Entrelazados

—Debería habérmelo imaginado —dijo Mary Ann, y miró la ropa. Eran unos pantalones vaqueros y una camiseta—. ?Son para mí?

?No. Para mí. Cuando cambie de forma?.

—?Vas a…?

?A ense?arte mi forma humana, sí?.

Ella sintió tal emoción que se echó a temblar.

—?De verdad? ?Y por qué ahora?

él no respondió y se dirigió hacia el ba?o. La puerta se cerró tras él. Mary Ann puso la nota de Aden sobre la mesilla. ?Cómo sería el lobo? ?Era alguien a quien conocía? Cada vez que intentaba imaginárselo, lo único que podía ver era un cuerpo fuerte y musculoso. Su rostro siempre permanecía entre las sombras.

Sonó el teléfono y ella se sobresaltó.

Miró el número que aparecía en la pantalla, y sus temblores se intensificaron. Penny. Se quedó allí sentada, mientras se daba cuenta, con sorpresa, de que lo que sentía era dolor, y no ira. Quería mucho a Penny. Y el lobo y Aden tenían razón. Cometer errores y después ocultarlos estaba en la naturaleza humana. Sin embargo, Mary Ann no podía actuar como si no hubiera ocurrido nada, ni podía confiar en Penny. ?Y si volvía a traicionarla con alguien a quien ella adorara? De repente, el lobo apareció en su cabeza.

Al cuarto tono, saltó el contestador automático.

—Sé que estás ahí, Mary Ann. Habla conmigo, por favor. Tengo que decirte muchas cosas —hubo una pausa. Penny suspiró—. Muy bien. Te lo contaré por teléfono. Quería decirte lo que había ocurrido. De verdad. ?Te acuerdas de que cuando estábamos en la cafetería te dije que Tucker podía serte infiel? Estaba intentando reunir valor para contártelo, pero al final no pude. Tenía demasiado miedo de que ocurriera esto. De perderte. No quería que ocurriera. Los dos habíamos bebido, y ninguno pensaba con claridad. En el fondo, lo justifiqué porque sabía que tú no lo querías. Me decía que sólo iba a hacerte da?o si te lo contaba, que descargar en ti mi conciencia sería egoísta. Me equivoqué, y ahora me doy cuenta. Mary Ann… Por favor.

Sonó un bip.

Luego, silencio.

A Mary Ann comenzó a temblarle la barbilla, además del cuerpo.

El teléfono volvió a sonar, y ella miró de nuevo el número que llamaba, esperando encontrarse el de Penny. ?Respondería en aquella ocasión? ?Qué iba a decirle? Sin embargo, era Tucker quien llamaba, y Mary Ann se irritó. ?Qué ocurría? ?Acaso había algo en el aire?

A él no lo quería. No quería tener nada que ver con él. Ni siquiera tuvo la tentación de responder a la llamada.

Su mensaje fue más corto que el de Penny.

—Lo siento, Mary Ann. Si quisieras hablar conmigo, podría explicártelo todo, y podríamos ser amigos, como tú decías. Por favor… Llámame o no sé lo que voy a hacer… —sus palabras terminaron con un gru?ido.

Sonó un clic.

Luego, silencio.

Mary Ann sacudió la cabeza. Habían terminado en todos los sentidos, y eso no iba a cambiar.

—?Estás lista?

La voz del lobo. Su voz real. Grave, un poco ronca… con un tono de inseguridad. ?Acaso él estaba tan nervioso como ella?

—Sí, estoy lista —respondió Mary Ann.

La puerta del ba?o se abrió, y en el hueco apareció un chico que la miraba.

No lo conocía. Era magnífico. No era exactamente guapo, porque sus rasgos eran demasiado afilados, pero eso sólo era algo que aumentaba su atractivo. Tenía una expresión implacable, fuerte, como si fuera capaz de hacer cualquier cosa.

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