??Sabes, al menos, el nombre del hospital donde naciste??. —No. ?Por qué quieres saberlo? ??Tienes carné de conducir??, le preguntó el lobo con irritación.
—Sí, pero no puedo conducir. Sólo es una identificación —respondió Aden. ?Necesito que me lo des?. —?Por qué? ?Mary Ann quiere pedir una copia de tu certificado de nacimiento. Como no sabes quiénes son tus padres, supongo que tampoco tendrás el certificado a mano?.
Un momento. ?Mary Ann quería su certificado de nacimiento? Eso tenía que significar que lo creía, y que iba a ayudarlo. Tuvo ganas de echarse a reír, aunque él le había dicho que se mantuviera alejada de aquella bestia, no que la reclutara para su causa.
—No, no lo tengo. Pero no voy a darte el carné de conducir hasta que tenga noticias de ella. No me fío de ti.
?Bueno, pues será mejor que empieces a hacerlo, porque ella va a ayudaros a ti y a tus amigos, y no podrá dormir hasta que tenga ese carné. No me gusta pensar que se va a pasar toda la noche dando vueltas en la cama sin poder pegar ojo?.
Así que ella le había contado al lobo lo de las almas. Le había confiado su más oscuro secreto a su enemigo. Aden pensó que iba a invadirlo la sensación de haber sido traicionado, pero no fue así. Ella estaba intentando ayudarlo. Lo demás no tenía importancia.
—?Y qué importancia tiene el hospital donde nací? ?Y el nombre de mis padres?
?Tendrás que preguntárselo a ella?.
—Lo haré —respondió Aden. Se acercó hasta su escritorio y rebuscó el carné en el cajón—. Aquí tienes —le dijo, mientras le entregaba el documento. El lobo lo agarró entre los dientes—. Yo tampoco quiero que se pase la noche sin dormir. Si le haces da?o…
?Ella no tiene nada que temer de mí, humano. Ojalá pudiera decir lo mismo de ti?.
?Aquí tienes?.
Riley le puso el carné en el regazo.
Mary Ann se agachó y lo abrazó.
—Gracias.
?De nada?, dijo él, ronroneando contra su pelo.
Después de haber visto su forma humana, aquella acción hizo que deseara cosas que no debía desear. Cosas que no quería nombrar, ni ante Riley ni ante sí misma. Sin embargo, no podía evitar preguntarse si Riley también deseaba aquellas cosas.
?Por qué iba a pasar tanto tiempo con ella, de lo contrario? A menos que…
?Acaso también se sentía calmado en su presencia, como Aden y Tucker? ?Era parte de su trabajo, algo que le ayudaba a proteger a Victoria?
Eso no era lo que ella quería.
La sonrisa se le borró de los labios, y se sentó ante el ordenador rápidamente, para ocultar su expresión de angustia.
—Voy a enviar un mensaje con mi petición, una copia es-caneada del carné y diez dólares. Ellos me enviarán el certificado. Y de paso voy a pedir también el mío, porque parece que mi padre lo perdió.
Por el rabillo del ojo, Mary Ann vio que Riley se alejaba de ella, agitando la cabeza.
?Tengo que irme. Dejo la ropa aquí. Escóndela para que no la vea tu padre?.
—Si la viera se enfadaría, eso seguro. Acababa de hacerse a la idea de que estaba saliendo con Tucker. Si supiera que hay un chico que entra en mi habitación… —Mary Ann se estremeció—. Me encerraría para siempre.
?La reacción que habría tenido tu padre ante la aparición de Tucker no habría sido nada comparada con la mía. Pero, como te he dicho, esconde la ropa. La necesitaré la próxima vez que venga?.
La próxima vez. él iba a volver. Lo vería de nuevo. Tal vez entonces pudiera tener las cosas nuevas y bobas que sentía por él bajo control.
—Muy bien.
?Ah, y no te preocupes de que falte la ropa interior. Nunca llevo. Hasta ma?ana, Mary Ann?.