las cinco cajas al escalón de la entrada. Mi hija se enjugó la frente teatralmente cuando acabamos.

 

—?Puedo sacar la bici? —preguntó. últimamente yo había estado muy protector y no dejaba que se alejara mucho.

 

—Sí, pero solo por aquí, por la calle. Donde yo pueda verte.

 

Asintió. Fue hacia el garaje, que estaba abierto, y sacó su bicicleta.

 

—El padre de Emily ha salido del hospital —me dijo.

 

—Ya me he enterado.

 

—Al final se van a ir a vivir a otro sitio. El padre de Emily tiene familia en Ohio, así que seguramente se irán allí. ?Ohio está lejos?

 

—Bastante.

 

No parecía que eso la pusiera muy contenta.

 

—?Crees que finalmente vendrá la abuela?

 

—Eso ha dicho. He pensado que podríamos salir todos a cenar.

 

Fiona también se trasladaba, pero no a Ohio. Se había comprado un apartamento en Milford para poder estar cerca de nosotros. Cerca de Kelly, al menos. No había regresado a su casa desde el incidente. Había estado viviendo en un hotel. Había puesto su casa a la venta y pensaba contratar a una empresa de mudanzas para que se ocuparan de todo y no tener que volver a poner un pie allí. También había iniciado los trámites para divorciarse de Marcus, que, en cuanto saliera del hospital, iba a trasladarse a una bonita celda mientras la fiscalía preparaba su acusación por el homicidio de Ann Slocum. De momento, nadie había corrido a pagarle la fianza.

 

No se habían presentado cargos contra Fiona por agredir a Marcus, y no era probable que sucediera. Además, al final resultó que, si la hubieran acusado, habría tenido dinero de sobra para pagar al mejor abogado. Marcus me había mentido al decirme que había perdido dinero en aquella enorme estafa piramidal. Solo quería evitar que Kelly fuese a vivir con ellos y supuso que, si yo creía que Fiona no podía permitirse llevar a Kelly a una escuela privada, me aseguraría de que eso no ocurriera.

 

Kelly se puso el casco, abrochó los cierres, se montó en la bici y pedaleó hasta la calle. Allí torció a la izquierda y le dio a los pedales como una loca.

 

Estaba claro que era hija de su madre. Suya había sido la idea de donar las cosas de Sheila a una de las agencias de la ciudad que hacían llegar ropa a los desfavorecidos. Había unas cuantas cosas que tanto ella como yo queríamos conservar. Las joyas de Sheila, si es que podían llamarse así. No era una mujer de diamantes, aunque a lo mejor lo habría sido si yo se los hubiera comprado más a menudo. También había un jersey de cachemir rojo que Kelly decía que siempre le había gustado porque era muy suave cuando le rozaba las mejillas, acurrucada junto a su madre en el sofá para ver la tele. Kelly quería guardarlo.

 

No quiso conservar ninguno de los bolsos.

 

Mi hija había vuelto al colegio, donde las cosas iban mucho mejor. Los periódicos y las noticias habían tenido mucho que ver en ello. En cuanto se supo la verdad, en especial el hecho de que Sheila no había sido la culpable de las muertes de la familia Wilkinson, los demás ni?os dejaron de meterse con ella. Bonnie Wilkinson también retiró su demanda por quince millones de dólares. Ya no había caso.