—Durante toda la semana he estado pensando que no querías tener nada que ver conmigo, que te asustaba. Para ser sincero, no estaba seguro de cómo ibas a reaccionar hoy.
—Oh, Aden, lo siento muchísimo. Debería haberte dicho lo que estaba haciendo, pero tenía miedo de que intentaras protegerme y acabaras herido. Y si hubieras sufrido algún da?o por mi causa, la culpabilidad me habría matado.
él sonrió con alivio, y ella le devolvió la sonrisa.
—Espero que no te importe, pero he quedado para comer con Shannon —dijo—. Ah, y con un chico nuevo muy hablador que se supone que va a venir también.
—?Un chico nuevo? No sabía que hubiera otro.
—Sí, ha entrado hoy. Se llama John O’Conner y…
—?Cómo? —ella arrugó la nariz de asombro—. ?John O’-Conner?
—Sí, ?por qué?
—Descríbemelo.
—Tiene el pelo rubio, los ojos marrones y la piel como brillante. Es un poco raro.
—Salvo por lo del brillo, ese chico parece el John a quien yo conocía. Sin embargo, alguien te está gastando una broma, porque murió el a?o pasado de una sobredosis.
Aden se frotó la nuca para relajarse los músculos.
—Una broma.
—Lo siento.
Tuvo ganas de darle un pu?etazo a la pared al imaginarse cuánto se estaba riendo alguien a sus expensas.
—Shannon estará dentro —dijo con tirantez.
Mary Ann lo miró comprensivamente antes de entrar en la cafetería.
Minutos después, los tres chicos estaban sentados a una de las mesas.
Aden se dio cuenta de que Penny miraba con tristeza a Mary Ann, y que Tucker miraba a Mary Ann, y después a él con odio. Shannon mantuvo la cabeza agachada, y Mary Ann estuvo hablando de cosas sin importancia. Aden buscó a John, pero no lo vio. Sin embargo, no parecía que nadie se estuviera riendo de él, así que se relajó. Un poco.
Cuando sonó el timbre que indicaba el comienzo de la clase siguiente, todos comenzaron a levantarse.
—Esp-peradme después de clase —les dijo Shannon—. Podemos volver juntos a casa.
Aden y Mary Ann se miraron. Ella se quedó inmóvil a medio camino de levantarse. Se suponía que, después de clase, tenía que evitar al lobo para que ellos dos pudieran hablar.
Shannon debió de percibir la tensión, porque dijo:
—N-no impo-porta —e intentó escabullirse.
Mary Ann sonrió y lo agarró por la mu?eca.
—Me parece estupendo que volvamos juntos a casa. Sólo estaba intentando acordarme de si mi padre iba a venir a buscarme o no.
—Ah. De acuerdo —respondió Shannon. Su postura se hizo más relajada.
—Bueno, entonces nos vemos luego —dijo Aden, intentando disimular su decepción, y se fue a su clase.
Parecía que su charla con Mary Ann iba a tener que esperar otra vez. No podían contarse sus secretos con público. A menos que se lo contara sin decir una palabra.
Durante las tres clases siguientes se dedicó a escribir acerca de sí mismo, de su pasado, de las cosas que había hecho, de las cosas que había presenciado y de lo que necesitaba de Mary Ann. No ocultó ningún detalle ni intentó retratarse con benevolencia. Quería que ella supiera la verdad.
?Tengo un mal presentimiento sobre esto?, dijo Elijah cuando terminó.
Aden soltó un gru?ido. Otro mal presentimiento no. Pero no importaba. Iba a darle aquella carta a Mary Ann.
Lo que ocurriera después era cosa de ella.
Aquel día, más tarde, Mary Ann leyó el final de la nota de Aden por enésima vez.