Entrelazados

—Hemos venido con un grupo muy grande, así que tuvimos que comprar la casa más grande que encontramos.

Está lo bastante lejos como para darnos la impresión de que tenemos privacidad, pero lo suficientemente cerca como para poder ir a la ciudad en poco tiempo —explicó ella sin apartar la vista de su cuello.

él inclinó la cabeza a un lado para ampliar lo que ella podía ver. A Victoria se le cortó la respiración. Oh, sí. Tenía hambre.

—Puedes beber de mí, ?sabes? —le dijo Aden. Por el rabillo del ojo vio una fotografía enmarcada y la tomó.

—No —susurró ella.

—?Estás segura?

Era la fotografía de un hombre, de una mujer y de una ni?a. Era evidente que Mary Ann era la ni?ita, y que los adultos eran sus padres. Ella se parecía mucho a su madre. Tenía el mismo pelo oscuro, y los mismos ojos. La misma cara delgada.

—Bueno, Aden, y… ?ves algún fantasma aquí? —le preguntó Mary Ann con la voz titubeante.

Antes de que pudiera responder, sus compa?eros comenzaron a hablar frenéticamente.

?Ese hombre?, dijo Eve entrecortadamente. ?Lo conozco?.

?Es familiar, ?verdad??, preguntó Julian.

Aden se acercó la fotografía. El hombre tenía el rostro bien afeitado, los ojos azules y una expresión joven, como cientos de hombres a los que había visto a lo largo de los a?os.

—Es el padre de Mary Ann —dijo con el ce?o fruncido—. No podemos conocerlo.

?Sí, sí?, replicó Eve con emoción. ?Lo hemos visto antes. En persona. ?No os acordáis? Con gafas y barba, y… no importa. Te llevaré con él?.

??No!?, gritaron todos en su cabeza.

—?Aden? —preguntó Victoria, y le puso la mano sobre el hombro—. ?Qué te ocurre?

—?No, Eve, no! —rugió Aden, que se concentró sólo en una cosa: en sobrevivir—. Por favor, no me hagas esto.

Era demasiado tarde. Todo su mundo se volvió negro. Estaba cayendo, girando y gritando, moviendo los brazos para encontrar un ancla que se escapaba constantemente de su alcance. Le ardía el estómago y sentía agudos calambres.

Su cuerpo se derritió, la piel y los músculos se desintegraron y los huesos se deshicieron hasta que perdió el contacto con la realidad y se perdió por completo.





—?Sigues oyendo voces, Aden?

La pregunta sacó a Aden de un túnel largo y oscuro, y lo arrojó sobre algo sólido. Tal vez, sobre una pared de ladrillo. Su mente no fue tan rápida a la hora de alcanzar el muro como su cuerpo, así que su despertar fue gradual. ?Dónde estaba?

él pesta?eó, y se vio en una butaca de cuero. Estaba rodeado de estanterías abarrotadas de libros. A su izquierda había otra butaca de cuero, y en ella, un hombre de ojos azules, con barba y con gafas.

—?Qué sucede? —preguntó Aden ininteligiblemente. ?Acaso estaba borracho? No recordaba haber bebido.

—Estamos en mi consulta, empezando la sesión —dijo el hombre con una sonrisa indulgente—. ?Ya se te ha olvidado?

—?Consulta? ?Sesión?

Aden respiró profundamente y exhaló con lentitud. Mientras soltaba el aire, lo recordó todo. Estaba en casa de Mary Ann, y Victoria estaba mirándole el cuello con hambre. él había visto una fotografía y la había tomado para observarla bien. Eve había reconocido al hombre que aparecía en ella.

?Te llevaré con él?, le había dicho.

Eve.

Apretó los dientes. Era evidente que lo había hecho retroceder en el tiempo, tal y como había dicho. Sin embargo, ?dónde estaba? ?Cuándo?

Se miró. Llevaba una camiseta lisa y sus brazos delgados y llenos de pinchazos asomaban por las mangas. Tenía un dolor agudo y persistente en el costado. Sus pantalones estaban llenos de agujeros por las rodillas.

—Aden, ?te ocurre algo?

—No, no —dijo. Se palpó el costado e hizo un gesto de dolor. ?Acaso tenía puntos?—. Estoy bien.

—Todavía te estás curando —le dijo el hombre suavemente—. Y si quieres seguir curándote, debes dejar la herida tranquila.

él posó la mano en el regazo.

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