El lado bueno de las cosas

Al final, Esther sufre un ataque nervioso y la tratan con electroterapia. Ella trata de suicidarse tomando demasiados somníferos y la envían a un lugar malo como en el que estaba yo.

Esther llama al hombre negro que le sirve la comida en el lugar malo ?el negrata?. Esto me hace pensar en Danny y en lo que mi negro amigo se cabrearía si leyera el libro, sobre todo porque Esther es blanca y Danny dice que solo los propios negros pueden utilizar términos raciales tan controvertidos como ?negrata?.

Al principio, aunque el libro es muy deprimente, estoy emocionado porque trata de la salud mental, un tema sobre el cual quiero aprender. También estoy interesado en ver cómo Esther mejora y cómo encuentra un rayo de esperanza y puede seguir con su vida. Estoy seguro de que Nikki hace leer este libro a sus alumnos para que las chicas adolescentes que estén deprimidas vean que si uno lo intenta, hay luz al final del túnel.

Así que sigo leyendo.

Esther pierde la virginidad y tiene una hemorragia en la que casi muere desangrada (como Catherine en Adiós a las armas), y yo me pregunto por qué las mujeres no paran de desangrarse en la literatura americana. Pero Esther sobrevive, para descubrir, más adelante, que su amiga Joan se ha ahorcado. Esther asiste al funeral y el libro termina cuando entra en una sala llena de terapeutas que decidirán si está lo suficientemente cuerda para abandonar el lugar malo.

No llegamos a saber lo que le sucede a Esther, no sabemos si se recupera… y eso me cabrea mucho, sobre todo porque me he pasado la noche leyendo. Mientras los rayos de luz empiezan a entrar por mi ventana, leo los datos autobiográficos que hay en la parte de atrás del libro y descubro que toda la novela es prácticamente la historia de la propia Sylvia Plath, que la autora metió la cabeza en un horno para matarse a sí misma (igual que Hemingway solo que sin pistola), lo cual comprendo que es el final implícito del libro, pues realmente esta novela es la biografía de Sylvia Plath.

Rompo el libro en dos y lo tiro contra la pared de mi habitación.

Sótano.

Stomach Master 6000.

Quinientos abdominales.

?Por qué hace Nikki leer a los adolescentes una novela tan deprimente?

Banco de pesas.

Coloco las pesas.

?Por qué leerá la gente libros como La campana de cristal?

?Por qué?

?Por qué?

?Por qué?

Estoy sorprendido cuando veo que Tiffany se presenta al atardecer para salir a correr. No sé qué decirle, así que hago lo habitual, no decir nada.

Corremos.

Al día siguiente también salimos a correr, pero no discutimos los comentarios que Tiffany hizo sobre mi mujer.





UNA MANERA ACEPTABLE DE SOLUCIONAR LAS COSAS


Estoy en el cuarto de las nubes; hoy elijo el sillón negro porque me siento un poco deprimido. Poco después le estoy contando todo a Cliff en un amasijo de frases: lo del aficionado de los Giants, lo del peque?o aficionado de los Giants, lo de mi pelea, lo de que los Eagles perdieron contra los Giants, lo de mi padre rompiendo la pantalla del televisor, lo de que me trae la sección de deportes pero se niega a hablar conmigo, lo de mi sue?o en el que salía Nikki llevando un jersey de los Giants, lo de Nikki ense?ándoles el libro de Sylvia Plath a adolescentes indefensos, lo de que partí el libro en dos y lo de que Sylvia Plath metió la cabeza en un horno.

—?Un horno? —digo—. ?Por qué metería alguien la cabeza en un horno?

La liberación que siento es tremenda, incluso en algún momento he empezado a llorar. Cuando termino de hablar me tapo la cara, porque Cliff es mi terapeuta, sí, pero también es un hombre, un aficionado de los Eagles y quizá mi amigo.

Aunque me estoy tapando la cara estoy llorando.

Por unos minutos, todo está silencioso en el cuarto de las nubes; luego Cliff empieza a hablar diciendo:

—Odio a los aficionados de los Giants. Tan arrogantes, siempre mencionando a L. T., que no es más que un sucio estúpido. Sí, han ganado dos Super Bowls, ?y qué? De eso hace más de quince a?os. Y nosotros estuvimos ahí hace solo dos a?os, ?no? A pesar de que perdiéramos.

Estoy sorprendido.

Estaba seguro de que Cliff iba a gritarme por haber golpeado al aficionado de los Giants y que amenazaría con mandarme al lugar malo de nuevo. Eso de hablar de Lawrence Taylor me parece tan extra?o que me quito las manos de la cara y veo a Cliff de pie, a pesar de que es tan peque?o que su cabeza está a la altura de la mía (y eso que yo estoy sentado). Además he creído entender que los Eagles estuvieron en la Super Bowl hace dos a?os y eso me cabrea mucho, pues no tengo ningún recuerdo de ello. Así que esa parte trato de olvidarla.

—?No odias a los aficionados de los Giants? —me dice—. ?No los odias? Dime la verdad.

—Sí, los odio —respondo—, mucho. Mi padre y mi hermano también los odian.

—?Cómo se le ocurrió a ese hombre ir a un partido de los Eagles con una camiseta de los Giants?

—No lo sé.

—?Es que no pensó que se burlarían de él?