El accidente

Y entonces, de repente, la imagen se volvía borrosa y todo acababa en negro. Estaba claro que había sido entonces cuando Kelly había guardado el teléfono.

 

Volví al principio y lo puse otra vez en marcha pensando: para lo que dice, la verdad es que también podría enviárselo a la detective Wedmore. Lo cierto es que no parecía muy importante. A lo mejor si Kelly hubiera grabado toda la llamada en la que Ann hablaba de meterle una bala en la cabeza a alguien, podría haberle servido de algo a la policía.

 

Pero yo seguía intrigado por lo poco que había, sobre todo cuando Ann cogía la segunda llamada. ?Era esa la persona que le había pedido que se vieran? ?Por eso había salido aquella noche?

 

Escuché con atención.

 

??Por qué llamas a est…? … Tengo el móvil apagado… No, no es buen momento.?

 

Ann decía algo que no se oía en esos segundos. Subí el volumen del ordenador, luego puse la imagen a pantalla completa, pensando que a lo mejor podría leerle los labios.

 

??Por qué llamas a est…? … Tengo el móvil apagado…?

 

Paré, volví atrás. Estaba bastante seguro de que en ese primer lapso Ann decía ?este teléfono? y una o dos palabras más.

 

Volví a pasarlo. Escuché, miré moverse la boca de Ann. Ahí estaba. ?Teléfono.? Y me pareció distinguir también las otras palabras. Ann decía: ??Por qué llamas a este teléfono? Ah, sí, tengo el móvil apagado?.

 

Cogí un boli y una hoja de papel y escribí lo que creía que decía la conversación.

 

Escuchando breves fragmentos una y otra vez, empecé a llenar los huecos.

 

??Por qué llamas a este teléfono? Ah, sí, tengo el móvil apagado. No, no es buen momento. La ni?a ha invitado a una amiguita…?

 

No entendía bien la siguientes palabras, pero supuse que decía ?a dormir?. Volví atrás y empecé de nuevo.

 

??Por qué llamas a este teléfono? Ah, sí, tengo el móvil apagado. No, no es buen momento. La ni?a ha invitado a una amiguita a dormir.? Y entonces había un hueco de unos seis o siete segundos en los que Ann no decía nada, sino que escuchaba a quien había llamado. Después: ?Sí, él está en la cocina. No, pero, mira, ya sabes cómo va esto. Pagas y a cambio consigues algo?.

 

Debía de haber tardado casi veinte minutos en recomponer solo ese trozo. Seguí adelante.

 

?… marcas… un nuevo trato si tienes algo más que ofrecer.?

 

Decía algo muy rápido en ese lapso.

 

Volví a pasarlo observando la boca de Ann. Los labios se abrían, luego se juntaban y volvían a abrirse otra vez. Parecía una a seguida de una b y otra a.

 

Volví a darle al play.

 

Y otra vez.

 

Estaba bastante seguro de que ya lo tenía. Ann decía ?habrá?.

 

O sea: ?… marcas habrá un nuevo trato si tienes algo más que ofrecer?.

 

No tenía demasiado sentido. Lo leí en voz alta.

 

—Marcas habrá un nuevo trato si tienes algo más que ofrecer.

 

Madre mía.

 

No decía ?marcas?.

 

?Marcus!

 

Ann había dicho: ?Marcus, habrá un nuevo trato si tienes algo más que ofrecer?.

 

Tenía que ir a buscar a Kelly.

 

 

 

 

 

Capítulo 56

 

 

—?Estás segura de que te parece bien que me marche un rato? —le preguntó Fiona a su nieta. Había estado sentada en el sofá, delante de la mesita del café, haciendo todo lo posible por consolar a la ni?a mientras bebía un poco de vino blanco.

 

—Sí —le aseguró Kelly.

 

—Porque sé que acabas de recibir una noticia un poco triste. Es terrible lo que le ha pasado al padre de Emily.

 

—Estoy bien.

 

—Es que se nos está acabando todo y, como tu padre dice que no va a venir a buscarte hasta esta noche, hay que ir a comprar algo para la cena, porque me niego en redondo a pedir una pizza ni nada por el estilo.

 

Entonces, con un gesto ligeramente rimbombante, dejó la copa de vino en la mesa y se levantó.

 

—Tú y yo nos lo pasaremos genial —dijo Marcus, y le hizo una caricia a la ni?a en la cabeza—. ?A que sí, cielo?

 

Kelly miró hacia arriba y sonrió.

 

—Claro. ?Qué quieres que hagamos?

 

—Podríamos ver una película o algo así —propuso él.

 

—Es que no me apetece mucho ver una peli.

 

—Seguro que algo se os ocurrirá —dijo Fiona.

 

—?Por qué no vamos a dar un paseo? —dijo Marcus.

 

—Bueno —accedió Kelly sin entusiasmo.

 

Fiona cogió su bolso y rebuscó las llaves del coche ahí dentro.

 

—No tardaré demasiado —dijo—. Una hora más o menos.

 

—Vale —repuso Marcus.

 

En cuanto salió por la puerta, Kelly se dio cuenta de que Fiona se había dejado el teléfono móvil. Estaba en la mesita que había en el vestíbulo, conectado al cargador.

 

—No te preocupes por eso —dijo Marcus—. No va a estar fuera mucho tiempo. —Invitó a Kelly a sentarse un rato con él en el porche de atrás, que daba a un jardín perfectamente cuidado y, más allá, se veía el estrecho de Long Island.

 

—Bueno, conque hoy ya vuelves a casa —dijo.

 

—Creo que sí —repuso Kelly, sentada en uno de los sofás de mimbre mientras balanceaba las piernas hacia delante y hacia atrás.

 

—Me parece que es la primera vez que tú y yo hablamos a solas desde que viniste.