El accidente

Querían saber de dónde había sacado el arma.

 

 

—?Es suya? —me preguntaron.

 

—Más o menos —contesté.

 

—?Está registrada?

 

—No, que yo sepa.

 

Tuve la sensación de que me iba a llevar una buena reprimenda por aquello, pero no mucho más. No creía que a la policía le gustara demasiado la perspectiva de incordiar a alguien que había salvado a uno de los suyos de acabar atropellado en mitad de la calle.

 

Sin embargo, aunque se dirigían a mí en un tono conciliador, el interrogatorio en comisaría se alargó hasta el amanecer. A eso de las siete me llevaron de vuelta a mi furgoneta, y desde allí regresé a casa.

 

Y me acosté.

 

Me desperté alrededor de las tres. Estaba sonando el teléfono.

 

—?Se?or Garber?

 

—?Hummm?

 

—Se?or Garber, soy Rona Wedmore.

 

Parpadeé un par de veces y consulté el reloj de la pared, completamente atontado.

 

—Hola —farfullé—. ?Cómo se encuentra?

 

—Estoy bien. Sigo en el hospital. Dejarán que me vaya a casa dentro de unos minutos. Solo llamo para decirle que ha hecho usted una de las cosas más estúpidas, idiotas e imbéciles que le he visto hacer a nadie. Gracias.

 

—No hay de qué. ?Se sabe algo de Darren Slocum?

 

—Está en cuidados intensivos, pero parece que va a salir de esta. —Calló un momento—. Puede que sienta haber sobrevivido cuando el departamento acabe con él.

 

—Tiene muchos problemas —comenté.

 

—Acompa?ó a Sommer a casa de los Morton. Puede que tenga que enfrentarse a una acusación por complicidad y sabe Dios qué más.

 

—?Ha podido averiguar alguna otra cosa? ?Algo relacionado con mi mujer? ?O con la mujer de Darren?

 

—Todavía hay mucho que no sabemos, se?or Garber. Sommer ha muerto, así que no podremos sacarle ninguna información, pero estamos hablando de un hijo de puta como la copa de un pino. No podemos dar nada por hecho, pero no me sorprendería enterarme de que fue él quien, de alguna manera, provocó las muertes tanto de su mujer como de la se?ora Slocum. Y tenemos indicios de que ha matado también a ese investigador privado, Arthur Twain, en el hotel Just Inn Time.

 

Me senté en la cama y aparté las mantas de un tirón.

 

—?Arthur Twain?

 

—Eso es.

 

La noticia me dejó estupefacto.

 

—No sé exactamente cómo pudo suceder —dije—, pero dado el tipo de persona que era Sommer, es posible que él matara también a Sheila. De alguna manera la emborrachó y la dejó en ese coche, contando con que alguien se estrellaría tarde o temprano contra él.

 

Wedmore no dijo nada.

 

—?Detective?

 

—Sigo aquí.

 

—?No le parece posible?

 

—Sommer disparaba a la gente —dijo Wedmore—. Eso es lo que hizo con todos los que se interpusieron en su camino. Jamás se habría tomado tantas molestias para matar a nadie. —Calló un momento—. A lo mejor, se?or Garber, y no pretendo faltarle al respeto cuando le digo esto, va a tener que aceptar que, en el caso de su mujer, las cosas son exactamente como parecen ser. Ya sé que puede no ser fácil, pero a veces la verdad es muy difícil de aceptar.

 

Esta vez me tocó a mí quedarme callado.

 

Miré por la ventana, al gran olmo que teníamos en el jardín de delante. Solo un pu?ado de hojas seguían colgando de sus ramas. Dentro de algunas semanas más, todo estaría cubierto de nieve.

 

—De todas formas, solo quería darle las gracias —dijo Rona Wedmore, y colgó.

 

Me quedé allí sentado, en el borde de la cama, sosteniéndome la cabeza entre las manos. Puede que así fuera como terminaba todo. La gente moría, y con ellos morían también sus secretos. Yo obtendría respuesta para algunas de mis preguntas, pero no para todas.

 

A lo mejor ya no se podía llegar más lejos. A lo mejor todo había terminado.

 

 

 

 

 

Capítulo 55

 

 

Llamé a Kelly por teléfono.

 

—Voy a ir a buscarte hoy.

 

—?Cuándo? ?Cuándo vas a venir?

 

—Esta tarde. Antes tengo que ocuparme de unos asuntos.

 

—O sea, que ?ya es seguro estar en casa?

 

Lo pensé. Sommer había muerto. Slocum estaba en el hospital. Ya sabía quiénes eran los responsables del disparo contra la ventana. Si había alguien más ahí fuera de quien tener que preocuparme, no se me ocurría quién podía ser.

 

—Sí, cielo. Puedes estar tranquila. Pero antes quiero explicarte una cosa.

 

—?El qué?

 

Noté la preocupación en su tono de voz. Le habían sucedido ya tantas cosas, que debía de haber llegado a un punto en el que solo esperaba que sucedieran cosas malas.

 

—Es el padre de Emily. Está herido.

 

—?Qué le ha pasado?

 

—Un hombre muy malo le ha disparado. Me parece que se va a poner bien, pero tendrá que estar una temporada en el hospital.

 

—?Alguien ha podido atrapar al hombre que le disparó?

 

Kelly seguramente se enteraría de toda la historia en algún momento; si no era yo quien se la contaba, lo haría algún otro, pero no vi la necesidad de entrar en detalles en ese preciso instante. Así que dije:

 

—Sí.

 

—?Está muerto?

 

—Sí.