—?Qué está pasando aquí? —preguntó Mary Ann, y le dio una patadita a una piedra con la punta del zapato. Estaba nerviosa y se sentía insegura. Si Aden no se equivocaba, estaba mirando a Riley a través de las pesta?as.
Pobre Mary Ann. Era evidente que aquel chico le gustaba, pero Aden sabía que aquello no iba a terminar bien para ella. Algún día, pronto, Mary Ann estaría corriendo por el bosque, con las mejillas llenas de lágrimas, y perseguida por Riley el lobo. ?Y él querría hacerle da?o? O tal vez consolarla, pensó Aden de repente. Cosas más raras habían pasado, obviamente.
—Os lo explicaré dentro de un momento. Creo que primero hay que hacer las presentaciones —dijo Victoria.
?Cómo podía habérsele olvidado?
—Victoria, te presento a Mary Ann —dijo Aden—. Mary Ann, ella es Victoria. Y parece que todo el mundo conoce a Riley.
—Me alegro de conocerte —dijo Mary Ann.
Victoria asintió, mirando a Aden y a Mary Ann.
—Yo a ti también. Había oído hablar mucho de ti —dijo; su tono de voz no fue precisamente agradable.
?Acaso estaba… celosa?
—No veo que tengas… Quiero decir… —Mary Ann se ruborizó—. No importa.
—Son retráctiles —explicó Victoria—. Emergen sólo cuando tengo hambre.
Mary Ann se tapó el cuello con una mano.
—Oh.
—No te va a morder —le dijo Aden.
Sin embargo, Victoria no intentó tranquilizar a Mary Ann. Tal vez estuviera celosa. Aden tuvo ganas de sonreír.
Observó a los tres chicos que estaban con él, y se admiró. Qué distintos eran. Una bella vampira, un cambiador de forma misterioso y una chica adolescente aparentemente normal. No se conocían desde hacía mucho tiempo, pero él había llegado a sentirse muy cercano a ellos en muy poco tiempo. Bueno, al menos a dos de ellas.
—Me dijiste que los hombres lobo son despiadados —le dijo a Victoria—. Entonces, ?por qué tu guardaespaldas es uno de ellos?
Victoria sonrió.
—él es despiadado con todo el mundo menos conmigo. Y por eso es mi guardaespaldas.
Buena explicación. Aunque eso no significaba que a Aden tuviera que gustarle.
—?Y Mary Ann?
—Ya te he dicho que yo nunca voy a hacerle da?o —dijo Riley.
—Me alegro de saberlo. Pero si alguna vez cambias de opinión, lo lamentarás —dijo Aden. Porque las cosas eran así. él no tenía muchos amigos, pero los que tuviera los protegería con la vida.
Riley se pasó la lengua por los dientes afilados y blanquísimos.
—?Me estás amenazando, chaval?
—Eh, vamos. De eso nada —dijo Mary Ann—. Tenéis que ser más amables el uno con el otro. Riley, Aden sólo se está preocupando por mí. Aden, ?no te acuerdas de que Riley nos ayudó anoche?
—Sí —dijo Aden de mala gana.
—De todos modos —intervino Riley—, ya que estamos hablando del tema de hacerle da?o a una chica y sufrir las consecuencias, deberías saber que me tomo muy en serio mi trabajo —explicó—. Si le haces da?o a Victoria, lo lamentarás. Te colgaré de los intestinos cuando todavía estés con vida.
Mary Ann abrió unos ojos como platos.
Riley se dio cuenta, y sonrió a medias.
—Disculpa. Lo haré rápidamente y sin dolor, ?de acuerdo?
—No deberías amenazar —dijo ella entonces, y su tono de voz no era de temor, sino de ira. Mucha ira. Entonces, ?por qué estaba mirando a Victoria, y no a Riley?
Aden repasó aquella conversación mentalmente y se dio cuenta de que a Mary Ann no debía de haberle gustado cómo Riley se había apresurado a defender a la vampira. Los celos debían de ser contagiosos, porque parecía que a todos les habían afectado.
—Está bien —dijo Victoria para zanjar aquella cuestión—. Vamos a hablar de otras cosas.
—De acuerdo —respondió Mary Ann, cuya ira desapareció—. ?Qué estáis haciendo aquí? No me malinterpretéis, me encanta que hayáis venido —dijo, mirando de reojo a Riley—. Pero no entiendo por qué.
Victoria se echó a temblar ligeramente y miró a Aden.
—?Recuerdas que te dije que mi gente había sentido tu energía?