—Es bueno que vengas a ver los partidos con Jake otra vez. Tu hermano te ha echado mucho de menos. ?Te das cuenta? Necesitas dedicar tiempo a tu familia, no importa lo que pase en las otras facetas de tu vida, porque Jake y tu madre te necesitan.
Esto es muy irónico, pues él casi no me ha hablado desde que volví a casa y prácticamente no pasa nada de tiempo conmigo, con mi madre o con Jake, pero al menos mi padre por fin me está hablando. Todo el tiempo que yo he pasado con Jake o con él ha estado relacionado con los deportes (especialmente con los Eagles) y sé que esto es todo lo que se puede permitir emocionalmente, así que lo acepto con agrado y le digo:
—Ojalá tú también vinieras a ver el partido, papá.
—A mí también me gustaría —responde.
Me deja a unas diez manzanas del nuevo estadio, donde puede dar media vuelta y así evitar el tráfico.
—Tendrás que apa?ártelas para volver a casa —dice—, no voy a conducir hasta este zoo de nuevo.
Le doy las gracias por haberme traído y justo antes de que cierre la puerta, levanta las manos en el aire y grita:
—?Ahhhhhhhhh!
Yo también levanto las manos y grito:
—?Ahhhhhhhhh!
Hay un grupo de hombres tomando cerveza en una furgoneta cercana a nosotros; ellos también levantan las manos y gritan. Somos hombres unidos por un equipo. Hacemos juntos el cántico y me siento feliz; ahora recuerdo lo divertido que era estar en South Philly un día de partido.
Mientras camino por la calle Once de camino al aparcamiento del Lincoln Financial Field (siguiendo las directrices que me dio mi hermano por teléfono la noche anterior) me cruzo con un montón de gente que lleva camisetas de los Eagles. Por todas partes puede verse el color verde. Hay mucha gente bebiendo cerveza en vasos de plástico, jugando con balones y escuchando el programa previo al partido de la WIP 610 por la radio. Cuando me ven pasar me saludan, chocan las manos con las mías, me pasan el balón y gritan: ??Adelante, Pajarracos!?, solo porque llevo puesta una camiseta de los Eagles. Veo a ni?os con sus padres y ancianos con sus hijos mayores. Hombres gritando, cantando y sonriendo como si fueran ni?os de nuevo. Entonces me doy cuenta de cuánto lo he echado de menos.
Aunque no quiero, no puedo evitar buscar el estadio de los Vet y solamente encuentro el aparcamiento. Hay un nuevo estadio para los Phillies también, se llama Citizens Bank Park. En la entrada hay un cartel gigantesco de un nuevo jugador llamado Ryan Howard. Todo esto parece sugerirme que papá y Jake no me mentían cuando me dijeron que el estadio había sido demolido. Trato de no pensar en las fechas que mencionaron y me centro en disfrutar del partido y de pasar tiempo con mi hermano.
Encuentro el aparcamiento de la derecha y empiezo a buscar la tienda de campa?a verde con la bandera negra de los Eagles arriba. El aparcamiento está lleno (de tiendas de campa?a, barbacoas y fiestas por todas partes), pero tras diez minutos de búsqueda encuentro a mi hermano.
Jake lleva una camiseta en recuerdo de Jerome Brown con el número 99 (Jerome Brown fue designado dos veces el mejor jugador de defensa y placajes de la liga, y murió en un accidente de coche en 1992). Mi hermano está bebiendo cerveza de una copa verde; está de pie junto a su amigo Scott, que se está ocupando de la comida. A Jake se le ve feliz y por un instante simplemente disfruto viendo cómo sonríe y cómo rodea a Scott con el brazo. Yo no había visto a Scott desde la última vez que estuve en South Philly. Jake tiene la cara roja y parece que ya va un poco borracho, pero no me preocupo, Jake siempre ha sido un borracho alegre. Como a mi padre, nada hace a Jake más feliz que un partido de los Eagles.
Cuando Jake me ve, grita:
—?Hank Baskett de fiesta con nosotros! —Luego echa a correr hacia mí, chocamos las manos y también el pecho.
—?Qué hay, tío? —me dice Scott mientras chocamos los cinco. La gigantesca sonrisa de su boca sugiere que se alegra de verme—. Tío, estás realmente tremendo. ?Qué has estado levantando, coches?
Yo sonrío orgulloso mientras me pega un golpecito en el hombro, como hacen todos los hombres que son colegas.
—Hace a?os, quiero decir, hum… ?Cuántos meses han pasado? —él y mi hermano intercambian una mirada que no me pasa desapercibida, pero antes de que yo pueda decir nada, Scott grita—: ?Eh, culos gordos de dentro de la tienda! Quiero presentaros a mi chico, Pat, el hermano de Jake.
La tienda es del tama?o de una peque?a casa. Al entrar, veo que en un lado hay un gigantesco televisor de pantalla plana y que cinco tipos realmente gordos están viendo las imágenes previas al partido. Todos llevan camisetas de los Eagles. Scott me dice sus nombres y cuando pronuncia el mío los hombres asienten, me saludan y siguen mirando el espectáculo previo al partido. Todos ellos llevan agendas electrónicas y sus ojos se mueven rápidamente de las peque?as pantallas que tienen en las manos a la gran pantalla que hay en el otro extremo de la tienda. Casi todos llevan puestos unos auriculares que, imagino, están conectados a sus teléfonos móviles.