El accidente

 

Metí la marcha y me incorporé al tráfico siguiendo al Golf.

 

La noche del disparo en mi casa, el policía le había dicho a Wedmore que mi vecina —Joan Mueller— había visto pasar un coche peque?o, plateado, con algo redondo y amarillo en la antena.

 

El coche que conducía el amigo de Corey Wilkinson coincidía perfectamente con esa descripción.

 

Cambié de carril y me coloqué justo detrás de ellos. En la libreta que siempre llevaba en el salpicadero apunté el número de la matrícula del coche. Supongo que podría haber dejado de seguirlos en ese momento y haberle pasado la matrícula a la policía, pero no era así como quería llevar el asunto.

 

Los seguí hasta que llegaron al centro comercial de Connecticut Post, donde el chico que conducía dejó a Corey frente a la puerta que había cerca de Macy’s. Corey bajó llevando consigo los restos de la comida del McDonald’s, se despidió de su amigo con la mano cuando este ya había puesto el coche en marcha otra vez y tiró la basura a una papelera que había por allí. Estaba subiendo los escalones para entrar al centro comercial cuando me acerqué, bajé la ventanilla y lo llamé.

 

—?Eh, Corey!

 

Se detuvo y se volvió hacia mí. Me miró durante unos buenos tres segundos antes de darse cuenta de quién era yo. Después puso una cara como diciendo: ??Qué co?o…??, y dio media vuelta, decidido a entrar en el centro comercial.

 

—?Oye! —grité—. Es por lo de mi ventana.

 

Se detuvo otra vez; en esta ocasión se volvió más despacio. Intenté convencerlo para que se acercara con un gesto de la mano, pero no se movió de donde estaba, así que dije:

 

—Podemos hablar un rato, o puedo llamar a la policía. Tengo el número de la matrícula de tu amigo. ?Qué crees que preferirá él que hagas?

 

Se acercó, se quedó más o menos a un metro de la puerta del coche.

 

—Sube —dije.

 

—?A ti qué te pasa?

 

—He dicho que subas. Puedes subir, Corey, o puedo llamar a la policía.

 

Corey se tomó otros tres segundos, después abrió la puerta. Pisé el acelerador y me fui hacia la autopista 1.

 

—?Quién es tu colega? —pregunté.

 

—?Qué colega? —dijo sin dejar de mirar al frente.

 

—Corey, puedo averiguar quién es. Así que ?por qué no dejas de hacerte el idiota y me lo cuentas?

 

—Rick.

 

—Rick qué más.

 

—Rick Stahl.

 

—?Cómo lo hicisteis la otra noche? ?Conducía Rick? ?Y tú disparaste?

 

—No sé de qué me estás hablando.

 

—Vale, espera un momento, aquí tengo que cambiar de sentido.

 

—?Por qué? ?Qué haces?

 

—Es que voy a llevarte directo a comisaría. Te presentaré a la detective Wedmore. Te caerá bien.

 

—?Vale, vale! Pero ?a ti qué es lo que te pasa, tío?

 

Le lancé una mirada.

 

—?Que qué me pasa? ?Es eso lo que has dicho? ?Quieres saber qué me pasa? Que vosotros dos, payasos, disparasteis contra mi casa. Reventasteis la ventana del dormitorio de mi hija. —Lo apunté con un dedo—. ?El dormitorio de mi hija, joder! ?Lo pillas? ?Y ella estaba dentro! Eso es lo que me pasa.

 

—Oye, tío…

 

—Siento muchísimo lo que les pasó a tu padre y a tu hermano, de verdad, y entiendo que creas saber quién fue la responsable, pero no me importa que pienses que mi mujer ha jodido todo tu árbol genealógico, joder, no puedes ponerte a pegarle tiros al dormitorio de mi hija. —Alargué la mano, lo cogí del brazo con fuerza y lo zarandeé—. ?Oyes lo que te estoy diciendo?

 

—?Ay! Sí —masculló.

 

—No te he oído bien.

 

—?Que sí!

 

Seguía sin soltarlo.

 

—?Quién disparó?

 

—No sabíamos que hubiera nadie en la habitación —dijo—. Ni siquiera sabíamos de quién era. —Apreté más fuerte—. Fui yo. Disparé yo. Rick conducía… Yo todavía no tengo carnet, iba en el asiento de atrás con la ventanilla bajada y disparé mientras pasábamos de largo, y te juro que pensaba que solo le había dado a la casa, o a tu coche o algo así. No creí que de verdad hubiera acertado a la ventana. Ni que hubiera nadie dentro.

 

Le retorcí el brazo un poco más, para que le doliera, y luego lo solté. Los siguientes kilómetros los recorrimos en silencio.

 

—Dime una cosa —le pregunté al cabo de un rato.

 

—?Eh?

 

—?En qué estabas pensando?

 

—?Pensando?

 

Casi se me escapó una risa.

 

—Vale, ya sé que no debiste de pensar demasiado, pero ?qué narices se te pasó por la cabeza?

 

—Yo solo quería hacer algo. —Lo dijo con calma—. No sé, mi madre ya te ha denunciado, pero yo también quería hacer algo. —Me miró y entonces vi cómo se le saltaban las lágrimas—. No es solo ella la que ha perdido a alguien. Yo también. A mi padre y a mi hermano.

 

—Querías acojonarnos.

 

—Supongo.

 

—Bueno, pues lo conseguiste. Me acojonaste mucho. ?Sabes a quién asustaste más?