El lado bueno de las cosas

Yo echo el cuerpo atrás, miro la línea en la que el cielo y el mar se unen, dejo que mis pies salgan también a la superficie y me quedo flotando junto a Tiffany durante largo rato. Ninguno de los dos decimos ni una palabra.

Cuando volvemos a la toalla, Emily está durmiendo con la mano en la boca, y Ronnie y Veronica están tumbados a la sombra y cogidos de la mano. Al acercarnos a ellos entornan los ojos y sonríen como si nunca hubiese pasado nada malo.

—?Qué tal ha ido la carrera? —pregunta Ronnie.

—Queremos ir a casa ahora —dice Tiffany.

—?Qué? —exclama Ronnie incorporándose—. Si ni siquiera hemos comido. Pat, ?de verdad quieres irte?

Veronica no dice nada.

Miro al cielo. No hay ni una nube. Todo está azul.

—Sí, quiero irme —le digo. Y al poco rato, todos estamos en el coche de vuelta a Collingswood.





UNA COLMENA REPLETA DE ABEJAS VERDES


—?Ahhhhhhhhh!

Me incorporo con el corazón latiéndome a toda velocidad. Cuando consigo abrir los ojos veo a mi padre al lado de la cama con las manos por encima de la cabeza. Lleva puesto el jersey de McNabb con el número 5.

—?Ahhhhhhhhh!

Continúa gritando hasta que salgo de la cama, levanto las manos y digo:

—?Ahhhhhhhhh!

Hacemos el cántico y representamos las letras con los brazos y las piernas.

—?E! ?A! ?G! ?L! ?E! ?S! ?EAGLES!

Cuando terminamos, en vez de decirme buenos días o alguna otra cosa, mi padre simplemente sale de la habitación.

Miro el reloj y veo que son las 5.59 de la ma?ana. El partido empieza a las 13.00. Le prometí a Jake reunirme con él a las 10.00, lo que me deja dos horas para hacer pesas y una para correr. Así que hago pesas y a las 8.00 de la ma?ana Tiffany me está esperando fuera como dijo que haría.

No corremos demasiado rato, solamente unos diez u once kilómetros.

Después me doy una ducha, me pongo mi camiseta de Baskett y le digo a mamá que si me puede llevar a la estación del PATCO, pero dice:

—Tu conductor te está esperando fuera. —Mamá me da un beso en la mejilla y me entrega algo de dinero—. Pásalo bien y no dejes que tu hermano beba demasiado.

Fuera veo a papá en su coche con el motor en marcha. Me meto en el coche y pregunto:

—Papá, ?vas a venir al partido?

—Ojalá pudiera —dice, y nos dirigimos hacia la autopista.

La verdad es que mi padre sigue obedeciendo una prohibición autoimpuesta y por eso no asiste a los partidos de los Eagles. A principios de los a?os ochenta, cuando papá tenía unos veintitantos a?os, tuvo una pelea con un hincha de los Dallas Cowboys que se atrevió a sentarse en el nivel 700, lugar en el que se vendían los asientos más baratos del estadio de los Vet y donde se sentaban los ultras de los Eagles.

La historia la escuché de mi ya fallecido tío y decía lo siguiente:

Cuando los Cowboys marcaron un touchdown, ese aficionado de los Dallas empezó a saltar y a vitorear en voz muy alta, así que la gente comenzó a tirarle cervezas y perritos calientes. El problema era que mi padre estaba sentado en la fila de delante de ese aficionado de los Dallas, con lo cual a él también le empezó a caer cerveza, mostaza y comida.

Por lo visto, papá perdió el control y atacó al aficionado de los Dallas hasta dejarlo al borde de la muerte. De hecho, arrestaron a mi padre por agresión y estuvo tres meses en la cárcel. Si mi tío no hubiese pagado la hipoteca esos meses, habríamos perdido la casa. Papá perdió su pase de temporada y desde entonces no ha vuelto a ver un partido de los Eagles en el campo.

Jake dice que podríamos meter a papá en el campo, pues ya nadie comprueba los carnets en la entrada, pero él repite que no irá.

—Mientras dejen entrar a los del equipo contrario en nuestra casa, yo no sé si podré dominarme.

En cierto modo esto es gracioso, pues han pasado casi veinticinco a?os desde que papá pegara a ese aficionado de los Dallas, y ahora solo es un hombre viejo y gordo que no creo que fuera a pegar a otro hombre viejo y gordo como él. Aunque mi padre me pegó bastante fuerte hace unas semanas en la buhardilla, así que quizá sí es sabio por su parte permanecer alejado del campo.

Mientras cruzamos el puente Walt Whitman, mi padre dice que puede que este sea un día importante en la historia de los Eagles, especialmente puesto que los Giants ganaron los dos partidos del a?o pasado.

—?Venganza! —grita una y otra vez indiscriminadamente.

Me dice también que he de gritar y pitarle a Eli Manning (que gracias a la sección de deportes sé que es el quarterback de los Giants) para que no pueda hablar o escuchar durante los corrillos.

—Grita con todas tus fuerzas, porque tú eres el decimosegundo hombre —dice papá. La manera en que papá me habla, casi sin hacer pausas y sin dejarme responder, hace que parezca un loco, aunque ya sé que la mayoría de la gente cree que yo soy el loco de la familia.

Cuando al fin llegamos, papá cesa su charla sobre los Eagles el tiempo suficiente para decir: