Entrelazados

A la ma?ana siguiente, Aden se llevó una gran sorpresa al llegar al instituto. Victoria estaba junto a las puertas. ?Qué hacía allí, en público? Todo el mundo podía verla, y todos los chicos que pasaban a su lado se la quedaban mirando de hito en hito.

Aden aceleró el paso y Mary Ann tuvo que correr para poder mantener su ritmo. Se habían reunido en el bosque, a mitad de camino entre sus casas, y habían hecho juntos el resto del trayecto en un raro momento de privacidad. Shannon se había quedado en casa, porque estaba enfermo. El lobo también estaba ausente. Ella había estado refunfu?ando por ese motivo durante todo el camino, preguntándose dónde estaba, qué estaba haciendo y por qué no estaba con ella. Aden no había tenido oportunidad de darle las gracias por haber decidido ayudarlo.

—?Qué te pasa…? ?Oh! —le preguntó Mary Ann, que se había quedado sin aliento.

Aden siguió su mirada, y vio al chico que estaba con Victoria aquel día, en el bosque. Era Riley, el guardaespaldas, que estaba junto a la vampira, y con una expresión de enfado por estar allí.

Sin embargo, Aden estaba más interesado en Victoria. Aquel día llevaba un vestido de color negro con brillos, que le llegaba hasta la altura del muslo, unas mallas negras y unas bailarinas con lacitos. Llevaba el pelo recogido en una coleta. Lo único que permanecía igual en ella era su anillo de ópalo.

Ella se percató del escrutinio de Aden.

—Esta ropa nueva no es muy cómoda, pero por una vez, sí queríamos encajar con los demás. ?Te gusta?

—Estás muy guapa —dijo él.

Ella sonrió lentamente.

—Gracias.

—Hola, Riley —le dijo Mary Ann al guardaespaldas.

Riley asintió.

—Mary Ann —dijo con la voz ronca.

Aden frunció el ce?o y miró a Mary Ann.

—?Os conocéis?

Ella movió la cabeza afirmativamente, pero no apartó la mirada del chico. Del hombre. De lo que fuera. Parecía mayor y más curtido que todos los chicos que entraban al instituto.

—Tú también lo conoces. Me advertiste que me mantuviera alejada de él. Pero no te preocupes —le aseguró apresuradamente a Aden—. No va a hacernos da?o.

La única persona, o criatura, contra la que Aden hubiera advertido a Mary Ann era el lobo. Aden respiró profundamente. El hombre lobo. ?Riley, el guardaespaldas, era el hombre lobo?

él se puso delante de ambas chicas, extendió los brazos y observó al chico, a la versión humana de aquel animal grande y negro.

—Como te ha dicho Mary Ann, no voy a hacerles da?o —dijo Riley con resignación.

Aden permaneció inmóvil y le miró las piernas a Riley. No tenía ningún bulto bajo el pantalón que indicara un vendaje.

—Me curo muy rápidamente —explicó Riley con algo de enfado—. Sólo cojeé durante un día, o dos.

Aquello era inesperado. Irreal, increíble.

—?Eve? —dijo Aden en voz alta, y Riley frunció el ce?o.

??Sí??.

La única vez que Mary Ann no había expulsado a las almas al negro vacío fue cuando estaba con el hombre lobo. Eso significaba que el lobo anulaba su habilidad del mismo modo que Mary Ann anulaba, normalmente, las de Aden.

??Aden??, preguntó Eve. ??Necesitabas algo??.

—No, disculpa. Sólo estaba comprobando si te habías ido al agujero negro —murmuró él.

—?Con quién estás hablando? —le preguntó Riley.

?Quiero hablar con Mary Ann. Tengo muchas cosas que…?, dijo Eve al mismo tiempo.

?A quién contestaba primero?

—Con una amiga —le dijo a Riley—. Y, Eve, sabes que no puedo hablar contigo en público. Por favor, entiéndelo.

Ella le soltó un gru?ido, pero se quedó callada.

—En realidad, no debería estar hablando con ninguno de vosotros aquí —dijo Aden. Miró a su alrededor y a?adió—: Por aquí.

Tomó a Victoria y a Mary Ann de la mano y las llevó hacia el enorme roble que había a un lado del edificio.

Riley los siguió, mirando con los ojos entornados las manos entrelazadas de Aden y Mary Ann, hasta que Aden la soltó.

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