Entrelazados

—Hay metales que son resistentes a la sustancia. No muchos, pero sí algunos. Llevo las u?as pintadas con uno de esos metales fundidos, para que no sean vulnerables al je la nune.

Entonces, Victoria metió una de las u?as en la pasta y después se hizo un ara?azo en la mu?eca. La carne chisporroteó y al instante, comenzó a brotar la sangre, que se resbaló por su brazo. Victoria estaba haciendo gestos de dolor, y tenía los labios apretados para contener los gemidos.

—?Por qué has hecho eso? —le preguntó él con enfado—. Te he dicho que no quería demostraciones.

Pasó un momento antes de que ella pudiera hablar, porque estaba jadeando.

—Quería que lo vieras. Que comprendieras su poder.

él le sujetó la mu?eca.

—?Vas a curarte?

—Sí.

Aden todavía notaba el dolor de su voz. Seguía sangrando, y su sangre era la más roja y más brillante que él hubiera visto nunca.

—?Cuándo?

—Muy pronto.

Victoria cerró los ojos, pero antes de que lo hiciera, Aden se dio cuenta de que una vez más pasaba la mirada por el pulso que latía en su cuello. Ella apretó los dientes.

Continuaba sangrando y jadeando. ?Por qué…? Aden lo entendió, y frunció el ce?o. Victoria no pensaba decírselo. Se habría quedado sufriendo hasta que se separaran.

—Te curarás cuando bebas sangre, ?verdad?

Victoria asintió y abrió los ojos lentamente. De repente, se le escapó un jadeo. La fuerza de su hambre era como una criatura viviente. Por fortuna, su resistencia se estaba desmoronando.

él le soltó el brazo y le puso las manos sobre las mejillas.

—Entonces, bebe de mí, por favor. Quiero que lo hagas.

Ella se mordió el labio inferior con aquellos dientes afilados.

—No te preocupes. Comeré después, esta noche. Me pondré bien.

—Quiero ser yo quien te ayude. Quiero curarte, igual que tú me curaste los labios la otra noche.

Ella metió los dedos entre su pelo, con una expresión atormentada.

—?Y si después me odias por haberlo hecho? ?Y si te causo repugnancia? ?Y si me hago adicta a tu sangre e intento beberla todos los días?

Oh, sí. Se estaba debilitando. él se inclinó hacia delante, lentamente, tan lentamente, que ella habría podido detenerlo en cualquier momento, y la besó con delicadeza.

—Yo nunca podría odiarte. Tú nunca podrías causarme repugnancia. Y me encantaría verte todos los días. Ya te lo he dicho.

Las pesta?as de Victoria, increíblemente largas, se unieron cuando ella entrecerró los párpados.

—Aden —susurró, y lo besó.

Separó los preciosos labios y lo rozó con la lengua. él abrió la boca y la acogió en su interior, y después, le acarició la lengua con la suya.

Victoria tenía un sabor a madreselva y olía a flores. Ella lo abrazó y lo ci?ó contra su cuerpo. Era fuerte, muy fuerte, y a él le encantó. Metió las manos entre su pelo, e hizo que ladeara la cabeza para tener más contacto con ella. Su primer beso, y era con la chica con la que había so?ado, a la que había deseado durante tanto tiempo, y a la que siempre desearía.

Era todo lo que siempre había anhelado, y más. Era suave, blanda contra su dureza, y sus peque?os gemidos eran dulces. El resto del mundo desapareció hasta que sólo importó ella, hasta que ella se convirtió en su mundo y en su ancla para aquella tormenta cada vez más salvaje.

Todo lo que había predicho Elijah se estaba cumpliendo. Primero su encuentro con Victoria, y luego aquel beso desgarrador. Aden sabía lo que iba a ocurrir después, lo estaba esperando, pero nada de nada habría podido prepararlo para el maravilloso momento en que ella separó sus labios de los de él, bajó la cabeza hasta su cuello y le clavó los colmillos. Aden notó un pinchazo doloroso, pero fue efímero, porque rápidamente el dolor fue reemplazado por un calor embriagador, como si ella le estuviera inoculando drogas por la vena mientras bebía su sangre.

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