El lado bueno de las cosas

—No pasa nada —respondo, y bajo al sótano, donde me dedico a levantar pesas durante horas tratando de olvidar lo del peque?o aficionado de los Giants, pero no consigo sacarme al ni?o de la cabeza.

Por algún motivo me quedo dormido sobre la alfombra que hay en el suelo del sótano. En mis sue?os reproduzco la pelea una y otra vez, solo que en vez de que el aficionado de los Giants traiga a un ni?o, en el sue?o el aficionado trae a Nikki al partido y ella también lleva una camiseta de los Giants. Cada vez que golpeo al tío grande, aparece Nikki de entre las masas, acuna la cabeza de Kenny en sus brazos, lo besa en la frente y luego me mira.

Justo antes de que eche a correr me dice:

—Pat, eres un animal y nunca más volveré a quererte.

En mis sue?os lloro y trato de no pegarle al aficionado de los Giants cada vez que reproduzco la escena en mi mente, pero no puedo controlarme en sue?os más de lo que lo hago en la realidad y de lo que lo hice al ver la sangre en las manos de Jake.

Me despierto con el sonido que hace la puerta del sótano al cerrarse y veo la luz que entra por las peque?as ventanas y que se refleja en la lavadora y la secadora. Subo los escalones y no puedo creerme que la sección de deportes esté ahí.

Estoy muy enfadado por el sue?o que he tenido, pero me doy cuenta de que solo ha sido eso, un sue?o, y a pesar de todo mi padre aún sigue dejándome la sección de deportes después de uno de los peores partidos de los Eagles en toda su historia.

Así que respiro hondo, eso me permite sentirme esperanzado otra vez, y empiezo con mis ejercicios.





SE?ORITA MALHABLADA


Estoy en el restaurante Crystal Lake con Tiffany, sentados en el mismo lugar que la última vez, tomándonos nuestra cajita de cereales con pasas y bebiendo té caliente. No hemos dicho ni una sola palabra mientras veníamos aquí, no hemos dicho nada mientras esperábamos un camarero y no decimos nada ahora, mientras esperamos que traigan la leche, el bol y los cereales. Empiezo a comprender que tenemos una clase de amistad en la que no se necesitan muchas palabras.

Mientras observo cómo coge los cereales con la cuchara y se los mete en la boca, trato de decidir si quiero o no contarle lo que sucedió en el partido de los Eagles. Ya llevo dos días pensando en el ni?o que lloraba y se escondía tras las piernas de su padre; me arrepiento mucho de haberle pegado al aficionado de los Giants. No se lo conté a mamá porque se habría disgustado. Mi padre no me habla desde que los Eagles perdieron contra los Giants y no veré al doctor Cliff hasta el viernes. Además, empiezo a pensar que Tiffany es la única que me va a entender, puesto que ella tiene un problema similar y también estalla (como el día de la playa, cuando a Veronica se le escapó que Tiffany iba a terapia delante de mí).

Miro a Tiffany, que tiene los dos codos apoyados sobre la mesa. Lleva una camiseta negra que hace que su pelo parezca aún más oscuro. Lleva demasiado maquillaje, como siempre. Parece triste. Parece enfadada. Es distinta a todas las personas que conozco. Ella no se pone una careta para ocultar sus sentimientos cuando sabe que está siendo observada. No se pone una careta cuando está conmigo y eso me hace confiar en ella.

De repente Tiffany levanta la vista y me mira a los ojos.

—No estás comiendo.

—Lo siento —digo mirando los cereales.

—La gente pensará que soy una glotona si como mientras tú miras.

Así que meto la cuchara en el bol, pongo leche en el tazón y me llevo a la boca una peque?a cucharada de cereales.

Mastico.

Trago.

Tiffany asiente y luego vuelve a mirar por la ventana.

—Ayer pasó algo malo en el partido de los Eagles —digo, e inmediatamente después deseo no haberlo dicho.

—No quiero saber nada de fútbol americano. —Tiffany suspira—. Odio el fútbol americano.

—Realmente esto no es sobre fútbol.

Ella sigue mirando por la ventana.

Yo también miro y confirmo que no hay nada interesante fuera, solamente coches aparcados. Continúo hablando.

—Le pegué a un hombre, incluso lo levanté del suelo; le pegué tan fuerte que pensé que lo había matado.

Ella me mira. Tiffany entorna los ojos y esboza una especie de sonrisa, casi como si fuera a reírse.

—Y bien, ?lo hiciste?

—?Hacer el qué?

—Matar al hombre.

—No, no. Lo dejé inconsciente, pero luego se despertó.

—?Deberías haberlo matado? —pregunta Tiffany.

—No lo sé —digo sorprendido por la pregunta—. Quiero decir, ?no! ?Claro que no!

—Entonces ?por qué le golpeaste tan fuerte?

—Tiró a mi hermano al suelo y exploté. Era como si hubiera abandonado mi cuerpo y este estuviera haciendo algo que yo no quería hacer. No he hablado con nadie de esto y esperaba que tú me escuchases para que yo…

—?Por qué tiró el hombre a tu hermano al suelo?

Le cuento toda la historia (de principio a fin). Le explico que no puedo quitarme al hijo del grandullón de la cabeza. Aún me imagino al ni?o escondiéndose tras las piernas de su padre. Veo al ni?o asustado, llorando. También le cuento lo de mi sue?o, lo de Nikki consolando al aficionado de los Giants.

Cuando termino de contar la historia, Tiffany me dice: —?Y?