El accidente

—?Qué va a pasar con Doug? —quiso saber—. Lo necesitamos aquí.

 

—No lo sé —dije—. Está detenido.

 

—?Quiere saber mi opinión, jefe? Si mató a Theo, estuvo totalmente justificado. Yo mismo pensé en hacerlo en más de una ocasión. Y ?dónde narices se ha metido Sally?

 

—Ya no trabaja aquí.

 

—No me diga.

 

—Es lo que me ha dicho ella.

 

—Permítame que le dé un consejo de amigo. Aunque tenga que ponerse de rodillas y suplicar, haga lo que sea, pero consiga que esa mujer vuelva aquí. Puede que crea que es usted el que lleva esta empresa, jefe, y si le hace feliz vivir con esa ilusión, adelante, a mí me parece bien, pero es ella la que hace que este sitio funcione.

 

Suspiré.

 

—No va a volver.

 

—Espero que no le importe que se lo diga, porque es usted el jefe y todo eso, pero debe de haberla cagado de cojones…, ay, perdona, Kelly.

 

—No pasa nada —dijo ella, girando en mi silla de oficina—. últimamente he oído y he visto cosas peores.

 

Kelly había hablado con Emily por internet y por teléfono. Su tía Janice seguía cuidando de ella porque Darren Slocum todavía no había salido del hospital. Era probable que tuviera que pasar allí por lo menos otra semana y, aun después de volver a casa, iba a necesitar bastante ayuda.

 

—Emily dice que su padre ya no seguirá siendo policía —me contó Kelly.

 

—Así es.

 

—Dice que será otra cosa, y que a lo mejor se van a vivir a otro sitio. Yo no quiero que se vaya a vivir a otro sitio.

 

Le puse la mano en la cabeza.

 

—Ya lo sé. Es una buena amiga, y las dos os necesitáis.

 

—Quiere que vaya a verla ma?ana por la noche. A cenar pizza, a lo mejor. Pero no a quedarme a dormir. Eso no. No pienso ir a dormir a casa de nadie nunca más en toda mi vida.

 

—Qué buen plan —dije—. Supongo que podrías hacerle una visita. Ma?ana lo hablamos.

 

—?Qué obras vamos a ver ma?ana?

 

Rona Wedmore se pasó a verme por la oficina. Llevaba el brazo en cabestrillo.

 

—Pensaba que había sido en el hombro —comenté.

 

—Dicen que se curará mejor si no voy moviendo el brazo por ahí. Le vi en las noticias, gritándole a esa periodista al salir de su casa. Muy elegante.

 

Sonreí.

 

—Mi departamento quiere concederle una distinción o algo así —dijo—. He intentado convencerles de que no lo hagan, les he dicho que es usted un pirado, pero ellos insisten.

 

—La verdad es que no quiero nada —dije—. Preferiría olvidarlo todo. Solo quiero seguir adelante con mi vida.

 

—?Y lo de su mujer? ?Consigue seguir adelante con eso?

 

Me apoyé contra un mueble archivador y crucé los brazos sobre el pecho.

 

—No creo que tenga mucha elección. Lo único que puedo imaginar es que se metió en algo tan hasta el fondo, que esa noche ya no logró salir. Actuó como nunca había actuado porque se había metido en un lío como no lo había conocido nunca. Pero Sheila tendría que habérmelo contado. Podríamos haber encontrado una solución.

 

Wedmore asintió compasivamente.

 

—?Cree usted que todo sucede por una razón? —preguntó.

 

—Sheila así lo creía. La verdad es que yo nunca he estado muy convencido.

 

—Sí, yo soy como usted. O al menos lo era. Ahora ya no estoy tan segura. Creo que me dispararon por una razón.

 

Descrucé los brazos, me metí las manos en los bolsillos.

 

—No se me ocurre ninguna buena razón para que le disparen a uno, a menos que sea para no tener que ir a trabajar durante seis meses y recibir la paga completa.

 

—Sí, bueno. —Dejó de mirarme un momento. Después, a?adió—: Cuando ingresé en el hospital, fueron a buscar a mi marido para que viniera a verme. ?Sabe qué hizo cuando me vio?

 

Dije que no con la cabeza.

 

—Me preguntó: ??Estás bien??.

 

A mí no me parecía una historia muy espectacular, pero para ella parecía lo más importante del mundo.

 

—Creo que debería llevar un pastel —dijo Kelly—. Si Emily compra la pizza, yo debería llevar el postre.

 

—De acuerdo.

 

Era ya el día siguiente, y yo había hablado con Janice por teléfono para ver si de verdad le parecía bien que Kelly fuese a su casa. Janice dijo que Emily no había hecho nada en todo el día más que hablar de que su mejor amiga iba a ir a verla.

 

Me ofrecí a parar en una panadería tradicional de camino allí, pero Kelly insistió en que fuéramos al supermercado a comprar una pastel de chocolate congelado de Sara Lee.

 

—Es el preferido de Emily. ?Por qué te frotas la cabeza, papá?

 

—Desde hace unos días me duele mucho la cabeza. Creo que debe de ser por el estrés, ?sabes?

 

—Ya.

 

Emily estaba esperándonos en su casa y salió corriendo nada más vernos llegar con la furgoneta. Janice salió detrás de ella. Las ni?as se lanzaron una en brazos de la otra y entraron corriendo en la casa.

 

Janice se quedó fuera para hablar conmigo.

 

—Quería darte las gracias por lo que hiciste. Detener al hombre que disparó a Darren.

 

—También estaba intentando salvar mi propio pellejo.

 

—Aun así —dijo, tocándome un momento el brazo.