—No puedo decir que no lo comprenda.
Me di cuenta de que hablar con ella seguramente no era muy recomendable. Cuelga y llama a Edwin, pensé. Lo cierto es que podría hacerme falta un abogado. ?Estaba mi enfrentamiento con Theo a punto de convertirme en sospechoso de asesinato? Al fin y al cabo, también yo había ido allí, a su caravana. Era yo el que había encontrado el cadáver. ?Estaría Stryker pensando que tenía algo que ver con su asesinato?
Pero, si la detective me consideraba sospechoso, ?acaso me interrogaría por teléfono? ?No me habría encontrado ya con un coche patrulla aparcado frente a mi casa, esperando a que volviera?
Y desde luego, Doug estaba detenido.
—?La disculpa va sobre eso? —pregunté—. ?Sobre el incendio?
—Es difícil de decir. En lo alto de la hoja aparece su nombre, y debajo de eso algunas palabras. Deje que le lea lo que escribió. Tenga en cuenta que no tiene demasiado sentido. Son solo frases anotadas con una caligrafía bastante ilegible. Y tampoco es que fuera muy bueno en ortografía. Veamos… Bien. ?Glen, me has juzgado, no es justo?, y luego: ?Siento lo de Wilson?. ?Quién es Wilson?
—Fue la casa de los Wilson la que se incendió.
—Está bien. Después: ?Solo intento ganarme la vida?, y: ?Pensaba que las piezas estaban?, y luego dice hon, hom…
—Seguramente será ?homologadas?. Pensaba que las piezas estaban homologadas.
—Y: ?Ya no puedo seguir callando?. ?Entiende usted algo?
—No.
—Y luego, lo último que garabateó fue: ?Siento lo de su mujer?. ?Por qué iba a sentir Theo Stamos lo de su mujer, se?or Garber?
Sentí un escalofrío.
—?No dice nada más?
—Eso es todo. ?Qué es lo que dice sentir en relación con su mujer? ?Está ella con usted? ?Podría ponerse al teléfono?
—Mi mujer ha muerto. —Oí mi voz lúgubre.
—Ah —dijo Stryker—. ?Cuándo falleció?
—Hace tres semanas.
—Hace muy poco.
—Sí.
—?Estaba enferma?
—No. Su coche se vio involucrado en un accidente de tráfico. Murió.
Sentía el creciente interés de la detective.
—?Fue el se?or Stamos responsable de ese accidente? ?Podría ser eso lo que sentía?
—No sé por qué diría eso. él no conducía el otro coche.
—O sea, que ?no estuvo involucrado en el accidente?
—No…, no —contesté.
—?Acaso lo duda?
—No —repetí. ?Qué narices quería decir todo eso? ?Por qué había escrito Theo esas cosas? Desde luego, muchas otras personas me habían dirigido frases parecidas a lo largo de las últimas semanas. ?Siento lo de Sheila.? Pero ahí estaba fuera de contexto. No tenía ningún sentido—. No entiendo nada. Ahora soy yo el que tiene una pregunta para usted.
—Dispare.
—?Están seguros de lo de Doug? ?De verdad creen que mató a Theo?
—Está acusado de ello, se?or Garber. Ahí tiene su respuesta.
—Y ?qué me dice de la pistola que encontraron en su coche? Me apuesto lo que sea a que, aunque fuera el arma que mató a Theo, no tiene las huellas de Doug.
Una pausa.
—?Qué le hace decir eso?
—No me he ocupado mucho de Doug últimamente, pero ahora quiero hacerlo. Y no creo que fuera él. Doug sería incapaz de matar a nadie.
—Entonces ?quién lo hizo? —preguntó la detective. Como no le ofrecía ninguna respuesta, suspiró. Después a?adió—: Bueno. Si llega usted a alguna conclusión, llámeme.
Alguien llamó a golpes a la puerta de mi casa.
—Betsy —dije con sorpresa al abrir.
Estaba allí de pie, en el porche, con una mano en la cadera y expresión de querer partirme la cara. Había un coche en marcha junto al bordillo; su madre iba al volante.
—He venido por la ranchera de Doug —dijo.
—?Cómo dices?
—La policía tiene mi coche, se lo han llevado a un laboratorio de criminología o algo así, y yo necesito moverme. Quiero la ranchera de Doug.
—Pásate ma?ana por allí —le dije—. Cuando esté en la oficina.
—Tengo una copia de las llaves de su ranchera, pero no tengo llaves de la verja. Dámelas y voy yo misma a buscarla.
—Betsy, no voy a darte ninguna llave. Tu madre puede llevarte a donde tú quieras hasta ma?ana.
—Si no confías en mí y crees que voy a huir con todas tus preciosas herramientitas eléctricas, acompá?anos y ábreme la puerta para que pueda sacar la ranchera. No tardarás ni cinco minutos.
—Ma?ana —repetí—. Hoy ha sido un día muy largo y todavía tengo cosas que hacer.
—?Ah, sí? —se burló, ahora con ambas manos en las caderas—. Hoy ha sido un mal día para ti, claro. Primero pierdo mi casa y, ni veinticuatro horas después de eso, detienen a mi marido por asesinato. Pero tú has tenido un mal día.
Suspiré.
—?Quieres pasar?
Sopesó la oferta y luego, sin decir nada, entró en la casa.
—Dime cómo está Doug —le pedí.
—?Cómo está? ?Cómo co?o crees que está? ?Está en la cárcel!
—Betsy, te lo estoy preguntando en serio. ?Cómo está?
—No lo sé. No lo he visto.