—?Qué va a suceder con él?
—Ha dejado el cuerpo y tiene un buen abogado. Se ha ofrecido a contar todo lo que sabe sobre las actividades de Sommer, lo que sabe de la gente para quien trabajaba. Espero que, si aun así lo condenan a la cárcel, sea solo por unos cuantos meses. Después de eso, podrá ocuparse de Emily. La quiere más que a nada en el mundo.
—Claro. Bueno. Espero que todo salga bien, por Emily. Vendré a buscar a Kelly dentro de un par de horas. ?Te parece bien?
—Perfecto.
Volví a la furgoneta, pero no fui directo a casa. Antes necesitaba hacer otra parada.
Unos cinco minutos después ya había aparcado delante de otra casa. Caminé hasta la puerta y llamé al timbre.
Sally Diehl me abrió unos segundos después. Llevaba puestos unos guantes de cocina con los que sujetaba una pistola de silicona.
—Tenemos que hablar —dije.
Capítulo 62
—Tienes que volver. Te necesito.
—Ya te dije que lo dejo —repuso Sally.
—Cuando estaba metido en aquel lío, el otro día, cuando necesitaba ayuda mientras iba a buscar a Kelly, fuiste tú a quien llamé. Tú siempre eres la que sabe cómo hacer las cosas. Siempre has sido mi chica salvavidas, Sally. No quiero perderte. Garber Contracting se está viniendo abajo y te necesito para conseguir mantenerlo a flote.
Permaneció allí inmóvil. Se apartó un mechón de pelo que le había caído delante de los ojos.
—?Qué haces con esa pistola de silicona? —pregunté.
—Estoy intentando acabar la ba?era. Theo me estaba renovando el ba?o, pero no tuvo tiempo de terminarlo.
—Déjame entrar.
Sally me miró un segundo más, después abrió la puerta del todo.
—?Dónde está Kelly?
—En casa de Emily. Van a cenar pizza.
—?Es la hija del poli al que dispararon?
—La misma.
Sally me preguntó qué había sucedido en realidad en casa de Fiona y yo la informé de todo, aunque no era algo de lo que me apeteciera hablar.
—Madre mía —dijo. Había dejado la pistola de silicona, se había quitado los guantes y se había sentado a la mesa de la cocina. Yo estaba apoyado contra la encimera.
—Sí, no es para tomárselo a broma —dije. Me froté las sienes con los dedos—. Caray, no veas cómo me duele la cabeza.
—?O sea, que Marcus mató a Ann? —preguntó.
—Sí.
—?Y también a Sheila?
—Eso no lo sé. A lo mejor cuando se recupere lo suficiente para volver a hablar estará dispuesto a contárnoslo todo, aunque no cuento demasiado con ello. Estoy empezando a aceptar el hecho de que, no sé, de que a lo mejor fue Sheila la que provocó el accidente.
Algo pareció suavizarse en la expresión de Sally.
—Es lo que yo intentaba decir, pero no estabas para escuchar a nadie.
—Ya lo sé. —Sacudí la cabeza. Todavía me palpitaba—. ?Cómo va lo de Theo?
—El funeral fue ayer. Fue horrible, Glen, de verdad. Todo el mundo lloraba. Pensaba que su hermano se iba a lanzar encima del ataúd.
—Tendría que haber asistido.
—No —contestó con firmeza—. No era necesario.
—Me arrepiento de las cosas que dije, Sally. A lo mejor Theo decía sinceramente todo lo que anotó cuando me estaba escribiendo esa carta, que lo sentía. Yo lo convertí en otra cosa. —Me froté la cabeza—. ?Tienes un Tylenol o algo parecido? Siento la cabeza como si estuviera a punto de explotar.
—En el cajón que tienes detrás del culo.
Giré en redondo, abrí el cajón y allí me encontré con una auténtica farmacia. Diferentes analgésicos, vendas, jeringas.
—Tienes aquí todo un arsenal.
—Muchas cosas eran para mi padre. Todavía no me he puesto a hacer limpieza —explicó Sally—. Pero tendré que hacerlo.
Encontré el Tylenol, cerré el cajón y abrí el bote.
—Dime al menos que te pensarás lo de volver al trabajo —dije—. A KF está a punto de darle un ataque de nervios.
Hice caer dos comprimidos sobre la encimera. Cuando iba en coche con Sheila y me entraba dolor de cabeza y no tenía agua para tomarme las pastillas que guardaba en la guantera, ella siempre insistía en que parásemos para poder comprar un botellín.
?No te las puedes tomar en seco —decía Sheila—. Se te quedarían atascadas en la garganta.?
Así que dije:
—?Tienes un vaso?
—En el escurreplatos —me indicó Sally.
Miré hacia el escurreplatos que había junto al fregadero. Vi un par de vasos, un único plato, algunos cubiertos. Cuando iba a coger un vaso, vi algo que no esperaba encontrar allí.
Una fuente de horno.
La fuente de lasa?a que hacía más de tres semanas que no veía. De color naranja oscuro.
Del color que Sheila siempre llamaba ?palosanto?.
Capítulo 63
Levanté con cuidado la fuente del escurreplatos y la dejé en la encimera.
Sally se rió.
—?Vas a beber agua en eso?
—?Qué hace esto aquí? —pregunté despacio.
—?Qué?
—La fuente para lasa?a. La reconozco. Es de Sheila. ?Qué está haciendo aquí?