El lado bueno de las cosas

Me invade una oleada de alivio y por un segundo me siento bien.

Scott me explica que él y los chicos gordos de la tienda de campa?a se han ocupado de que no me encontraran y que nadie había sido capaz de identificarnos a Jake o a mí cuando ha llegado la policía.

—Puede que al aficionado de los Giants le hagan falta unos cuantos puntos —dice Scott—, pero por lo demás está bien.

Le devuelvo el teléfono a Jake, algo aliviado al saber que no he herido seriamente a Kenny, pero sintiéndome tonto por haber perdido el control de nuevo.

—Entonces ?nos vamos a casa ahora? —le digo a Jake cuando termina de hablar con Scott.

—?A casa? ?Estás de broma? —pregunta, y empezamos a caminar hacia el Linc.

Como no decimos nada durante mucho rato, mi hermano me pregunta si estoy bien.

No estoy bien, pero no se lo digo.

—Escucha, ese tipo te ha atacado y me ha tirado al suelo. Solamente has defendido a tu familia —dice Jake—. Deberías estar orgulloso. Has sido un héroe.

A pesar de que estaba defendiendo a mi hermano, a pesar de que no he matado al aficionado de los Giants, no me siento en absoluto orgulloso. Estoy arrepentido. Deberían encerrarme de nuevo en el lugar malo. Siento que el doctor Timbers tenía razón respecto a mí, respecto a que no pertenezco al mundo real porque no puedo controlarme y soy peligroso. Pero, claro, no le digo esto a Jake ya que él nunca ha estado encerrado y no sabe qué se siente al perder el control. Lo único que quiere es ver el partido. Sé que esto no significa nada para él, ya que nunca ha estado casado y no ha perdido a nadie como Nikki. Además, él no tiene que tratar de mejorar porque no sufre la lucha interna que yo tengo que librar cada día contra las explosiones que siento y que son como las del Cuatro de Julio, contra mis terribles necesidades e impulsos…

Fuera del Linc hay masas de gente haciendo cola y, junto a cientos de aficionados, esperamos a que nos cacheen. Yo no recuerdo que nos cacheasen en el estadio de los Vet. Me pregunto cuándo se hizo necesario cachear a la gente en los partidos de la liga NFL, pero no se lo pregunto a Jake, pues él ahora está cantando ?Volad, Eagles, volad?, junto a cientos de aficionados borrachos de los Eagles.

Nos cachean, subimos los escalones, escanean las entradas y ya estamos dentro del Lincoln Financial Field. Hay gente por todas partes, es como un nido de abejas verdes y el zumbido es ensordecedor.

A menudo tenemos que apretujarnos entre la gente para abrirnos paso hacia nuestra sección. Sigo a Jake, preocupado por perderlo de vista, pues sé que me perdería seguro.

Cuando llegamos a los lavabos de caballeros, Jake consigue que todos los que están ahí dentro entonen el cántico de los Eagles. La línea de los urinarios es larga y me sorprendo al ver que nadie mea en los lavabos, pues en los Vet (al menos en el nivel 700) todos los lavabos se utilizaban como urinarios extra.

Cuando llegamos a los asientos estamos en la zona final este, solamente a unas veinte filas del campo.

—?Cómo conseguiste localidades tan buenas? —le pregunto a Jake.

—Conozco a un tipo —responde mientras sonríe orgulloso.

Scott ya está sentado y me da la enhorabuena por la pelea.

—Le diste a ese aficionado de los Giants su merecido.

Eso me hace sentir mal otra vez.

Jake y Scott chocan las manos con casi todas las personas de la sección. Cuando veo que los otros aficionados llaman a Scott y a mi hermano por su nombre, me doy cuenta de que son bastante populares aquí.

Cuando pasa el vendedor de cerveza, Scott nos compra una ronda y me sorprende descubrir que tengo un hueco especial para dejar el vaso en el asiento. Nunca se había visto algo tan lujoso en el campo de los Vet.

Justo antes de que anuncien los nombres de los jugadores de los Eagles, en las pantallas gigantes que hay en los extremos del campo empiezan a poner imágenes de películas de Rocky, y Jake y Scott no dejan de decir:

—Ese eres tú. Ese eres tú.

Yo me preocupo y tengo miedo de que alguien los escuche, se dé cuenta de que yo golpeé al aficionado de los Giants y le diga a la policía que me arreste.

Cuando anuncian la alineación de los Eagles hay unos fuegos artificiales y las animadoras empiezan a bailar, todo el mundo está en pie y Jake no para de darme golpecitos en la espalda. De repente dejo de pensar en la pelea del aparcamiento. Empiezo a pensar en que mi padre estará en casa viendo el partido en la salita, mi madre le estará sirviendo alitas de pollo, pizza y cerveza y esperando que los Eagles ganen para que esa semana esté de buen humor. También me pregunto si papá volverá a hablarme esta noche si ganan los Eagles y, de repente, ha empezado el partido y yo estoy chillando con todas mis fuerzas, como si me fuera la vida en ello, como si todo dependiera del resultado del partido.