Entrelazados

—?Tu padre, Vlad el Empalador, quiere conocerme durante la noche de Halloween? ?Y qué quieres decir con que va a levantarse oficialmente? Creía que estaba bien de salud.

—Sí, quiere conocerte. Y cuando digo ?levantarse?, me refiero a eso. Durante la pasada década ha estado en hibernación para calmar la mente, para impedir que los recuerdos de su vida, que ya es demasiado larga, lo enloquezcan. Tu energía lo despertó antes de tiempo, aunque su cuerpo está y continuará estando débil hasta la ceremonia.

Dios santo. Había despertado a una bestia, literalmente. No era de extra?ar que Vlad quisiera matarlo al principio.

—Te pido que vengas, por favor —le dijo Victoria—. No lo enfades. No te gustarían las consecuencias.

—Iré —dijo él. Al fin y al cabo, tenía un mes para prepararse en cuerpo y alma.

Ella sonrió.

—Gracias.

Dentro del instituto sonó un timbre que indicaba que sólo les quedaban cinco minutos para entrar en su primera clase.

—Sois estudiantes, ?no?

Victoria y Riley asintieron.

—Entonces, vamos. No podemos llegar tarde.

Los cuatro echaron a andar, de mala gana, hacia su escuela.

—?Tenéis los horarios, o queréis que os ense?emos el edificio? —preguntó Mary Ann, mirando con timidez a Riley.

—Sí y no —dijo el hombre lobo—. Sí, tenemos el horario y no, no necesitamos que nos lo ense?éis. Ya lo hemos visto.

—?Cuándo?

—Anoche —dijo Victoria con otra sonrisa. Aquélla, de azoramiento.

Dios, a Aden le encantaba aquella sonrisa.

Debió de acelerársele el pulso, porque ella posó la mirada en su cuello y se humedeció los labios. ?Estaría pensando en morderlo?

Aden se dio cuenta de que eso ya no le asustaba. Ni un poco. Y mejor, porque ella iba a morderle pronto. No iba a ser capaz de contenerse, tal y como le había mostrado Elijah. Pero Aden sabía que sus acciones no lo iban a aterrorizar, y que no iba a convertirse en un esclavo de sangre.

—?Lo has visto? —le preguntó una chica a su amiga mientras pasaban a su lado por la acera.

—Sí, sí. ?Quién es? ?Es guapísimo!

—?Ya lo sé!

Cuando sus voces se estaban alejando, pasaron unos cuantos chicos.

—Debe de haberse adelantado la Navidad. ?Habías visto a una chica tan guapa alguna vez?

—?Crees que el nuevo ya se la ha ligado?

—?Y qué importa? Hay suficiente para todos.

Se echaron a reír, pero las puertas se cerraron tras ellos y no pudieron oír más comentarios.

Aden apretó los pu?os a los lados.

—Humanos —dijo Victoria, con un suspiro de resignación.

—?Quieres que los castigue? —le preguntó Riley.

?Eso es cosa mía?, pensó Aden.

Victoria se echó a reír, aunque Mary Ann se puso rígida.

—No. Pero gracias, de todos modos.

Cuando llegaron a las puertas del instituto, algo empujó con fuerza a Aden por la espalda y lo lanzó hacia delante. Riley lo sujetó e impidió que se cayera y se chocara contra la puerta. Se dio la vuelta con los ojos entrecerrados y se encontró con Tucker.

—Estás en medio —dijo Tucker.

Aden alzó la barbilla. La furia que había sentido momentos antes no era nada comparada con la que sentía en aquel momento. Como Mary Ann ya no estaba saliendo con él, Aden no tenía por qué ser agradable.

—Pues rodéame.

?No puedes pelearte con él?, le dijo Eve.

?Sí, pero tampoco puede rehuirlo?, dijo Caleb. ?Quedaría como un blandengue?.

?Pero, ?y si lo expulsan del colegio??, preguntó Julian.

Elijah se mantuvo en silencio, extra?amente.

—Apártate de mi camino —le ordenó Tucker, y lo empujó de nuevo.

Los demás chicos se acercaron para ver una pelea, y comenzaron a animar:

—?Pelea, pelea, pelea!

—Tucker —le dijo Mary Ann, alargando la mano para agarrarlo por la mu?eca—. No hagas esto. Riley apartó la mano de Mary Ann antes de que pudiera tocar a Tucker, y la puso tras él.

—Oh, no.

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