El accidente

Solté un suspiro de alivio.

 

—Antes de morir, estuvo pensando en montar un peque?o negocio: vender los medicamentos de prescripción médica más frecuentes por menos dinero de lo que cuestan en las farmacias normales.

 

Sally arqueó las cejas.

 

—Caray. Me habría ido bien.

 

—No, no te habría gustado nada. Esos medicamentos son completamente inútiles. —Nos sentamos uno delante del otro.

 

—?Qué sabes de Doug? —preguntó.

 

—Lo único que sé es que lo han acusado.

 

—No puedo creerlo —dijo Sally.

 

—Yo tampoco.

 

—No sé, hemos trabajado con él durante a?os. Nunca lo habría dicho.

 

Era evidente que ?No puedo creerlo? no significaba lo mismo para Sally que para mí. Ella estaba sorprendida, pero lo aceptaba. Yo, sinceramente, no lo creía.

 

—Creo que ya sé lo que sucedió —dijo Sally—. Bueno, solo es una teoría, pero creo que en cuanto Theo se dio cuenta de que Doug le había cambiado las piezas por esas otras falsas, se pelearon, y a lo mejor Doug tuvo miedo de que Theo te explicara lo que había hecho.

 

—Puede ser —repuse sin demasiado entusiasmo—, pero no parece muy propio de él. No veo a Doug disparándole a nadie por la espalda.

 

—últimamente mucha gente ha hecho cosas que no tienen demasiado sentido —dijo ella, y supe que se estaba refiriendo a Sheila.

 

—Deja que te pregunte lo que he venido a preguntarte —dije entonces. Sally me miró con expectación—. He recibido una llamada de la detective Stryker. Me ha dicho que Theo estaba escribiendo una especie de nota, puede que no mucho antes de que lo mataran.

 

—?Qué clase de nota? ?Dónde la han encontrado?

 

—En la mesa de la cocina de su caravana, creo, debajo de otros papeles. Stryker me ha dicho que parecía que estaba escribiendo algo dirigido a mí. Anotaciones, apuntes para intentar aclararse las ideas.

 

—Sí, solía hacerlo —dijo Sally—. Escribir no se le daba muy bien. Anotaba algunas ideas, frases o palabras sueltas de lo que quería decir antes de escribir una carta. ?Qué dicen esas notas?

 

—Son bastante inconexas, no tienen mucho sentido, pero una de ellas me ha sorprendido en especial. Decía algo así como: ?Siento lo de tu mujer?.

 

—?Que sentía lo de Sheila?

 

Dije que sí con la cabeza.

 

—?A qué crees tú que se refería?

 

—No lo sé —dijo Sally—. Bueno, seguramente significa justo eso. Que sentía la muerte de Sheila.

 

Sacudí la cabeza.

 

—No entiendo nada. Theo y yo no es que fuéramos precisamente amigos. Sobre todo después de ese encontronazo que tuvimos. Y ya han pasado varias semanas desde que Sheila murió. ?Por qué decirme nada ahora?

 

Sally sacudió la cabeza.

 

—Parece un poco disparatado, sí.

 

—Por eso quería preguntarte hasta qué punto lo conocías. ?Crees que es posible que Theo tuviera algo que ver en la muerte de Sheila?

 

Sally se puso de pie.

 

—Dios santo, Glen, de verdad. No puedo creerlo.

 

—Solo es una pregunta.

 

—Ya sé que no te caía bien, que pensabas que hacía una mierda de trabajo, que esas pelotas de furgoneta que colgaban de su parachoques ofendían tu delicada sensibilidad, pero, joder, ?te estás quedando conmigo? ?Crees que Theo mató a tu mujer? Glen, nadie, nadie mató a Sheila. La única persona a la que puede culparse de la muerte de Sheila es a ella misma. Mira, ya sé lo mucho que te duele que te diga esto, pero es la verdad y, cuanto antes la aceptes, antes podrás seguir adelante con tu vida y dejar de torturarnos a los demás.

 

—Pero es que parece como si Theo se sintiera culpable por algo.

 

Sally movió la cabeza. Estaba furiosa, se le habían encendido las mejillas.

 

—Eso es, no sé… Es lo más increíble que me has dicho en la vida —dijo.

 

Me levanté. Sabía que ya habíamos terminado.

 

—Lo siento, Sally —dije—. No pretendía convertir esto en un ataque contra ti.

 

Ya se dirigía hacia la puerta.

 

—Creo que deberías irte, Glen.

 

—De acuerdo.

 

—Y me parece que quiero presentar la renuncia.

 

—?Qué?

 

—No creo que pueda seguir trabajando para ti.

 

—Sally, por favor.

 

—Lo siento, pero creo que tengo que seguir mi camino. Seguir adelante con mi vida personal, mi trabajo. A lo mejor lo que necesito es pasar página y empezar de cero. Seguro que podré vender la casa por un buen precio. Me iré a alguna otra parte a vivir.

 

—Sally. Lo siento de verdad. Te tengo muchísimo aprecio. Deberíamos dejar que las cosas se calmen. Estamos todos muy nerviosos. Han sucedido demasiadas cosas este último mes. A mí, a ti. Tómate un par de semanas de vacaciones. No sé, ve a ver a algún especialista. Sinceramente, también yo he pensado en hacerlo. Hay días en los que creo que voy a perder la cabeza. Tú tómate…

 

Ya había abierto la puerta.

 

—Vete ya, Glen. Vete.

 

Me fui.

 

 

 

 

 

Capítulo 51