El accidente

—?Dónde has estado? —pregunté.

 

—Pues aquí y allá —contestó. Le dio una calada al cigarrillo y sacó el humo por la nariz—. ?Seguro que no quieres echarte un trago? —Se?aló hacia el pack de seis cervezas que había a sus pies. Solo quedaba una botella.

 

—Seguro. ?Anoche fuiste a ver a Theo?

 

—?Eh? —hizo—. ?Cómo lo sabes?

 

—Te llamó.

 

—Sí, se?or. Pero el móvil no despertó a nadie más que a mí, porque ahora duermo solo en el sótano. —Exhaló una bocanada de humo, dio otro trago.

 

—?Qué?

 

—Sí, como lo oyes. La vieja de Betsy no deja que durmamos juntos en su casa. Dice que la idea de que tengamos relaciones en su casa la incómoda, así que yo duermo en el sótano y Betsy arriba. Nos trata como si fuéramos un par de adolescentes. ?Te lo puedes creer? Entre tú y yo, no creo que la madre de Betsy me tenga mucho cari?o, pero te digo una cosa: no tiene que preocuparse por si su hija y yo nos lo montamos. Hace ya una buena temporada que no ha habido nada de eso. Pero Betsy acata todas sus normas, porque así su madre y ella pueden pasarse la noche hablando de mí sin que yo me entere.

 

—?Qué quería Theo?

 

—Me dijo que tenía que hablar conmigo, nada más. Yo le pregunté qué co?o era tan importante como para tener que hablar conmigo en plena noche. ?Mueve el culo hasta mi casa y te lo cuento?, me dijo.

 

—Así que fuiste a verlo.

 

—?Es que hay algún problema con eso, Glenny?

 

—Tú cuéntame lo que hiciste.

 

—Me acerqué con el coche. Me dijo cómo llegar y me presenté allí. ?Sabes lo que creo?

 

—Dime.

 

—Creo que me gastó una broma pesada o algo así.

 

—?Qué quieres decir?

 

—Que me fui hasta el quinto pino y resulta que el muy hijoputa ni siquiera estaba allí.

 

—?No estaba?

 

—Pues no. —Sacudió la cabeza.

 

—?Miraste por ahí?

 

—Estaba su furgoneta, pero a él no lo encontré por ninguna parte. Busqué en su caravana…; vive en una caravana, ?lo sabías?

 

—Sí.

 

—Entré, eché un vistazo, y no encontré al muy capullo por ninguna parte.

 

—?Qué hiciste entonces?

 

—Dar vueltas con el coche. —Se terminó la cerveza y lanzó la botella a la hierba—. ?Estás seguro de que no quieres la última?

 

—Seguro. A lo mejor tú tampoco…

 

—No te preocupes por mí —dijo, se hizo con la última cerveza y le quitó el tapón de rosca—. Ya está algo caliente, pero ?qué cojones!

 

—O sea, que diste vueltas con el coche.

 

—Bueno, ya estaba despierto, y tampoco me apetecía demasiado volver con Betsy y su madre. No son nada divertidas. Da gusto conducir el Infiniti, y Dios sabe cuánto nos durará antes de que nos lo embarguen. Aparqué un rato junto a la playa y debí de quedarme dormido porque, cuando quise darme cuenta, ya eran más de las diez.

 

—?Y después?

 

—He ido a buscar unas birras y he decidido sentarme aquí fuera un rato a reflexionar sobre mi futuro. —Sonrió—. Lo tengo bastante crudo.

 

—?O sea, que no llegaste a ver a Theo?

 

—No. Que yo recuerde, no —dijo, y se echó a reír entre dientes. Se terminó el cigarrillo y lo lanzó en la misma dirección que la botella.

 

—?De qué crees que quería hablar contigo?

 

—No lo sé, pero yo sí sé de qué quería hablar con él.

 

—Y ?de qué querías hablar con él?

 

—Quería preguntarle por qué me metió en la ranchera esas cajas con piezas defectuosas.

 

—?Te dijo que había sido él?

 

—No, joder.

 

—Pero ?tú crees que fue él? La última vez que hablamos, creías que había sido KF.

 

Me dirigió un gesto de extra?eza, encogiéndose de hombros.

 

—Puede que me dejara llevar por lo que llaman prejuicios raciales, Glenny. Mea culpa. —Se dio una palmada con gran teatralidad en el dorso de la mano que sostenía la cerveza—. Pero, joder, ?Theo? No sería de extra?ar. No sé, si fue él quien instaló esa porquería en esa casa, tiene sentido que también fuera él quien escondiera las cajas en mi ranchera. Si hasta yo soy capaz de verlo, no sé por qué tú no. Quería preguntarle por qué quiere joderme. Y pienso preguntárselo, la próxima vez que vea a ese cabrón.

 

—Theo está muerto —le dije, buscando una reacción por su parte.

 

Parpadeó con cansancio.

 

—?Cómo dices?

 

—Está muerto, Doug.

 

—Mierda, eso sí que me va a poner difícil lo de hablar con él, ?no crees? —Le dio un largo trago a su última cerveza—. ?Se ha electrocutado? No estaría mal.

 

—Le han disparado.

 

—?Disparado? ?Has dicho disparado?

 

—Eso es. Doug, dime que no has sido tú.

 

—Joder, eres increíble, ?lo sabías? Primero me acusas de incendiar nuestras propias casas y ?ahora crees que voy por ahí pegándole tiros a la gente?

 

—O sea, que la respuesta es no —dije.

 

—?Me crees si te digo que no? Porque últimamente no es que me hayas apoyado mucho que digamos.

 

—Lo siento, Doug. A lo mejor yo, no sé, puede que haya alguna explicación…