Entrelazados

—Mary Ann —susurró Riley, y le acarició la mejilla con un dedo—. ?Estás bien?

él tenía la piel cálida y las manos encallecidas. Era reconfortante. Sin poder evitarlo, Mary Ann apoyó la cabeza en su hombro. Al principio él se puso tenso. ?Por qué? Entonces la abrazó por la cintura y la acercó más a sí, y a ella se le olvidó aquella rigidez momentánea.

él llevaba la misma camisa y los mismos vaqueros que llevaba siempre cuando estaba en su casa. Y sin ropa interior, recordó Mary Ann sin querer, cosa que la hizo ruborizarse.

Riley se echó a reír al ver su aura, y ella se ruborizó todavía más.

—Hola, emoción.

—?Por qué has vuelto? —le preguntó Mary Ann para cambiar de tema. No quería decirle qué era lo que había provocado aquella emoción.

—He llevado a Victoria a casa. Ahora tengo tiempo libre.

—?Y si ella se escapa de nuevo?

Riley sonrió irónicamente.

—Esta noche hay otra persona para encargarse de ella.

—?Quién? ?Por qué?

—Eso es un secreto de Victoria, no mío. No puedo contarlo yo. Y ahora, dime en qué estabas pensando cuando he llegado.

—Mi padre conocía a Aden. En cuanto mencioné su nombre, empezó a comportarse de una manera muy rara. Se encerró en su despacho y no ha vuelto a salir desde entonces.

—Bueno, en este momento está dormido.

—?Cómo lo sabes?

—He ido a mirar por su ventana, y su aura es blanca, serena. Además, está roncando —dijo Riley, y una vez más, le acarició la mejilla con un dedo.

Ella sintió un cosquilleo en la piel.

—Más emoción —dijo él, sonriendo.

—Deja de interpretarme.

La sonrisa desapareció.

—?Por qué?

—Es injusto. Yo nunca sé lo que estás sintiendo tú.

él arqueó una ceja.

—En ese caso, deja que te lo diga. En cualquier momento, puede decirse que estoy pensando en ti y que estoy igualmente emocionado.

—Ah.

Vaya. La frustración se esfumó.

—Entonces… ?te gusto?

—Y si no fuera así, ?por qué iba a estar rondando por aquí todo el tiempo? ?Por qué tengo ganas, algunas veces, de destrozar a tu buen amigo Aden? Demasiado buen amigo, en mi opinión. ?Y qué sientes tú?

Ella lo miró con incredulidad.

—?Es que no lo sabes?

—Dilo —gru?ó él.

—Muy bien —respondió Mary Ann, que de repente, tenía ganas de reír—. Sí. Me gustas.

La expresión hosca de Riley se suavizó.

—Bien. Muy bien —entonces le acarició el pelo, y suspiró mientras miraba el despertador de la mesilla de Mary Ann—. Aunque me gustaría mucho continuar con esta conversación, tengo que encontrar el expediente que quiere Aden. Victoria me lo ha encargado.

—Creo que lo tiene mi padre.

Riley se puso en pie.

—Sólo hay un modo de averiguarlo.

—Lo sé —dijo ella.

Llevaba horas pensándolo, y al final había decidido hacerlo. Esperaría hasta que su padre se hubiera dormido y entonces, iría en busca de lo que necesitaba.

—No te preocupes —le dijo él—. Yo lo encontraré. Tú no tienes por qué implicarte.

?Era eso lo que quería? Le había prometido a Aden que iba a ayudarlo, y ella no era una cobarde. No rompía sus promesas. Además, se sentiría mejor si ella conseguía el expediente, y no otra persona. Sería como mantenerlo en familia, por decirlo de algún modo.

Se levantó e irguió los hombros.

—Lo haremos juntos.

Entonces, hizo algo que los dejó anonadados a los dos. Se puso de puntillas y le dio a Riley un beso en los labios.

—Gracias por volver a ayudarme.

Cuando ella quiso apartarse, él la agarró por los antebrazos y la mantuvo donde estaba. Tenía los ojos brillantes.

—La próxima vez que decidas hacer eso…

—?Qué? ?Tengo que avisarte?

—No —dijo Riley con una sonrisa—. Recréate.





Del diario de casos del doctor Morris Gray.

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