Empiezo a darme cuenta de que, al ir siempre sobre seguro, al hacer lo que se esperaba de mí, tal vez haya renunciado a más de lo que pensaba. ?Habré dejado atrás también a la persona que debía llegar a ser? ?Habré renunciado a ser yo misma a lo largo de aquel camino por hacerlo todo bien? Me pregunto si aún estaré a tiempo de tomar decisiones y empezar a regirme por mis propias normas. ?Podré rescatar la vida que tengo que tener?
—Puede que sea demasiado tarde —murmuro con voz audible.
Gavin me echa un vistazo.
—Nunca es demasiado tarde —se limita a decir.
Guardamos silencio mientras cruzamos el puente de Sagamore, que atraviesa en forma de arco el canal de cabo Cod. Todavía faltan un par de horas para que amanezca y, al llegar a la zona continental en medio de la oscuridad, me da la impresión de que estamos solos en el mundo. No hay más coches en la carretera. Sobre la superficie oscura del agua que hay debajo, las luces del puente y de las casas de las dos orillas se reflejan hacia el cielo, se?alando las estrellas. Las estrellas de Mamie. Creo que nunca más podré volver a mirar el cielo nocturno sin pensar en mi abuela y en todas las tardes que se ha pasado esperando a que salieran las estrellas.
Gavin no vuelve a hablar hasta que enfilamos la I-195 hacia Providence.
—?Qué pasa con la panadería? —pregunta.
Le clavo la mirada.
—?A qué te refieres?
Me mira rápidamente y vuelve la atención a la carretera.
—Annie me ha dicho que le parece que hay algún problema. Te ha oído hablar con Matt Hines.
Me invade el desaliento. No me había percatado de que Annie supiese que algo iba mal. No quería que se enterara.
—No pasa nada —le digo, eludiendo el tema.
Gavin asiente con la cabeza y mira directamente al frente.
—No quiero meterme donde no me llaman —dice— y sé que eres una persona reservada. Solo quiero que sepas que, si quieres hablar de algo, puedes contar conmigo. Sé lo importante que es la panadería para ti.
Miro por la ventanilla mientras empezamos a atravesar Fall River, que, envuelta en la neblina matutina, parece una ciudad industrial fantasma.
—Estoy a punto de perderla —le digo a Gavin al cabo de un rato—. A la panadería. Por eso Matt ha venido tantas veces. Existía la posibilidad de que la salvaran unos inversores, pero supongo que lo eché todo a perder cuando me fui a París.
—?Eso te dijo Matt?
Asiento con la cabeza y vuelvo a mirar por la ventanilla.
—Qué absurdo —dice Gavin—. Si alguien quiere invertir de verdad, no dejará pasar una buena oportunidad comercial porque una persona se haya tenido que marchar unos cuantos días por un asunto familiar urgente. Si Matt te ha dicho eso, es que es idiota… O está tratando de hacerte sentir culpable.
—?Por qué iba a hacer una cosa así?
Gavin se encoge de hombros.
—Tal vez no sea tan buena persona.
—Tal vez —murmuro.
Da la impresión de que todos los hombres que he dejado entrar en mi vida a lo largo de los a?os pertenecen a esta categoría.
—?Y cómo te sientes con respecto a la posibilidad de perder la panadería? —pregunta Gavin después de una pausa.
Me lo pienso.
—Siento que soy un fracaso —respondo.
—Si pierdes la panadería, Hope, no es porque tú hayas fracasado —dice Gavin—. No conozco a nadie que trabaje más que tú. No es un fracaso, sino que es la situación económica, que está fuera de nuestro control.
Manifiesto mi desacuerdo con la cabeza.
—La panadería ha pertenecido a mi familia durante sesenta a?os. Mi madre y mi abuela la mantuvieron a flote a pesar de un montón de vicisitudes; cuando me la pasan a mí, yo la destruyo.
—Tú no has destruido nada —dice Gavin.
Muevo la cabeza de un lado a otro y me miro el regazo.
—Lo destruyo todo.
—Eso es absurdo y tú lo sabes. —Gavin carraspea—. ?Es esto lo que siempre has querido hacer? ?Encargarte de la panadería de tu familia?
Echo a reír.
—No, claro que no. Quería ser abogada. Iba por la mitad de la carrera, en Boston, cuando descubrí que estaba embarazada de Annie, de modo que dejé la universidad, me casé con Rob y al final volví a vivir al cabo Cod.
—?Y por qué dejaste la universidad?
Me encojo de hombros.
—Me pareció que era lo que tenía que hacer.
Gavin asiente con la cabeza y parece reflexionar durante un minuto.
—?Te gustaría reanudarla? —pregunta—. ?Todavía quieres ser abogada?
Me lo pienso.
—Me siento muy frustrada por haber abandonado los estudios —digo—, pero, al mismo tiempo, tengo la extra?a sensación de que tal vez no era mi destino llegar a ser abogada. Tal vez mi destino sea encargarme de la panadería. Es que ya no me imagino la vida sin ella y más ahora que sé lo que supone para mi familia, ahora que sé que es, prácticamente, lo único que trajo mi abuela de su pasado.
—?Sabes una cosa? No creo que vayas a perder la panadería —dice Gavin al cabo de un minuto.
—?Por qué lo dices?
—Porque pienso que en la vida las cosas se suelen resolver cuando más las necesitamos.
Lo miro.
—?Y eso es todo? ?Que las cosas pasan como tienen que pasar?
Gavin echa a reír.
—De acuerdo, pues sí, parezco una de esas tarjetas de Hallmark.
Guardo silencio unos instantes.
—Annie te considera una suerte de ?arreglatodo? para personas —digo con un hilo de voz.
Ríe otra vez.
—?En serio?
Lo miro de reojo.