Intenté darme la vuelta para poder mirar atrás, pero algo en la espalda me lo impedía. Un segundo después comprendí que eran mis manos. Las tenía atadas a la espalda y sentía algo pegado al vello de las mu?ecas. Cinta de embalar. Muchísima cinta.
Sally cruzó la cocina, cogió una silla y la arrastró por el suelo hacia donde estaba yo. Se sentó en ella del revés, a horcajadas, y descansó los brazos en el respaldo. Tenía un pistola en la mano.
—Siento mucho todo esto, Glen. Entre Sheila y tú, joder, chicos. Ella era un encanto, y tú…, tú eres como un perro con un hueso. Mierda.
La cabeza me seguía latiendo y noté el sabor de la sangre en la boca. Sentía que tenía una herida bastante grande en la frente y que la sangre me corría por la cara.
Aparte del dolor de cabeza, había algo más. Una sensación diferente. Estaba atontado. La habitación parecía dar vueltas a mí alrededor a toda velocidad. Al principio había pensado que era por el golpe en la frente, pero ya no estaba tan seguro.
Me sentía… un poco borracho.
—Te está subiendo ya, ?verdad? —preguntó Sally—. ?Empiezas a sentirte como si estuvieras como una cuba? Me acostumbré a ponerle inyecciones a mi padre por lo de la insulina. Pero no es eso lo que te he inyectado. Vas hasta arriba de vodka.
—Sheila —dije—. Es eso lo que le hiciste a Sheila.
Sally no dijo nada. No hacía más que mirarme, y luego consultaba el reloj.
—?Por qué, Sally? ?Por qué lo hiciste?
—Por favor, Glen, deja que te haga efecto. Pronto te sentirás mucho mejor. Nada te parecerá muy importante.
Tenía razón. Ya estaba empezando a sentirme atontado, pero de una forma que no tenía nada que ver con haber recibido un golpe en la cabeza con una fuente de lasa?a.
—Dímelo, por favor —supliqué—. Necesito saberlo.
Sally apretó con fuerza los labios. Apartó la mirada, luego me miró otra vez.
—No estaba muerto todavía —dijo.
Esas palabras no tenían sentido.
—No sé… ?Qué?
—Mi padre —dijo—. Todavía no le había hecho efecto.
—No… No te entiendo.
—Cuando hablé contigo esa ma?ana, te dije que mi padre estaba muerto, y casi lo estaba. Le había dado una dosis doble de heparina y estaba esperando a que le provocara una hemorragia interna que acabara con él. Pero el muy hijo de puta logró recuperarse un poco, y fue justo entonces cuando Sheila se presentó con la lasa?a de las narices. Entró directamente, ni siquiera se molestó en llamar a la puerta, y empezó que si ?Oh, Sally, lo siento mucho por ti, te he traído una lasa?a para que la metas en la nevera y puedas comer algo caliente después?. Y entonces vio a mi padre, que aún seguía respirando con dificultad, y se puso muy nerviosa. ??Está vivo??, me preguntó, y entonces empezó a decirme que si teníamos que llamar a una ambulancia y qué sé yo.
Parpadeé. Veía a Sally enfocada y desenfocada por momentos.
—?Mataste a tu padre?
—No lo soportaba más, Glen. Había dejado mi piso porque no podía permitirme pagar el alquiler si me gastaba todo el dinero en sus medicamentos. Me vine a vivir aquí, pero el precio de esos fármacos, joder… Muy pronto iba a tener que ingresarlo en alguna parte, y ?te haces una idea de cuánto cuestan esos sitios? Habría tenido que vender también esta casa, y tal como están las cosas, ?cuánto crees que me hubieran dado por esta pocilga? Entonces me dio por pensar que seguro que, justo el día después de acabar yo en la calle, mi padre se moriría. Necesitaba acelerar las cosas.
Suspiró.
—No podía permitir que Sheila le dijera a la policía que había matado a mi padre. Le di un golpe en la cabeza, la cargué de alcohol.
—Sally, te lo estás inventando…
—?Cómo te encuentras, Glen? Tiene que estar haciéndote efecto, ?verdad? ?No sientes dolor ni nada de eso?
—El… accidente. —Intentaba que no se me trabara la lengua.
—Tú déjate ir —me aconsejó—. Será mejor así.
—?Cómo… lo hiciste?
Otro suspiro.
—Me ayudó Theo. Vino a casa. Al principio no podía creerse lo que había hecho, pero yo sabía que él les había comprado a los Slocum esas piezas falsas y las había instalado en la casa de los Wilson, así que no podía decirme que no. Llevé el coche de Sheila hasta la salida de la autopista, la senté al volante y Theo me trajo de vuelta. Pero esta noche voy a tener que hacerlo yo sola.
—Sally, Sally —dije, intentando mantener la cabeza clara a pesar de lo que me corría por las venas—, tú… eras como de la familia…
Asintió.
—Lo sé. Me siento fatal, de verdad. Pero tengo que decirte, Glen, que últimamente… has estado portándote como con una especie de superioridad moral, ?sabes?, como si yo no supiera tomar las decisiones correctas. Ya he tomado mis propias decisiones, Glen. He decidido cuidar de mí misma. Nadie más va a hacerlo.
—La nota de Theo —dije—. Sentía lo de…
—Ya sé que para ti era un cabrón, pero el tío tenía conciencia. Le reconcomía por dentro. El incendio. Sheila. Quería confesarlo todo.
—Doug —susurré—. Tú lo preparaste… ?verdad? Pusiste esas cajas en su ranchera, para alejar las sospechas de Theo.